El despertador sonó estridente otra vez, como todos los días. Roier, un joven de veintiún años de edad se vio perturbado por aquel sonido tan molesto. Definitivamente odiaba la rutina, odiaba tener que levantarse, vestirse y prepararse para estudiar una carrera que ni siquiera le llamaba la atención, que solo había estudiado porque temía no cumplir con las expectativas que la sociedad depositaba sobre él. Ser el hijo de dos de los mejores arquitectos del país, famosos por ser diseñadores de grandes edificios, castillos modernos e incluso barrios completos sumergía a Roier en una extraña inseguridad de no lograr dar la talla. Ese sentimiento empeoraba con cada materia desaprobada.
Los padres de Roier lo amaban, siempre desearon lo mejor para su niño: Le dieron todo el cariño y tiempo que sus apretadas agendas podían permitirles. Desde que Roier terminó sus estudios de nivel medio lo invitaron a que estudiara una carrera que disfrutara, que siempre lo apoyarían. Dudaron un poco cuando Roier eligió la arquitectura, pues no tenía nada que ver con los intereses de su hijo, y lo sabían muy bien. Le dijeron que no debía ser necesariamente una copia de ellos, que él debía estudiar lo que realmente amara, carrera que no necesariamente debía ser la arquitectura. Pero, entre muchas cosas, Roier era terco como una mula.
No fue hasta la mañana del día de hoy, con aquel ruido repetitivo que llenaba toda la habitación, que Roier, de una vez por todas, se rindió. Odiaba la arquitectura; no encontraba en ella nada que le resultara interesante. No podía mantener los ojos abiertos por más de veinte minutos en las clases y sus profesores (colegas de sus padres) eran mil veces más exigentes con "el hijo de la familia De Luque", y Roier ya no podía aguantar tanta presión.
Roier apagó la alarma, pero no se levantó de su cómoda cama. Hacía frío; las ventanas estaban empañadas y el calefactor de su habitación estaba al máximo. Simplemente no podía dejar de pensar en su carrera. Sentir que desperdiciaste tres años de tu vida no es un sentimiento demasiado agradable.
Unos golpes suaves se escucharon en la puerta. Roier se sobresaltó con ellos al estar demasiado inmerso en sus pensamientos, pero pronto se tranquilizó.
- Roier, hijo, ¿Estás bien? - La voz de su padre Foolish se escuchó del otro lado de la puerta, con un tono suave y tranquilo, como si supiera lo que estaba sucediendo. - ¿Puedo pasar?
Roier estaba nervioso, no era la primera vez que se retrasaba para ir a la universidad o fingía estar dormido para no ir. Su padre Foolish era muy comprensivo con él, más suave. Por ello Roier decidió que si debía contarle lo que sentía a alguno de sus padres, Foolish sería la mejor opción. Tras unos segundos de silencio, Roier contestó:
- Si, pasa - Se acomodó en su cama y dio la espalda a la puerta, demasiado angustiado como para ver a su padre a los ojos. El joven oyó como Foolish entraba en la habitación y sintió como el mismo se sentaba en la cama y ponía una mano en su hombro.
- ¿Hay algo que debamos saber, hijo? - Foolish estaba realmente preocupado por Roier.
Roier sentía una presión terrible en el pecho. Por un lado estaba seguro que odiaba la arquitectura, la aborrecía, no quería tener nada que ver con ella y no le emocionaba en lo más mínimo. Por el otro sabía que dicha carrera le permitiría cumplir con las expectativas de toda su familia y se sentía un verdadero inútil por querer dejarla. Estos dos pensamientos habían acompañado a Roier por los últimos tres años; era una carga muy pesada la que llevaba consigo y ya no podía aguantarla más tiempo. Roier quería, de una vez por todas, estar verdaderamente feliz.
- Papá, ya no quiero estudiar arquitectura - Pequeñas lágrimas brotaban de los ojos del castaño: Se sentía liberado, pero también muy asustado. Él en verdad deseaba enorgullecer a sus padres-
Un silencio inundó la habitación. Roier juraba que hasta podía escuchar su sangre recorrer sus venas y su corazón latir con fuerza de lo silencioso que estaba aquel cuarto.
- Hijo, ya lo sabíamos - Dijo Foolish y suspiró, mientras propiciaba algunas caricias en el cabello de Roier - Desde el momento en el que dijiste que estudiarías arquitectura, tu padre y yo lo sabíamos ¿Por qué crees que te dimos el discurso de "estudia lo que te haga feliz"?
- Es que el pobre es un poco tontito - Dijo Vegetta, el otro padre de Roier, desde el marco de la puerta. Foolish le dio una mirada molesta, como regañándolo con sus ojos - A ver, lo digo con cariño.
- El punto es, Roier - Foolish hizo una pausa - Nosotros no queremos nada más que tu felicidad. Estudiando una carrera que no te guste solo te volverás infeliz... No porque tu padre y yo seamos arquitectos, tú también debes serlo.
- Pero... todos tienen grandes expectativas para mí: mis compañeros, mis profesores, los directivos, todos. ¿Qué dirán cuando se enteren que "El hijo de la familia De Luque" es un completo fracaso que dejó la universidad - Roier sollozaba.
- A ver, hijo, me estás tocando un poco lo que serían los...- Vegetta paró en seco su frase cuando vio la cara de enojo que Foolish le estaba dedicando - Lo que quiero decir es que como dijo tu padre, nosotros queremos verte feliz ¿Qué te va a importar a ti lo que digan los demás? Anda, no seas tonto, ven.
Roier se dio lentamente la vuelta, vio a sus padres. Vegetta se acercó a él y lo abrazó. Momentos después Foolish se unió al abrazo. Roier se sentía feliz, sentía como si le hubiesen sacado cien kilos de encima de la espalda. Una vez que se calmó un poco y sus padres fueron al comedor, Roier se quitó la pijama y se dio una corta pero muy cálida ducha en su baño, se vistió y bajó para desayunar con sus padres. Mientras se hacía unas tostadas con mermelada, Vegetta le habló.
- Entonces, hijo, ¿Qué harás? Quizás modelo, como lo era tu padre: una bestia parda.
Vegetta, antes de dedicarse a tiempo completo a la arquitectura, hacía algunos modelajes para revistas famosas. Tenía muchísimas ofertas de trabajo y siempre era portada debido a su belleza y su buen gusto por la ropa. Pero cuando sentó cabeza con Foolish, decidió dejar aquel trabajo para dedicarse por completo a desarrollar la compañía de arquitectura que fundó junto a su marido.
- No, papá, no lo creo... - Roier rio un poco. Su padre a veces actuaba como diva y era divertido verlo así.
- ¿Tienes algo pensado, hijo? - Preguntó esta vez Foolish.
Roier se sumergió en su mente y pensó en aquello que anhelaba. Lo deseaba desde que era pequeño y estaba en el club de teatro de su escuela: La actuación, la belleza de transformarse por un momento en un personaje en particular, sentir sus emociones, pensar como él, dejarse controlar por él. Roier siempre se había sentido atraído por actuar, estar en el escenario lo llenaba y lo hacía feliz desde que era un niño.
- Teatro - Dijo Roier, casi inaudible.
Los padres de Roier no habían logrado oírlo en lo absoluto.
- ¿Cómo? - Dijeron sus padres al unísono.
- Teatro. Quiero estudiar teatro - Dijo Roier esta vez más fuerte.
- No se diga más - Dijo Vegetta. Los padres de Roier sonreían: estaban felices de que su hijo por fin decidiera lo que quería y no se deje llevar por los demás. - El próximo año a la academia Éclat te me vas. Tengo un colega ahí.
Roier estaba asombrado. La academia Éclat era un sueño para cualquier aspirante a ser actor. Su mejor amigo Quackity iba allí y le contaba todas las experiencias que vivía, experiencias con las que, hasta hace unos años, Roier solo podía fantasear. Por primera vez en mucho tiempo él se sentía contento, expectante y nervioso (pero de buena manera) por estudiar. Obviamente sería difícil la navidad que se aproximaba a la vuelta de la esquina: el resto de su familia no era tan abierta a los cambios como sus padres, pero a Roier no le importó en lo absoluto. Tomaría el consejo de su padre Vegetta y, por primera vez en su vida, dejaría de actuar según las expectativas de los demás.

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Entre bambalinas - GuapoDuo
RomantizmSebastián De Luque, mejor conocido como Roier, es un chico acomodado; hijo de sus dos padres adoptivos: Samuel De Luque y Noah Brown, más conocidos como Vegetta y Foolish, dos famosos arquitectos que le han proporcionado a su hijo todas las comodida...