Cap. 17

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Ya me estaba preparando para la boda, me había puesto un lindo vestido negro pegado que marcaba mi figura, tacones negros no tan altos, rizos, boina pequeña, pendientes.

Me estaba terminando de maquillar en el baño cuando entra Mattheo.

Mattheo: Disculpa, toqué tu puerta pero no escuchaste.

t/n: No te preocupes —le sonreí por el espejo.

Mattheo: ¿Ya... ya estás lista? —oprimí una risa.

Por último me puse el pinta labios y tomé mi bolso guardándolo.

t/n: Ahora si —él sonrió—, que guapo te ves.

Me acerqué acomodando su moño.

Mattheo: Tu te ves espectacular —beso mi mejilla—. ¿Nos vamos?

Yo asentí y me extendió la mano, la tomé e hicimos la aparición en la colina de la madriguera. A la vista se veía la gran carpa blanca.

Caminamos un poco entre el pasto hasta llegar encontrando a Harry, Ron, Fred y George en la entrada.

Desde ahí se veían en su interior hileras e hileras de frágiles sillas, asimismo doradas, colocadas a ambos lados de una larga alfombra morada; y los postes que sostenían la carpa estaban adornados con flores blancas y doradas. Había atado un enorme ramo de globos también dorados sobre el punto exacto donde Bill y Fleur se convertirían en marido y mujer. En el exterior, las mariposas y abejas revoloteaban perezosamente sobre la hierba y el seto.

Fred & George: t/n y... —sonrieron luego miraron a mi acompañante y dijeron en tono más seco— Riddle.

Mattheo: Weasley's.

Mire a Harry que tenía la apariencia de un muggle pelirrojo, quise reírme.

t/n: Potter, te ves más ancho —lo mire, Harry abrió los ojos con impresión.

Ron: Primo Barny —me corrigió, yo lade mi sonrisa.

t/n: Por supuesto —lo seguía mirando fijamente.

Harry: Ya basta t/n —asentí con media sonrisa.

t/n: ¿Ya se encuentra aquí mi padre?

Fred: ¿Hablas de Quién-tu-sabes?

George: De su padre —nos señaló a Mattheo y a mí. Rodeé mis ojos.

t/n: Mi padre biológico, bobos —ambos sonrieron risueños.

Fred: Cuando yo me case —dijo tirando del cuello de su túnica—, no armaré tanto lío. Podrán vestirse como lo deseen, y le haré una maldición de inmovilidad total a nuestra madre hasta que haya terminado todo.

George: Esta mañana no se ha portado demasiado mal, a fin de cuentas —la defendió—. Ha llorado un poco por la ausencia de Percy, pero, bah, ¿Para qué lo necesitamos? ¡Vaya, prepárense! ¡Ya vienen!

Unos personajes vestidos con llamativas ropas multicolores iban apareciendo, uno a uno, por el fondo del patio.

Pasados unos minutos, ya se había formado una procesión que serpenteó por el jardín en dirección a la carpa. En los sombreros de las brujas revoloteaban flores exóticas y pájaros embrujados, mientras que preciosas gemas destellaban en las corbatas de muchos magos. A medida que se aproximaban, el murmullo de voces emocionadas fue intensificándose, hasta ahogar el zumbido de las abejas.

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