21. Navidades y secretos

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Capítulo veintiuno

Julie

Despierto de la siesta porque escucho voces desde el cuarto de baño de Chase.

—Harry creo que la he cagado —habla en un susurro, claramente no quiere que nadie lo escuche—. No, no puedo. No sé que hacer —Chase asiente a lo que supongo que Harry le dice—. Se lo diré, prometo que se lo diré.

Y corta.

No sé por qué tengo la sensación que estaba hablando de mi.

Voy de hurtadillas y lo abrazo desde atrás haciendo que salte en el lugar.

—Me diste un susto de muerte —murmura.

—Lo siento.

Deposito un beso en su espalda desnuda y sus músculos se relajan.

Se da vuelta y se agacha lo suficiente como para depositar un casto beso en mis labios.

—Nos despertamos mimosas hoy —bromea con su cara enterrada en mi cuello.

—Chase —lo llamo.

— ¿Mhm?

— ¿Tienes algún fetiche raro con mi cuello?

Eso le hace reír.

—Se podría decir que sí. Es que huele a tu perfume y es muy suave creo que quiero vivir besando tu cuello.

—Pues yo no me quejo.

Chase me toma de los muslos y hace que rodee su cintura con mis piernas.

Luego me lleva hasta la cama y se pone encima mío.

Baja un poco el escote de mi playera con su mano y comienza a besar mi clavícula, mi, hombro y nuevamente pasa a mi cuello.

—Estamos en casa de tus padres Chase.

Gimo cuando succiona la piel sensible de mi cuello.

— ¿Cómo piensas y en dónde piensas que hicieron siete hijos?

Eso me saca una risa, ya estoy de mejor humor.

No puedo evitar que me pique la curiosidad así que le pregunto sin más y sin rodeos.

— ¿Qué estabas hablando con Harry?

Eso parece caerle como un balde de agua fría porque tensa la mandíbula y se separa rápidamente de mi acostándose al lado mío.

—Vale, te contaré pero tienes que prometerme que me escucharás hasta el final.

—Chase me estás asustando.

—Solo prométemelo...

Asiento.

— ¿Promesa de meñiques? —estira su mano a la mía.

Me parece tierno que se acuerde de eso.

—Promesa de meñiques.

Entrelazamos nuestros dedos y Chase suelta una respiración que parecía que tenía guardada hace rato.

—No te enojes pero...

Nos vemos interrumpidos por un golpe en la puerta.

— ¿Están vestidos?

Si mal no me equivoco esa debe ser Clarissa, la madre de Chase.

— ¡Dios mamá! Sí, estamos vestidos.

Bueno técnicamente no del todo porque Chase se encuentra sin camisa.

Clarissa entra a la habitación y riñe a su hijo por el desorden.

Un plan casi perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora