VIII

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Narra Gavi

El abogado había estado yendo y viniendo para ayudar a Lia.

Últimamente acababa despertándome para ayudarla porque tenía pesadillas y no conseguía dormir.

Me mataba verla así, porque no lo merecía.

Llevaba días faltando al trabajo y no veía el momento en el que la despidieran para ayudarla a encontrar un trabajo más adecuado para ella.

Mis padres me llamaban preguntándome cómo iban las cosas y a veces venían de visita para verla.

La querían más a ella que a mí.

Aunque la verdad me encantaba saber que la adoraban, porque así ella se sentía más arropada y segura de sí misma.

Al llegar del entrenamiento la vi bailoteando en la cocina con una sartén en las manos.

– ¿Quieres música?– pregunté.

Dio un bote y entonces se giró para mirarme.

– Joder, que susto me has dado.– murmuró.

– Tendría que haberte grabado.– dije sonriendo y abriendo la nevera.

– Te habría matado.– soltó riendo.

Me reí y tras agarrar una botella de agua, la abrí y le di un trago.

Ella movió la botella y entonces toda el agua se escapó mojándome entero.

Se llevó las manos a la boca aguantándose la risa y yo dejé la botella sobre la encimera para despegar la camiseta empapada de mi torso.

– Corre.– dije.

– ¿Qué? No no no.– murmuró entre risas.– Gavi por favor.

– Corre.– repetí.

Entonces echó a correr y la seguí.

Cuando la atrapé la agarré y tras cogerla en brazos caminé hasta el jardín y la tiré a la piscina.

Salió y soltó un pequeño chillido.

– ¡Dios! ¡Está congelada!– murmuró.

Me tendió la mano para ayudarla a subir y la estiré para subirla y dejarla sentada sobre el bordillo.

– Voy a por una toalla. No te muevas.– dije sonriendo.

Ella asintió abrazándose a sí misma temblando.

Subí a la habitación a por un par de toallas y cuando bajé la arropé y agité sus brazos para ayudarle a entrar en calor.

Después ambos entramos en casa y la dejé ir a cambiarse mientras yo me daba una ducha.

Al bajar estaba en la cocina con una de mis sudaderas del club y abriendo la nevera.

– ¿Qué quieres comer?– preguntó.

– Hagamos macarrones con tomate.– ideé.

Ella abrió uno de los muebles y mientras yo fui calentando el agua.

Después echamos los macarrones y optamos por jugar al UNO mientras se hacían los macarrones.

De cinco partidas que echamos, gané dos, así que que no se pensara que no iba a pedirle revancha.

Estuvimos preparando la comida y luego nos sentamos a comer.

Al acabar le pedí la revancha, aunque no sirvió de mucho porque me ganó otras dos veces más y decidí que era mejor dejar de jugar por su integridad física.

𝐓𝐎𝐘𝐆𝐈𝐑𝐋 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora