Capítulo 31: Charla de chicas

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Dejé el móvil de lado, acababa de hablar con papá. Me contó que se había mudado de casa esta mañana. Así que luego de hablar con él llamé a mamá para saber qué cómo estaba también.

Por supuesto me dijo que estaba bien, que ellos estaban bien, que solo sus diferencias ya eran muchas y para no llegar a peores preferían tomar distancia. Yo también traté de mostrarme serena ante la noticia para no preocuparlos a ellos. La verdad los entendía y repetiría su decisión ante todo.

—Ya está hecho. —Susurré para mí misma.

Mis ojos estaban en el techo y parpadeé para dejar salir la lagrima que se deslizaron hasta perderse tras mi sien.

Mis padres siempre fueron el ejemplo de todo lo que quería en una relación. Yo si creía que su amor iba a durar para siempre.

Si. En el fondo soy una romántica empedernida, pero hace tiempo dejé de creer en los para siempre.

A medida qué pasa el tiempo me percato de que la gente se cansa. Se cansa de las cosas y se cansa de las personas, que el amor si se acaba y la gente cambia y también se va.

Que nada en esta tierra es para siempre.

Los toques en la puerta me hicieron girar sobre mi cuerpo quedando ahora boca abajo. Me limpié los ojos antes de invitar a pasar a quien sea que estuviera fuera.

—¿Ya te acostaste? —Julie entró y cerró detrás de ella. Ya llevaba su pijama y trenza para dormir.

—Aún no. —Golpeé el colchón para que se acercara.

Ella llegó a donde estaba y ahí fue que noté que sus ojos estaban rojos y algo hinchados.

—¿Qué pasa? —Me senté y ella me imitó, pero evadiendo mi mirada en todo momento. —¿Porqué estaba llorando?

Esas palabras fueron con un detonante, porque se llevó la mano a la cara y empezó a secar las lágrimas que corrían por sus mejillas.

Yo puse mi mano en su espalda y empecé a frotarla.

—¿Quieres hablar al respecto?

Ella negó.

—Es una tontería. No me hagas caso.

Yo me bajé de la cama y me puse se cuclillas frente a ella.

—Yo respeto que no querías hablar de lo que está pasando, pero no creo que una tontería te ponga así. No minimices tus sentimientos. Ellos tienen una razón de ser y merecen que los exteriorices y les des valor.

Julie me miró y se tomó un tiempo antes de por fin soltar un suspiro que acompañó con un pequeño sollozo.

—Me gusta Anthony —dijo, como si acabara de descubrirlo.

Yo asentí cuidadosamente.

—Si, lo sé. —Le sonreí y dejé que prosiga.

—Y tengo miedo.

Tomé sus manos.

—¿De qué, exactamente?

—De lo mucho que me gusta. Me asusta lo mucho que lo pienso y que quiero hablar con él y verlo todo el tiempo. Que ando sonriendo como tonta e imaginándome un millón de escenarios de algo que no existe. —Julie suspiró y lágrimas siguieron bajando por sus mejillas. Ella estaba realmente sensible.

—Te asusta la intensidad de tus sentimientos, ¿no?

Ella asintió.

—Y que que me esté enamorado sola.

Eso último lo dijo más bajo.

—¿Crees que no eres correspondida? —Le pregunté. Ella volvió a asentir.

—No sé, él es muy lindo conmigo, pero puede que sea solo eso, que sea un chico lindo y yo me esté enamorado cuando él solo está siendo amable conmigo.

Yo me lo pensé mucho antes de hablar.

—¿Quieres saber qué pienso yo? —Otro asentimiento. —Por lo poco que he visto, puedo decirte que Anthony no te quita los ojos de encima. Y la manera en que te mira le avergonzaría si se viera desde afuera. —Ella me miró. Ya no lloraba, pero tenía los ojos brillantes y  más hinchados de antes. —No puedo asegurarte lo que siente, porque tienes razón, a veces asumimos cosas, pero eso es lo que veo.

—¿Qué debería hacer?

El suspiro ahora salió de mi. Yo no creía ser la mejor para dar consejos de amor. Mi últimas únicas dos relaciones no terminaron tan bien que digamos y ahora mismo no sabía si estaba en condiciones, pero...

Hasta que el verano nos vuelva a juntar Where stories live. Discover now