XVI

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El día del juicio contra mis padres había llegado.

Gavi había tenido que salir por un partido que tenían, así que solo estaba yo con el abogado.

Se me hacía raro no tenerle aquí para infundirme el valor y fuerza que me daba siempre.

Al llegar a la sala del juicio, dejé mi bolso en uno de los asientos en la parte de atrás. Entonces vi llegar a la hermana y a los padres de Gavi.

Me desearon suerte y yo les sonreí como agradecimiento.

Me senté al lado del abogado y entonces vi a mis padres llegar acompañados de su abogado.

Entonces tragué saliva, encontrándome mal de repente. Me temblaban las piernas y me costaba respirar.

El juez llegó y tras sentarse en el estrado golpeó con el martillo de madera sobre la mesa.

– Se declara abierta la sesión. Por el Señor Secretario se va a dar lectura a los escritos de acusación y defensa.– murmuró el juez.

El secretario leyó el motivo de mi denuncia y entonces se hizo un silencio en la sala.

– Pónganse en pie los acusados.– dijo el juez.

Mis padres se levantaron de sus asientos y miraron al juez.

– Se les informa de su derecho a no declarar contra ustedes mismos y a no confesarse culpables. Si van ustedes a declarar, respondan a las preguntas del Ministerio Fiscal.

Ellos asistieron y yo me limpié el sudor de las manos en mis rodillas desnudas.

– ¿Juran decir la verdad, y solamente la verdad?– preguntó el juez.

Mis padres asintieron y entonces el juez miró a mi abogado quien se levantó y se acercó hasta la mesa de ellos.

– Señores Nuñez, se les ha acusado de abandono a una menor y de malos tratos. ¿Es verdad?

Mi padre agarró su micrófono y miró fijamente a mi abogado.

– No.

– ¿No? ¿Entonces porque mi clienta ha decidido presentar la denuncia justo al cumplir la mayoría de edad? Si no hay malos tratos, no hay denuncia.

– Nunca han habido malos tratos hacia ella.– murmuró mi madre.

– ¿Han educado a su hija de manera verbal entonces, señora Nuñez?

Mi madre parpadeó varias veces y entonces carraspeó.

– ¿De manera verbal?– preguntó.

– Con el debido respeto señoría, creo que los acusados no entienden el concepto de la educación de manera verbal.– murmuró mi abogado.

– Explíquelo.– ordenó el juez.

– ¿Ustedes han hablado con Lia de manera tranquila y la han educado charlando con ella?

– Por supuesto que sí.– contestó mi padre.

– ¿Nunca han usado la violencia contra mi clienta?

– No.– respondió mi padre.

– ¿No le han amenazado?– preguntó mi abogado.

– No.– volvió a responder mi padre.

– Señoría, tengo pruebas.– murmuró mi abogado.

– Muéstrenmelas.

Mi abogado volvió a la mesa y agarró dos cintas. En una estaba el vídeo de aquella cafetería con mi madre y en otra las grabaciones en casa de Gavi con mi padre.

El juez introdujo las pruebas en un reproductor y se vio el video de la cafetería en una pantalla.

Vi a mi madre fruncir el ceño, indignada.

Yo cada vez estaba más nerviosa, porque esta vez era mi turno.

Tras ver los vídeos, mi abogado volvió a sentarse a mi lado y entonces el de mis padres se levantó para acercarse a mí.

– Lia, ¿jura decir la verdad, solamente la verdad?

– Sí, lo juro.

– ¿Nunca tuvo confianza con sus padres?– preguntó el abogado.

– No.– respondí.

– ¿No crees que es raro que unos padres no sepan apenas nada de su hija con dieciséis años?

– No.– repetí.

– ¿No cree que usted fue la que intentó algo en cuanto al señor Noriega para poder salir de aquella casa?

– ¿Qué?

– Responda, señorita Nuñez.

Las manos empezaron a temblarme y entonces miré al juez.

– Necesito un minuto.

No esperé a que me lo concediera, simplemente me levanté y salí pitando al baño.

Me miré al espejo y me eché a llorar.

Esto era demasiado para mí.

De repente sentí unos brazos sobre mis hombros, por lo que me giré y vi a Gavi delante de mí.

Abrí los ojos y le abracé antes de que pudiera hablar.

– ¿Qué haces aquí? Te he visto salir corriendo.

– No puedo.

– ¿Qué no? Claro que puedes, llevas años luchando por librarte de tu pasado ¿no? Pues ya sabes.

– ¿Y si no gano?

– Para mí ya has ganado Lia.

Me besó la frente y le di una pequeña sonrisa y entonces asentí.

Salimos del baño y entonces volvimos a entrar en la sala.

Gavi saludó y se sentó al lado de sus padres.

– ¿Está usted mejor?– preguntó el juez

– Sí.

– Pues conteste a la pregunta que le hizo antes

– No. Nunca intenté nada con el señor Noriega, porque aunque no le contase nada a mis padres, era feliz viviendo allí. Después de lo ocurrido decidieron que no querían volver a verme en la vida y me echaron de casa con dieciséis años. Sí, señoría, acabé trabajando en un club de alterne para poder sobrevivir, hasta que conocí a mi novio, que me sacó de allí. Nunca hicieron nada por contactar conmigo y saber mi versión sobre lo ocurrido, por lo que yo tampoco les escribí a ellos.

El juez me miró fijamente y entonces levantó el martillo y golpeó la mesa con él.

– Señor abogado, puede usted retirarse. Visto para sentencia.

Miré a Gavi que estaba detrás de mí y me sonrió.

Mi abogado me acarició el hombro y me animó.

Cuando el juez volvió nos miró a todos los presentes en la sala y tras carraspear, habló:

– Yo declaro a Juan Carlos y a María Nuñez culpables por abandono de un menor y abuso de poder con violencia y amenazas. Por ello, deberán pagarle una indemnización de sesenta mil euros anuales y una condena de cuatro años en prisión. Se levanta la sesión.

Tras escuchar aquello mis ojos se abrieron y entonces cuando los jueces se levantaron me fui corriendo hasta Gavi para lanzarme sobre sus brazos.

Él me agarró mientras me daba besos en la cabeza.

– Sabía que lo ibas a lograr. Eres una campeona.

– Gracias.

Él me sonrió y entonces supe que la afortunada era yo.

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Eeepaaaaaaa.

𝐓𝐎𝐘𝐆𝐈𝐑𝐋 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora