011: 𝙇𝙖 𝙘𝙚𝙣𝙖 𝙙𝙚 𝙡𝙤𝙨 𝙘𝙖𝙩𝙤𝙧𝙘𝙚 𝙋𝙩.2 ૢ✧

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— ¡Ah! — caminando, Kyoko se encontró con la persona que tenía un año menos que ella y lo saludó

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— ¡Ah! — caminando, Kyoko se encontró con la persona que tenía un año menos que ella y lo saludó. — ¡Hola! ¡Espera! ¡Esperaaaaa! ¡Nanami! — siguió gritando y corriendo para alcanzarlo, y cuando lo hizo, se detuvo frente a él.

— Buenos días. Pareciera que quieres decirme algo.

— Sí, hoy es un día algo importante para mí. Quería hablarte antes de irme.

— ¿A dónde?

— A casa. Estaré allí una semana, así que si alguien pregunta, puedes decir eso.

— Entiendo. ¿Y me querías hablar específicamente a mí para eso?

— Nah, es por otra razón.

— ¿Cuál?

— Tengo un hermano que tiene el mismo nombre que tú.

— ¿Tienes un hermano que se llama Kento?

— Sí, es mi hermano mayor. Kento Miura. ¿No es gracioso cuando lo piensas así, jaja?

— No realmente.

— Bueno, eso era todo. ¡Hasta luego!

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Más atrás en el pasado.

El nacimiento de Kyoko.

Siendo la treceava de su familia, Kyoko nació — más que en una familia — en una especie de culto. Sus doce hermanos mayores, ajenos al mundo y la realidad de las que sus progenitores los privaban, recibieron con los brazos abiertos a la recién nacida en su grupo, sin saber los cambios que esta traería consigo.

La madre de la familia celebró, exclamando y sollozando, el nacimiento de su séptima hija.

— ¡Lo sabía! ¡Yo lo sabía! — gritaba, levantando en sus brazos a la bebé que sólo sabía reírse en su ignorancia. — Yo siempre supe que podía dar a luz a una mensajera de dios. ¡Aunque acabas de nacer lo sé! Tienes el poder de las cartas, ¿verdad? No tienes idea todavía, pero serás muy, muy importante, Kyoko.

Fue así como su vida dio inicio. Después de ese evento se decidieron a no tener más hijos, pues haber obtenido una hija con el poder de escuchar las cartas era ya el regalo más grande que podrían recibir; sin embargo, dos años después, su madre dio a luz una catorceava bebé a la que le dio el nombre de Kiara. A pesar de no haber planeado tenerla, jamás se plantearon deshacerse de ella y la criaron como al resto de sus hijos. Excepto por un pequeño detalle. Ella no tenía casi nada de energía maldita. La misma cantidad que producía cuando era un bebé se mantuvo igual mientras fueron pasando los años, y sus padres llegaron a la conclusión de que Kyoko debió llevarse todo el poder que quedaba para recibir de su madre en su familia. Ella era, al ser mensajera de dios, la más fuerte de sus hermanos y hermanas. Las cartas, consideradas un objeto sagrado, absorbían la energía maldita de su usuario, creando un vínculo invisible e irrompible entre ambos que le permitía a la persona escuchar lo descrito como "voces" que les indicaban que hacer y pasaban en sus mensajes los deseos de su dios. No eran con exactitud un objeto maldito, pues no tienen energía maldita propia, pero los adultos en la familia también niegan que se traten de una herramienta maldita. A pesar de eso, están "legalmente" — por decirlo de alguna manera — clasificadas como una herramienta casi maldita. En la ausencia de un usuario, no tiene poder propio, y se alimentan exclusivamente de la energía maldita de su dueño. La razón por la que los padres de Kyoko son tan reservados al respecto es porque hay muchos factores a considerar para poder clasificar las cartas. Después de encontrar un usuario se alimentan de su energía maldita en todo momento; incluso cuando no están en batalla. Utilizan ese poder para poder manifestar su conciencia y comunicarse con el usuario a través de las voces. Desde el año en que los reciben, las cartas se van imbuyendo de esa energía de manera involuntaria durante todo el ciclo de vida del usuario, y cuando esa persona fallece, las cartas vuelven a ser un objeto común. Desechan la energía que llevaron tanto tiempo recolectando y esperan a su siguiente usuario, normalmente nacido varias generaciones después. Nori Miura, madre de Kyoko, no obstante afirma que las cartas tiene conciencia propia incluso en su periodo de espera de un nuevo usuario, por lo que no deberían considerarse objetos comunes durante ese tiempo. Ellas tienen conocimiento, conciencia y voluntad, por lo que pueden percibir el momento exacto en que nace su siguiente dueño. Al ser revelada toda esta información, se les consideró un objeto muy peligroso como para ser poseído por una familia en la que no confiaban, pero siempre se le negó a la escuela de hechicería o a cualquiera de los tres clanes acceso a ellas, argumentando que se trataban de una reliquia familiar obtenida hace cientos de años y que nadie tenía derecho a quitarles su única fuente de comunicación con su dios. A los altos mandos por supuesto les pareció ridículo, y hasta cierto grado preocupante, pues aquellas cartas tienen orígenes cuestionables. "Las creó un ancestro" es la versión barata que les daban y que estaban seguros que era mentira. La versión verdadera era la que le enseñaron a Kyoko. La historia cuenta que a uno de sus ancestros, al borde de la muerte, dios se le apareció frente a sus ojos y le entregó las cartas como regalo; asegurándole que ellas serían su guía y llevarían en ellas su voluntad, compartiendo con ellos, mortales, el conocimiento para alcanzar la salvación incluso después de la muerte. Esa salvación, sin embargo, era alcanzada sólo siguiendo sus deseos, y a pesar de haber logrado salvarse, su ancestro se dio cuenta de que alcanzar su meta requería de muchos sacrificios. No sólo de manera retórica. Al regresar con su familia, su ancestro compartió con ellos el conocimiento sagrado que los llevaría a la salvación eterna, y se ofreció a ser el camino para las almas de todos sus seres queridos hacia el reino de dios. Fue de esa manera que empezaron a formar sus tradiciones y creencias alrededor de la llegada de aquellas carta que se negaban a entregar a cualquiera que no fuera mensajero de dios.

𝙈𝙖𝙮𝙤𝙧 𝘼𝙧𝙘𝙖𝙣𝙖 - 𝘾𝙝𝙤𝙨𝙤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora