Capítulo 52: Ding, dong. Las cosas del amor

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Los días después de eso transcurrieron sin que me diera cuenta. Ya el surf era parte de mi día a día. Cuando no tenía clases iba a practicar a la playa. La verdad empezaba a disfrutarlo. La sensación de libertad que te proporcionaba no se parecía a nada que hubiera experimentado.

Anthony y Julie habían empezado a salir desde entonces y me tenían que vomitaba flores y corazones, pero me alegraba por ellos.

Hablaba cada día con mis papás y ya sabía que iban a venir a pasar la última semana de verano acá, como lo hacíamos antes.

Había ido dos veces a visitar a la abuela Charlotte, ya podía ir sola porque era muy cerca. La cosa es que ella últimamente se estaba sentido mal, problemas de la prision y eso.

—Tienes mejor color que cuando llégate, ya no está tan pálida y delgada. Así me gusta. —Me había dicho en una de las vistas.

Y luego me había dado el suéter que me tejió, era precioso, mitad azul mitad blanco.

—Me encanta, Yaya. Muchísimas gracias. —Le había besado la arrugada la mejilla de esa maravillosa mujer.

—No de hay de qué, mi niña. Hace tiempo que no tejía con tantas ganas. Así, que ambas salimos beneficiadas aquí.

Tenía unos días sin verla y ya tenía ganas de volver a visitarla. Mis abuelas de ambos padres habían fallecido ya, así que extrañaba este tipo de relación. Era hermoso tenerlo con ella.

Hoy era domingo e iríamos de picnic con los chicos. Según me dijo Julie, iba a ser en un parque cercano e iríamos el pequeño grupo de Anthony, Levi, Bryan, Mía, Julie y yo.

—Jugaremos béisbol, comeremos y pasaremos una tarde de lo más agradable.

—Ustedes sí que no se aburren en verano. —Eso lo dijo Lana desde el teléfono. Estábamos en video llamada con ella.

—Debes venir con Lily el próximo verano. Te la pasarás muy bien.

Julie y Lena se habían conocido hace una semana y ya tenían sus números y chismeaban sin mí y todo.

—Lo estoy considerando seriamente, la verdad. Y dime, ¿Qué tal todo con Anthony?

Yo sonreí. Si que estaba al tanto de todo.

—Él es mejor de lo que imaginé. —Julie suspiró y se acosto en el suelo, quedando con la cara frente al teléfono. —Es tan lindo, y atento y me cuida tanto y... ya quiero ya seamos novios.

—¿Porqué aún no lo son? —Preguntó Lena.

—No queríamos apresurar las cosas, ¿sabes?, salir primero, ver cómo funcionamos siendo más que amigos y luego formalizar.

—Y según tú la llevan muy bien.

—Más que bien. El hecho de que fuéramos amigos antes lo facilita más.

—¿Qué ventaja tiene eso? —Pegunté yo.

Lana se estaba pintando las uñas de los pies, mientras echaba rápidos vistazos a la pantalla.

—Yo creo que sería raro salir con un amigo muy cercano —dijo esta.

—Supongo que no aplicará para todo el mundo, pero en mi caso es el hecho de que conoces a esa persona y puedes confiar en ella. —Aclaró mi prima.

—Las personas que conoces también pueden lastimarte, y ahí es cuando duele mas. —No quería ser pesimista, pero la mayoría de la gente era una mierda.

—Si, pero a lo que voy es que tener una relación con alguien con quien te sientes segura y en confianza, ayuda mucho a que la relación avance sin tanta inseguridad y desconfianza. ¿Me explico?

—Te entiendo perfecto, chica. Tú sigue adelante sin miedo. Que si es un buen muchacho ustedes estarán muy bien. Y si crees que estás lista para dar el siguiente paso y formalizar, trata de ver si él también lo está y ya. —Lena ahora estaba acostada de espaldas, con sus pies levantadas en dirección al abanico del techo.

—Gracias, Lena. Eres mi gurú del amor.

—¡Oye! Yo pensé que era tu gurú del amor. —Fungí estar ofendidas.

—Tú eres mi terapeuta personal. Cada quien tiene su importancia aquí, no te preocupes.

Nosotras sólo nos reímos.

Hasta que el verano nos vuelva a juntar Where stories live. Discover now