↬ Capítulo IV

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VARJAK SOÑÓ.

Soñó que estaba de pie en una montaña al amanecer. El aire sabía agudo y dulce, a menta silvestre. Todo parecía más brillante y claro de lo normal. Todo brillaba con la silenciosa luz del sol. El cielo era tan claro y azul que podía ver las estrellas, aunque era de día.

Un gato viejo estaba a su lado. No era grande, pero algo en él parecía peligroso. Su pelaje era azul plateado y sus ojos ámbar, como los de Varjak. Era Jalal: el antepasado de Varjak, a quien conoció en sueños, y que le había enseñado el Camino.

—¿Dónde estamos, Jalal?,— dijo Varjak.

—Las montañas de Mesopotamia,— dijo Jalal.— Estamos en la cima del mundo. Todo empieza aquí.

Señaló un arroyo plateado que brillaba bajo ellos bajo el sol. El arroyo desembocaba en un río que serpenteaba por colinas y valles, haciendo que el mundo reverdezca de vida. A orillas del río, a lo lejos, brillaba una ciudad.

—Estabas ahí abajo la última vez que nos vimos,— dijo Jalal.— Abajo, en el suelo, con todos los demás. Pero ahora, ¿ves dónde estás?

Varjak miró a su alrededor. Estaban completamente solos en la cima de la montaña. El azul del cielo era deslumbrante, el silencio le oprimía los oídos y el aire de menta salvaje le mareaba. Estaban demasiado alto, más alto que el sol.

 Estaban demasiado alto, más alto que el sol

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—¿Qué hago aquí, Jalal?,— dijo. —Conozco las Siete Habilidades, sé todo lo que me has enseñado, y aquí estoy, en la montaña más alta-

—¿La montaña más alta?,— interrumpió Jalal, con los ojos brillantes de diversión.— Bueno. Tal vez estés aquí porque tienes más cosas que aprender. Cuando llegaste a Mesopotamia, no eras más que un gatito indefenso.

—Entonces no sabía nada. Pensaba que quería ser un gran luchador.

—¿Y ya no lo deseas?,— dijo Jalal. —Eso es bueno. Porque los verdaderos grandes luchadores saben que hay cosas más poderosas que luchar. Ver, por ejemplo.

—No quiero ser un luchador,— espetó Varjak. El viejo gato se limitó a mirarlo con calma.— De todos modos, ver no es poderoso,— murmuró.— Todo el mundo sabe ver.

—¿Sí?,— dijo Jalal. —¿Sabes ver, y aún así dices que estás en la montaña más alta?

Varjak miró hacia abajo. Vio las colinas y los valles. Miró hacia arriba y vio el cielo, con estrellas tan claras como el día. No había montañas sobre él, sólo cielo.

—Así es,— dijo. —La montaña más alta.

—Hmm,— dijo Jalal.— Tienes mucho que aprender. Ahora mira lo que hay detrás de ti.

Varjak se dio la vuelta y nunca olvidaría lo que vio.

Toda una cadena de montañas se alzaba sobre él. Eran increíblemente enormes y blancas. Sus caras escarpadas llenaban el cielo: enormes, incognoscibles, un misterio perfecto. Y él sólo estaba en la cima más baja.

—También hay más montañas más allá,— se rió Jalal, —y más, aún más altas, al otro lado.— Si miras en la dirección equivocada, nunca las verás. Pero arriba, en esas montañas, tal vez aprendas qué es más poderoso que luchar. Así que ven ahora, Varjak Paw. Ven a escalar conmigo.

 Ven a escalar conmigo

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El Forajido Varjak Paw | SF SAID |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora