↬ Capítulo II

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VARJAK VOLTE. OH no.

Había cuatro gatos en lo alto del callejón. Grandes y musculosos felinos de pelaje corto y erizado. Avanzaban pavoneándose por la nieve, con las colas retumbando tras ellos.

—¡Es una patrulla de la banda de Sally Huesos!— siseó Holly.

Las sirenas sonaban en la noche de la ciudad. Pero Varjak y Holly no podían huir. Tam seguía en el vertedero.

—¡Tam, vamos!,— instó Holly.

Cludge gimoteó suavemente, agazapándose en la basura mientras la patrulla crujía por la nieve hacia ellos. Varjak podía saborear el miedo de su amigo en el aire frío y cortante. ¿O era su propio miedo, que le aceleraba el pulso y le ponía rígido?

Sally Huesos no estaba entre ellos, pero Varjak reconoció a dos de sus capitanes. Al frente de la patrulla estaba Luger, un gato gris de nariz chata y ojos inexpresivos. Parecía perfectamente tranquilo y aplomado, pero en cada uno de sus pasos se percibía la amenaza de la violencia. Caminaba como si las calles fueran suyas.

Detrás de él acechaba Razor, un gato con rayas de tigre

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Detrás de él acechaba Razor, un gato con rayas de tigre. Era el doble de grande que Varjak: más alto, más ancho, más grande en todos los sentidos. Habían luchado la última vez que se encontraron. Razor tenía ventaja. Varjak había usado el Camino para defenderse, pero Sally Huesos había intervenido y puesto fin a la pelea, apartándolos a ambos con facilidad.

Varjak aún recordaba los ojos azules como el hielo de la delgada gata blanca, grabados a fuego en su mente; aún oía su voz, resonando en su cabeza: ¿Dónde aprendiste eso? ¿Quién te lo enseñó? Porque fue entonces cuando se dio cuenta de que el Camino no era sólo su secreto. Ella también lo sabía.

—Varjak Paw,— dijo Luger, con voz fría como el metal. —Y Holly. ¿Qué hacéis vosotros dos aquí? ¿Otra vez causando problemas?

—Oh, no,— dijo Holly. —No hay ningún problema.— Su voz era tan grave como siempre, pero sus bigotes estaban rígidos por la tensión. Por encima de ellos, la farola crepitaba y chisporroteaba.

Detrás de Luger, Razor fruncía el ceño. Tenía la cara llena de cicatrices.— ¿Ahora andas con perros?,— dijo, descarado y alto.— ¿No sabes lo malo que es eso? Es como para ponerse enfermo.— El resto de la patrulla miró a Cludge y flexionó las garras. El gran perro parpadeó.

—Cludge no te hará daño,— dijo Varjak, tratando de sonar tranquilo, aunque sentía el estómago apretado y la boca seca.

—No hablaba contigo—, espetó Razor. Su cola se agitó arrogantemente en la nieve.— El Jefe nos ha enseñado cómo tratar a los perros. No intentes nada, vPerrito, ¡o saldrás herido!

Cludge era mucho más grande, pero Razor parecía tan seguro de sí mismo. Ni siquiera los mires, Cludge, pensó Varjak. No queremos problemas. Sólo queremos que se vayan.

El Forajido Varjak Paw | SF SAID |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora