22. La mesa de los adultos

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Capítulo veintidós

Julie

Luego de brindar y saludarnos entre todos deseándonos una feliz navidad procedemos a abrir los regalos.

No esperaba que me regalaran nada pero ahí abajo del enorme árbol de navidad hay dos bolsas con mi nombre.

Con el ceño fruncido me acerco a Chase.

— ¿Por qué me compraron algo? —le pregunto de mal humor.

Si bien yo les compré algo a la familia de Chase y a él, me sabe mal que me hayan regalado algo, con haberme invitado fue suficiente.

—Porque es navidad Julie, no jodas —Chase rueda los ojos.

Me conoce demasiado bien y sabe que estaré un buen rato regañándolo por eso.

Me siento en el suelo como una niña pequeña para abrir los regalos, Chase hace lo mismo y se pone al lado mío.

Me hace muchísima ilusión.

Abro el primero y se trata de un hermoso de fiesta negro con encaje. Es demasiado precioso y de muy buen gusto como para que un hombre como Chase lo haya elegido, así que deduzco que es de parte de Clarissa.

Cuando me doy vuelta para mirar a la mamá de Chase veo que me está mirando sonriendo.

Con una mirada le agradezco por el regalo, luego se lo agradeceré como corresponde.

Y ahora el segundo.

Está envuelto medio mal pero eso solo lo hace aún más tierno.

Rompo el envoltorio con cuidado y me encuentro con un cuaderno.

Frunzo el ceño.

No entiendo qué es.

— ¿Qué es? —pregunto genuinamente confundida.

Al abrirlo hay algunas páginas escritas y otras en blanco.

Chase se sonroja.

¡Por Dios este chico se está ruborizando!

—Es un poemario. Un poemario escrito por mi.

Alguien que chequee si sigo viva porque creo que mi corazón se derritió de la ternura.

Leo uno de los poemas rápidamente.

Me parece tan lindo que casi me largo a llorar.

—Chase esto es lo más dulce que alguien hizo por mi.

—Me alegro que te haya gustado.

— ¿Gustado? ¡Me encantó! —chillo de la felicidad— Pero ¿las paginas en blanco para qué son?

¡Se ruboriza aún más! Me dan ganas de comérmelo a besos.

Se rasca la cabeza nervioso.

—Eso te lo contaré algún día...

Emocionada le planto un beso en la mejilla.

Es el mejor regalo que me pudo haber hecho, aunque me ofrecieran diez mil dólares a cambio del poemario yo no aceptaría.

—Kim, ¿me pasas esa caja, por favor? —le pido amablemente a la hermana de Chase su regalo.

Cuando me lo pasa le pido a Chase que cierre los ojos.

— ¡No veas! Toma —pongo la caja en su regazo—. Tienes que intentar adivinar qué es con el tacto.

Chase abre los ojos solo para mirarme.

Un plan casi perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora