III

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Salí con él para tomar un poco el aire.

La verdad es que no sabía porque le había mandado aquel mensaje, pero me alegraba de verle.

– ¿Por qué me has escrito desde el móvil de tu amiga?– preguntó.

– No tengo. Se me cayó hace tiempo y no he podido ir a comprarme otro.– dije.

– ¿Y como llamas a tu familia?– preguntó.

– No lo hago, así que no me importa.

Gavi se apoyó en una pared y me miró fijamente.

– ¿No sabes qué vas a hacer en Navidad?– preguntó.

– Supongo que quedarme en el Sins.

– ¿Sola?– preguntó.

Asentí tragándome todo lo que amenazaba por salir.

– Lia...

– Estoy bien, Pablo.

– Llámame Gavi, por favor.

Asentí y entonces nos miramos fijamente.

– ¿Cómo habéis escapado de allí?

– Adri y Miguel nos cubren, aunque creo que voy a irme, me está doliendo la cabeza y al menos ya que me cubren, intento dormir más.

– ¿Cuánto duermes?

– En total, al día, duermo tres horas.– murmuro.– Al menos veré si hoy puedo dormir cinco.

– Ven conmigo.

– ¿A dónde?

– A mi casa, podrás dormir todo lo que quieras.– murmuró.– Lo necesitas, Lia.

Tragué saliva y entonces asentí.

Total. No tenía nada que perder.

Entré para avisar a mis amigas de que me iba y entonces caminé para ver un Audi negro aparcado.

Sonreí al verle abrir el coche del que hablaba y lo miré.

– Algún día te dejaré conducirlo.– murmuró sonriendo.

Me monté de copiloto y entonces solté un suspiro de alivio al sentir la calefacción golpear mi cara.

Arrancó y entonces nos metimos en carretera.

Tras un buen rato en silencio, abrió la cochera de una casa enorme y aparcó.

Me bajé del coche sorprendida por lo que veían mis ojos.

– Ven, vamos dentro.– murmuró.

Lo seguí dentro de la casa y casi me echo a llorar por lo bonita que era.

Era la casa de mis sueños cuando tenía diez años.

Y ahora mismo la tenía justo delante de mis narices.

– Voy a comer algo, ¿quieres?– preguntó yendo a la cocina.

En el pub no nos dejaban comer después de las doce.

– Vale. Haré espaguetis para ambos entonces.– volvió a decir.

Yo me paseé por la salita admirando todo.

– Puedes subir a mi habitación para coger algo cómodo, y si quieres darte una ducha, adelante. Estás en tu casa.– murmuró.

Asentí y subí al piso de arriba y miré todas las habitaciones.

Después entré en la suya y miré todo.

Abrí su armario asustándome al ver camisetas de Louis Vuitton.

𝐓𝐎𝐘𝐆𝐈𝐑𝐋 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora