Capítulo 14 - Encubriendo la mentira

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 Halley estaba viviendo una nueva experiencia, aquella de hacer algo prohibido, algo que según ella no debía hacer.

 Porque sí, estarse besando con un chico en la biblioteca del colegio en donde cualquier persona los podía ver era una cosa, pero ellos no se estaban simplemente besando.

Hunter había metido sus manos bajo la falda de Halley, tocando la piel de sus muslos.

Pero cuando él empezó a subir hasta sus glúteos, ella se asustó.

Se separa de él rápidamente. Respira de forma agitada.

Él se pasa una mano por el cabello. Luego mira a Halley, quien le oculta la mirada.

—¿Qué sucede? —pregunta curioso.

—Esto no está bien —responde ella sonrojada.

—¿Qué no está bien?

—Eso que estábamos haciendo.

—Eso es algo totalmente normal.

—Pero no está bien.

—¿Y quién lo dice?

Ella se más aparta de él.

—Será mejor irme.

Se va.

Más tarde estaba en su habitación muy confundida.

 ¡Oh Dios!, ¿qué había pasado con ella? Jamás había tenido pensamientos tan impuros como los que tuvo en la biblioteca con Hunter. Cuando él la estaba besando, ella sintió algo inexplicable, algo que nunca había sentido.

 ¿Qué era eso? ¿Por qué todo su cuerpo le pedía más en ese momento? Era como si algo le quemara por dentro.

 Lo que no sabía ella, quien fue criada bajo doctrinas religiosas, era que aquello que sentía era algo totalmente normal. Aquello era su sexualidad aflorando y queriendo liberarse, pero ella desconocía de todo eso.

¿Cómo podría saberlo, si hasta hace poco no había besado a ningún chico?

 Aquel diablo no solo había tomado su primer beso, sino que ahora le provocaba todas aquellas sensaciones "indebidas".

Jade se acerca a ella, sacándola de sus pensamientos.

—¿Quieres? —dice ofreciéndole un paquete de galletas Oreo.

Halley sonríe y lo toma.

—Gracias.

Jade se sienta a su lado.

—¿En qué tanto piensas?

—En nada.

—¿En el chico de los besos en la biblioteca? Dime, ¿quién es?

—¿Para qué quieres saber?

—O sea que sí existe —pregunta su amiga con intriga—. ¿Lo conozco?

Halley se pone roja.

—Basta, Jade.

—¿Por qué no me puedes decir?

—Porque no.

—Mmm... ¿Y ya lo hicieron?

Halley se atora con la galleta y tose.

—¡Jade!

—¿Qué? Solo te pregunté si ya lo hicieron.

Halley se acomoda el cabello tras la oreja luciendo muy nerviosa.

—No.

—¿Eres virgen, cierto?

—No es un crimen serlo.

ENAMORADA DEL DIABLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora