Capítulo 18

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El camino de la habitación del príncipe hasta los calabozos ha sido, sin duda alguna, el más largo y tortuoso para Alana. Seguía de cerca a James, sabía que el caballero lo estaba guiando por el camino más seguro que pudo encontrar, pero eso no le quitaba el sentimiento de traición.

Sabía que James no recordaba nada de ellos, de él, lo tenía más que claro y aun así le dolió su reacción. El hecho de que lo tratara como cualquier otro pirata, como si fuera el peor ser del mundo, le partió el corazón.

Se detuvo de golpe cuando se dio cuenta de que James había dejado de correr, abrió la puerta que ocultaba las escaleras que bajaban hacia los calabozos. Esperaron unos segundos para asegurarse de que no había ningún guardia antes de comenzar a bajar, pero antes de que Alana pudiera llegar a la base, James volvió a sostener su muñeca, esta vez con mucha más delicadeza.

El pirata buscó la mirada entre los negros cabellos del Caballero, pero solo pudo ver una lágrima recorrer la pálida mejilla del pelinegro. Alana sintió como su corazón se apretaba, pero no hizo ni dijo nada.

Solo esperó.

— Lo siento... —dijo James entre sollozos—. Lo siento tanto Alana, no sé cómo no pude...

Alana lo observó con sorpresa, pues el Caballero logró recordar su nombre.

— ¿James?

— Lo siento, te olvidé, olvidé todo... ¿cómo pude?

Para el pirata era más que claro lo que estaba ocurriendo, no sabía cómo, pero el Caballero había recuperado sus memorias y ahora se culpaba por sus actos.

— Por las barbas de Neptuno...

Susurró Alana antes de aferrarse a James, como si el pelinegro fuera a olvidar todo de nuevo en el segundo que lo dejara ir. Pero era distinto para el Caballero, pues lo único que podía pensar era en que habían lastimado a Ariel por su culpa y le había dicho cosas horribles a Alana.

El pirata se separó para acunar el rostro de James entre sus heladas manos y obligarlo a mirarlo a los ojos. No sabía cómo comenzar, pues había mucho que contar y mucho más que explicar, lo único que tenía claro era que debían actuar ya.

— Es una larga historia... —le dijo—. Debemos sacar a Ariel de este lugar y llevarlo con Eric.

Aquellas palabras lograron despertar algo en James, frunció el ceño y su mirada se perdió en la nada. Alana lo observó con preocupación, pero lo que no sabía el pirata era que James se acaba de acordar de una catástrofe y que la noticia que tenía para él solo empeoraría la situación.

— ¡Alana, Eric se va a casar con Vanessa!

Dijo contagiando su desesperación al pirata, quien abrió los ojos con sorpresa.

— ¿Quién es Vanessa?

Preguntó con obvia confusión, pero el pelinegro ya no estaba frente a él. De inmediato, se acercó a James cuando éste se apresuró a abrir la reja del calabozo donde se encontraba Ariel.

— Anoche, Eric estaba tocando la flauta en la playa, pero se veía... perdido. —comenzó a explicar el Caballero—. Hasta que... escuchó una melódica voz que venía desde la orilla de la playa.

— ¿Una... voz?

— Sí... Alana, era la voz de Ariel. Pero ninguno lo sabía.

— ¿La conocían? ¿A Vanessa? —preguntó con desesperación.

— Nunca la había visto, era una joven de cabello castaño... y sus ojos eran color violeta.

— ¿Violeta?

𝙻𝚊 𝙵𝚞𝚎𝚗𝚝𝚎 𝙳𝚘𝚛𝚊𝚍𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora