Capítulo 19

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Scuttle era consciente de que su graznido era el peor de todo, razón por la cual lo utilizaba para molestar a su querido Sebastián, pero aun así eran más que eficaces al momento de comunicarse con otras especies o con otras gaviotas.

Voló por diferentes lugares cerca de la orilla, mientras llamaba la atención de todas las especies que podía encontrar a su paso. Rodeó los sauces llorones para llamar la atención de las aves, sobrevoló la laguna costera despertando la atención de los flamencos y los roqueríos para hablar con otras criaturas marinas, entre ellos otros cangrejos, algunas camadas de peces, delfines y lobos marinos.

— ¡Deprisa! ¡Emergencia! ¡Vengan conmigo!

Gritó, lo que alarmó aún más a las diferentes especies que prestaban oído a sus palabras. Sin pensarlo dos veces, comenzaron a seguir a la gaviota hacia el barco.

Mientras más cerca estaban, más pesado se tornaba el ambiente. La gravedad les impedía avanzar con rapidez y les costaba respirar con normalidad, era la maldad que emanaba de la bruja misma. No se necesitaba ser un genio para saber que Úrsula había realizado tratos con criaturas impensables, tan oscuras como la misma noche, lo que provocaba que su aura fuera del negro más venenoso de ambos mundos.

Pero Scuttle no se detendría, jamás lo haría, porque esta misión sería de vida o muerte para Ariel y eso era lo más importante ese momento. Cuando comenzó a sobrevolar el barco, vio como en plena cubierta caminaba la chica morena del brazo del príncipe heredero, de Eric.

Todos los invitados se encontraban a los costados de la larga alfombra roja de terciopelo, tenían los ojos cerrados y la cabeza levemente inclinada hacia adelante, un acto solemne que indicaba respeto y apoyo.

Pero Max, el valiente y fiel compañero perruno de Eric, no estaba para nada contento con su decisión. Los animales tienen un sexto sentido, mucho más desarrollado que los humanos, por lo que presentía que algo no andaba bien con la futura esposa de su amo. Le gruñó cuando pasaron cerca de donde se encontraba, a lo que la castaña le sonrió con malicia y sus ojos se iluminaron con intensidad.

Max dejó salir un chillido de terror ante la imagen de la malvada chica vestida de blanco, pero nadie más que el pobre animal se había dado cuenta de lo perversa que era.

Continuaron avanzando, a paso lento y elegante, hasta llegar a popa, donde lo esperaba el anciano Sacerdote encargado de realizar la ceremonia, el mismo que había casado al padre de Eric, el rey, en sus años de juventud.

— ¡Queridos hermanos y hermanas!

Alzó la voz el Padre, para dar inicio a la ceremonia. Fue la señal para Scuttle, era ahora o nunca. Sabía que Ariel se dirigía al lugar y que estaba a una corta distancia, pero también sabía que aquella pequeña diferencia le podía costar el éxito de la misión.

Flounder estaba a cargo de llevar a su capitán hasta el navío, pero con tanto tiempo como humano y con la gran distancia que debía recorrer en poco tiempo, se le era cada vez más difícil el llegar al barco.

— ¡No te preocupes! —le dijo al pelirrojo para calmar sus nervios, o talvez los suyos—. ¡Lo lograremos!

Ariel deseó con toda el alma poder responderle, porque sabía que Flounder, su más preciado amigo, estaba igual de aterrado que él. Solo lo observó con preocupación e intentó calmar su tembloroso corazón, debía ser fuerte. Ahora más que nunca.

— ¡Ya casi llegamos!

Ariel suspiró con dificultad y centró su atención en el sol, que comenzaba a ocultarse en el horizonte. Dejó que el barril lo llevara por el agua, pero no despegó la mirada de la enorme y fogosa estrella. Aunque, lo que ignoraba, era que la estrella era observada por alguien más. No como Ariel, no con esperanza, no. Sino que lo observaba con altanería, pues el sol era clara evidencia de su triunfo, o eso pensaba.

𝙻𝚊 𝙵𝚞𝚎𝚗𝚝𝚎 𝙳𝚘𝚛𝚊𝚍𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora