Capítulo 16

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Las palabras de Alana seguían rondando en los pensamientos de Ariel y el triste rostro de su hermano seguía atormentando su débil corazón, pues la bruja Úrsula no solo lo había borrado de los recuerdos de Eric, sino que había borrado a toda su tripulación pirata de su memoria y de la memoria de toda la marina real. James incluido.

El pelirrojo estaba furioso, la bruja había hecho el trato con él, no tenía ni debía involucrar a terceros. Había hecho trampa y, por su culpa, sentía que había traicionado la confianza de su hermano y había lastimado sus sentimientos. Y aunque Alana no estaba enojado con él, eso no lo hacía sentir mejor.

Sabía que era la mejor de las situaciones, pero ahora tenía una segunda oportunidad para enmendar el pasado. Si por él fuera, dejaría ir a Eric, porque sabía que estaría mejor sin él. Pero para Alana era una historia distinta, su hermano quería a James, se había enamorado del Caballero y de su extrovertida personalidad. Ariel no lo culpaba y jamás lo obligaría a renunciar a sus sentimientos, muy por el contrario, Alana ya había sacrificado mucho por él.

Ahora era su turno.

Lyane le había dado el mejor de los regalos y lo iba a aprovechar al máximo, solo necesitaba planear sus siguientes pasos. En su mente, hizo una lista de todo lo que podrían hacer y de todos los peligros que deberían enfrentar.

Lo más importante era encontrarse con Eric, pero para eso debería burlar a la guardia real. James, por sobre todo, era el mejor Caballero y sería el primero en detener a Ariel. Y, si eran realistas, había una gran probabilidad de que él lo asesinara antes de siquiera poder ver al príncipe.

Además, el viaje de vuelta a Inglaterra les tomaría a lo sumo un día y medio más, lo que los dejaba solo con la mitad de los días que Lyane les había dado. Alana se estaba encargando de seguir a una distancia prudente el barco real, mientras que Scuttle estaba en su camarote con el objetivo de armar algún plan.

Estaban planeando cómo entrar en el palacio cuando el peliblanco le preguntó lo más importante y para lo cual no tenía solución. Por lo menos, aún no.

— ¿Qué harás cuando lo veas si solo recuerda tu voz?

El pelirrojo abrió la boca con la intención de contestar, pero recordó que no podría. Acostumbrarse a estar sin voz era más difícil de lo que esperaba y no sabía si alguna vez lograría hacerlo. Solo esperaba poder arreglar todo y recuperar no solo eso, sino también la memoria de James. Y aunque se siga mintiendo y trate de engañar a sus propios sentimientos, era más que obvio que también esperaba recuperar el corazón de Eric.

Tenía más que claro que debía entrar solo. Uno podía pasar desapercibido, dos era un riesgo y tres era firmar la sentencia de muerte. Solo Ariel podía entrar y rezaba por poder llegar al corazón de Eric sin necesidad de decir su nombre.

Scuttle pareció entender el silencio, sabía que su capitán se había perdido en sus pensamientos, pero estaba enormemente preocupado. Todo aquel que estuviera a bordo de El Trevil sabía que al peliblanco no le interesaba su bienestar, solo le importaba que sus amigos estuvieran bien. Ver como sufrían sin poder hacer algo al respecto, le partía el corazón.

Una suave mano se posó sobre su hombro, cálida y reconfortante. El peliblanco giró levemente para encontrarse con la segura sonrisa de Sebastián, aquella expresión que poco a poco se acostumbraba a ver más seguido.

Se puso de pie y dejó un suave beso en la mejilla del pelinegro antes de salir del camarote, acto que Ariel ni siquiera percibió.

— Entonces... —comenzó a hablar Sebastián—. ¿Algún progreso?

Ariel se sobresaltó ante la voz que interrumpía sus pensamientos. Elevó la mirada y se encontró con el músico de su barco. Negó con la cabeza a la vez que dejaba escapar un suspiro y le entregó su diario donde iba anotando sus ideas, cualquier cosa que pudiera ser de utilidad para crear un plan infalible. O, al menos, un plan que asegurara llegar al interior del palacio, del resto se encargaría él.

𝙻𝚊 𝙵𝚞𝚎𝚗𝚝𝚎 𝙳𝚘𝚛𝚊𝚍𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora