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Después de pensar mucho en lo que deseaban comer terminaron llegando al mismo restaurant al que fueron solo horas atrás, no había una sola duda por parte de ambos en que la comida de ahí era deliciosa, pero Jisung le debía una disculpa a cierto mesero de aquel lugar y si el pelinegro no estaba dispuesto a aceptarlo, sería muy incómodo para él volver a ir. Era una persona que el castaño no volvería a ver, pero nunca antes se comportó grosero con alguien a quien apenas conocía y no se podría permitir el mismo solo ignorar lo ocurrido.

—Hola, bienvenidos— el animado pelinegro los recibió en la entrada mientras llevaba un par de platos en sus manos— tomen asiento en un momento voy.

Para suerte de ambos la mesa que ocuparon esa mañana se encontraba libre, lo que era un alivio ya que la vista que ofrecía no la tendrían en ninguna otra mesa.

A comparación de la mañana el lugar se veía con más movimiento, así que trataron de ser pacientes hasta que Hyunjin se acercara por cuenta propia.

—Les dejó esto— Hyunjin les entregó un menú a cada uno y se perdió de nuevo entre las mesas sucias y la nueva gente que llegaba.

—¿Que nadie más trabaja aquí?— se cuestionó cuando veía a Hyunjin correr de un lado a otro y la figura del pelirojo caminar sin parar en la cocina.

—Deberíamos ayudarlos— propuso Jisung.

—Pero no sabes nada sobre ser mesero— le recordó su esposo— eso ya lo sé, pero algo que se me da muy bien es la música— señaló una guitarra que estaba recargada sobre una pared a pocos metros, era claro que pertenecía al hombre sentado junto a ella pero no perdía nada con preguntar.

—Iré a pedirla— se armó de valor— tú si trabajaste alguna vez como mesero, así que encárgate de ayudar al chico.

—¿Y si no te la presta que harás?.

—No creo que se niegue, además algo más se me ocurrirá.

Jisung se puso de pie y caminó hasta estar junto al dueño del instrumento, mientras que Minho caminó entre las mesas levantando platos sucios y dejando un par de menús a los nuevos comensales.

—Buenas tardes señor— la voz de Jisung llamó su atención— ¿es usted el dueño de la guitarra?.

El hombre miró el estuche que descansaba tras él y con sus ojos escaneo al castaño.

—Si.

—¿Le importaría si la tomó prestada por un momento?— mostró una amplia sonrisa.

El hombre no se veía muy convencido, pero antes de poder negarse Jisung lo interrumpió.

—planeo cantar un par de canciones, solo eso— aclaro— y si es que llego a recaudar dinero se lo daré junto con su guitarra.

—Tómala— accedió con más curiosidad de lo que podría tocar que interés por el posible dinero.

Hyunjin logró ver la figura de Minho recogiendo mesas mientras llevaba unos platos que serviría y no pude sentirse más agradecido, o eso pensó cuando una voz llamó la atención de todos, el ambiente que se sentía un poco tenso se calmó de repente y las miradas pasaron al castaño de la guitarra.

—Hola, mi nombre es Lee Jisung y esta tarde me gustaría cantar un par de canciones para ustedes— su voz resonó por todo el lugar— ¿conocen la de Home de Michael Bublé?

Con los nervios a flor de piel y con solo esa canción rondando por su mente en ese momento las manos de Jisung se posicionaron y golpeando las cuerdas, la melodía comenzó a sonar acompañada de su voz.
La gente no dejada de mirarlo con asombro, los había hechizado con su increíble voz, lo que permitió que tanto Hyunjin, Minho y Jeongin tomaran ventaja sobre la situación y terminaran de limpiar y servir casi todas las mesas.

—Les debemos una— Hyunjin agradeció a Minho dando unas palmadas en su hombro.

Una ola de aplausos sonó por el lugar cuando Jisung terminó las otras dos canciones, sentía mucha vergüenza pues solo tocaba en su grupo de música pero hacía más de nueve meses que dejó de asistir, la nostalgia lo invadió repentinamente, no recordaba el momento en que decidió que dejaría de hacer todo eso que le gustaba.

Aún con vergüenza Jisung regresó la guitarra a su dueño y agradeció muchas veces, algunas personas se acercaron para darle algo de propina y todo ese dinero como prometió anteriormente se lo entregó al hombre, quien de inmediato lo rechazó.

—Lo que vi fue realmente increíble, quédatelo— el hombre le sonrió y Jisung le regresó la sonrisa.

Ya con el ambiente un poco más calmado regresó a su mesa donde Minho ya lo esperaba sentado.

—Ji tú voz es única — alago el rubio.

—Eso y una disculpa es lo menor que puedo hacer para ayudar al chico después de mi mala actitud.

Minho sonrió al ver de nuevo esa persona comprensiva que era Jisung, su amabilidad no le permitía dejar las cosas así y siempre buscaba la manera de arreglar sus cabos sueltos, el Jisung que se mostró antes no era para nada al que estaba acostumbrado, si no el alegre y carismático chico que se pondría a cantar de la nada en un restaurante.

—Pidan lo que quieran— se acercó Hyunjin con un par de bebidas— cortesía de la casa.

La pareja sonrió y miró el menú por unos minutos antes de decidir su comida.
Ordenaron y esperaron con paciencia hasta que les fue entregada y como era de esperarse al igual que el desayuno la comida estaba deliciosa.

—Hola— una voz desconocida los llamó a ambos— se que antes no tuve la decencia de presentarme, mi nombres es Yang Jeongin, dueño y cocinero de este lugar— sonrió el pelirojo— no tengo palabras suficientes para agradecerles su ayuda hace un rato, de verdad pensé que colapsaríamos— Jeongin extendió un sobre frente a los dos.

Minho y Jisung saludaron mostrando sus sonrisas, estaban un poco curiosos sobre qué era aquel sobre así que Minho señaló a Jisung para que lo tomara.

—Oh no podemos aceptarlo— se apresuró Jisung a regresar el sobre con dinero.

—Es lo correcto, ustedes ayudaron.

—No lo hicimos por recibir una paga— aclaro Minho.

—Insisto— Jeongin intentó darles de nuevo el sobre pero la pareja escondió las manos.

—Es un agradecimiento por rentarme la cabaña de tu tío— soltó Minho— Hyunjin me comento que tu rápido ofreciste el lugar para nosotros y ciertamente te debo yo más a ti.

El pelirojo sintió vergüenza de ser descubierto, era verdad que ofreció la casa, pero no todo era obra suya, cuando Hyunjin lo dejó solo para atender a los nuevos comensales la puerta de servicio se abrió dando paso a su padre que venía con una bolsa llena de ingredientes que previamente le pidió en la mañana antes de dejar la casa, él le contó cómo había conoció a un joven amable hace un rato y lo mucho que le había agradado, además de ayudarle a cargar su troca con las rejas que más tarde llevaría a las afueras del pueblo. De inmediato supo que se trataba del rubio que vio hace minutos y cuando alcanzó a oír su situación no dudó en ofrecer la casa en una renta accesible, en realidad era la amabilidad de Lee Minho la que comenzó esa cadena de buenas acciones.

Crónica de un matrimonio fallido (minsung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora