Cap. 18

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Dorotea: Señorita t/n —entro a mi habitación con dos sobres en la mano—, tengo las muestras.

Yo la miré sorprendida por el espejo mientras terminaba de ponerme mis zapatos.

t/n: ¿Cómo conseguiste un mechón de Theodore? —fruncí el ceño.

Dorotea: Tengo mis contactos —guiño un ojo—. Bajemos con Reginald.

Asentí con nerviosismo. Aprovecharía que Mattheo estaba con Azael para llevarle las muestras a Reginald (el médico de la mansión), que prepararía la poción que verificaría al padre de mi bebé.

Dorotea: Esperemos que sea el joven Mattheo —susurró.

t/n: Claramente será él —mi corazón latía con rapidez mientras caminábamos.

Dorotea: ¿Y por qué se hará la prueba entonces? —me miró contrariada.

t/n: Tiene que ser él, con Theo lo hice una vez y con Mattheo...

Dorotea: No quiero saber —aclaró.

t/n: Bien.

Llegamos hasta la puerta del consultorio en el primer piso, estaba abierto, Reginald levantó la vista y nos indicó que pasáramos.

t/n: Esto es confidencial Reginald —dije sentándome en el sillón alterada—, no se puede enterar nadie, ni mi padre, ni Azael, ni Mattheo.

Reginald: Por supuesto señorita t/n, tranquilícese por favor —yo asentí temblorosa—. ¿Las muestras?

Dorotea: ¡Ah, por supuesto! —se las extendió rápidamente.

Reginald: La poción consiste en mezclar algunos ingredientes con su mechón de cabello señorita t/n, esperar alrededor de 24 horas a que se disuelva, luego poner el mechón de los dos muchachos y el que no se haga cenizas será el padre, lamentablemente ese proceso tarda alrededor de cuatro semanas...

t/n: ¿Cuatro semanas? —grité atónica.

Dorotea: Le dije que la hiciera hace mucho —la fulminé con la mirada.

Reginald: Se que parece mucho tiempo, pero cuando menos pensemos la llamaré para darle el resultado.

t/n: Preferiría que me lo escribiera en un pergamino y me lo mandara con Dorotea sellado, si no es mucha molestia.

Reginald: Sabe que no —sonrió.

t/n: Bien, muchas gracias Reginald —hice media sonrisa y me levanté de la silla—, con permiso.

Reginald: Creció tan rápido —dijo antes de que yo saliera, me detuve a mirarlo, su mirada era nostálgica, yo bajé la mirada con un suspiro y salí con Dorotea.

Caminábamos en silencio hasta que topamos a Mattheo de frente, nos miró a ambos y observó que veníamos del consultorio de Reginald.

Mattheo: ¿Está todo bien? —me miró de pies a cabeza—, ¿Ocurre algo?

t/n: No, no ocurre nada —negué de inmediato.

Dorotea: La señorita t/n se sentía un poco mal —Mattheo me miró.

t/n: Me cayó de peso el desayuno cariño, no fue nada grave —mentí.

Mattheo: Okay linda —tomó mi mano y la acarició—, tenemos visitas.

Dorotea casi brinca de la impresión y ambas nos miramos diciendo al unísono: —¿Visitas?

Mattheo: Bueno, más bien traje invitados —fruncí el ceño.

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