Capítulo 4

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Horas después, el océano se había calmado y los piratas podían ver los restos de lo que alguna vez fue un espléndido barco real, debían admitirlo. El segundo de El Trevil verificó que todos los hombres que estaban en el agua ahora estuvieran a bordo, o la mayor parte de ellos.

No era de extrañar que ocurrieran tormentas en el mar, pero esta no era una normal y, lo que más le sorprendió, fue la explosión, los había tomado por sorpresa. Agradeció haber dejado a Flounder y a Scuttle en el barco, gracias a ellos El Trevil no corrió peligro cerca de las llamas del barco real y logró salir de la tormenta a tiempo.

Dirigió su atención a su tripulación por última vez y vio que todos seguían moviéndose para poder ayudar a los marineros. El rubio pensó por unos momentos en lo improbable que era que un grupo de piratas salvara la vida de marinos de la realeza.

Una vez que verificó que todos obedecían las órdenes al pie de la letra, se giró rápidamente y entró al camarote del capitán, Ariel le había indicado a James que recostara al príncipe en su cama y le quitara la ropa mojada, mientras él le entregaba la polera y el pantalón más grande que tenía.

Pero Alana solo podía preocuparse de su capitán, se acercó al pelirrojo y le ayudó a quitarse la camisa mojada para luego pasarle una seca.

— ¿Qué crees que haya sido eso? —le preguntó su capitán recibiendo la camisa.

— No tengo idea... —negó, pero su mirada quedó fija en el colgante perlado con la forma de una cola de sirena que llevaba Ariel.

— ¿Sentiste algo? —preguntó en casi un susurro.

El rubio se quedó en silencio unos momentos y lanzó una mirada fugaz hacia donde se encontraba James.

— Ariel, esto no fue algo natural.

Ahora era momento del pelirrojo de quedar en silencio. No podía negar que todo fue muy raro, una catástrofe así, justo en el cumpleaños del príncipe, era realmente extraño. Se rascó la nuca antes de regresar su atención hacia su hermano.

— ¿Qué sentiste?

— Magia... magia oscura. No era como- no logré identificarla.

El pelirrojo recordó el estado en el que estaba Alana durante la tormenta. Era como si alguien lo hubiera golpeado en la cabeza y hubiera estado a punto de desmayarse. De hecho, de no ser por James, Alana hubiera caído en el piso y quizás qué le hubiera pasado. Le debían una.

Todo fue muy rápido y confuso, no había nada claro, solo que estaban vivos. Pero eso no calmaba al pelirrojo, así que recurrió a lo último que podía.

— ¿Crees que puedas descubrir algo en la arena?

Para sorpresa de algunos, y para el beneficio de otros, el rubio tenía poderes mágicos. Poderes que habían salvado a los piratas en más de una ocasión.

Cuando Alana tenía siete años, una bruja llegó a conocerlo y le ayudó con sus habilidades. Desde pequeño, el rubio era capaz de predecir cosas, incluso tenía sueños premonitorios, pero no sabía cómo controlarlos.

Por esta razón, la bruja le dio arena sacada directamente del más allá, de aquella tierra desconocida para la mayoría de los seres vivientes, y le hizo seleccionar objetos que él sintiera que se ajustaban a su alma. Alana no comprendió bien a qué se refería, pero seleccionó diferentes conchas y piedras preciosas que él considero importantes.

Pasó años practicando con ellas hasta que fue capaz de predecir sucesos que iban a ocurrir dentro de dos o más días, y revivir sucesos pasados desde otros puntos de vista. Nunca pudo ver lo que ocurriría dentro de minutos, pero sí los sentía.

𝙻𝚊 𝙵𝚞𝚎𝚗𝚝𝚎 𝙳𝚘𝚛𝚊𝚍𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora