Epílogo

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5 años después...

João 

Después de casi dos horas de vuelo, conseguimos aterrizar en Viseo. Había sido un vuelo bastante agotador. Mia, que ya tenía doce años, se lo había pasado durmiendo, pero Enzo, estaba que no paraba. Se había pasado todo el rato corriendo arriba y abajo del avión, gracias a dios que no había mucha gente. Con sus correteos y grititos, consiguió despertar unas tres veces a la pequeña Chloe, nuestra hija más pequeña, y Clara, había acabado bastante estresada.

Gracias a dios, cuando llegamos al aeropuerto, los tres estaban ya medio dormidos. Recogimos las maletas de la cinta, y fuimos a buscar a mis padres, que habían venido a buscarnos en dos coches diferentes. Salimos y el grito de Mia nos indicó que ya los había encontrado.

- ¡Yayos! - gritó mientras se lanzaba a abrazarlos

No pude evitar reírme de la situación y tomé con cuidado la mano de la que ya era mi mujer, que me dedicó una de esas sonrisas que hacían que el mundo se paralizara a mi alrededor. 

Nos acercamos a saludar, y mis padres, como no, se quedaron ensimismados con nuestros hijos, sobre todo con Chloe, que apenas tenía tres añitos.

- Ay, cielo, como te he echado de menos - le dijo mi madre a Clara mientras la abrazaba

- Eh, que tu hijo soy yo - reclamé haciéndome el indignado

- Si, pero la pobre a la que le ha tocado aguantarte a sido a Clara - bromeó ella

Las dos se empezaron a reír y yo las miré fingiendo un enfado, que se me pasó rápidamente cuando mi mujer se acercó a darme un beso en la mejilla.

- No te enfades, gruñón - me susurró en la oreja dedicándome una sonrisa

Finalmente nos subimos a los coches, Mia y Enzo se habían ido con mi padre, y Clara, Chloe y yo, fuimos con mi madre. Nos pasamos el trayecto contándole como iba nuestra vida en Barcelona, a pesar de que ella nos había venido a visitar tan solo tres meses atrás.

Llegamos a mi casa, y tras repartir habitaciones y guardar las cosas, mis padres se llevaron a los enanos para darnos un poco de tranquilidad. Por eso en ese momento estábamos los dos tumbados en el sofá.

Clara estaba con los ojos cerrados pero con su cara enfrente de la mía, yo le acariciaba con cuidado el pelo para que pudiera dormirse. De los dos, ella es la que más trabajaba, tanto con los niños, como con el club, tenía tanta suerte de tenerla en mi vida.

Me pasé un buen rato analizándola con detalle, sin duda era la chica más preciosa que había visto en mi vida, tanto por dentro como por fuera, ella era la única capaz de alegrarme el día tan solo con una sonrisa, ella era la única capaz de saber lo que me pasaba tan solo mirándome a los ojos, ella era la única que me quería sin importar las veces que yo la hubiera cagado. Y yo, yo no sabía que había visto ella en mi, pero daba gracias a Dios por ello, porque yo amaba a Clara más que nada en el mundo, más que nadie en el mundo.

- ¿Tengo algo en la cara o qué? - me preguntó ella abriendo los ojos y mirándome con una sonrisa

- Solo estaba apreciando la suerte que tengo de tenerte como mujer - le respondí

- Yo si que tengo suerte - me dijo antes de inclinarse para juntar nuestros labios

De repente escuchamos la puerta abrirse y un conjunto de gritos.

- ¡Papas! - gritó Enzo - Mirad que me ha comprado la yaya - nos ordenó mostrándonos un coche teledirigido

- Ala, mi amor - respondió Clara - ¿Le habrás dado muchos besitos a la abuela no?

Is it worth it? - João FélixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora