Capitulo 3

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Mientras que Liz estaba decidida a guardarse para su compañero, hablando con su Alpha para hacerlo entrar en razón, para que él también espere a su igual. Sam se encontraba en las celdas de castigo que tenía en su manada, Jonás le había informado que aquel hombre había ayudado a Shadai a escapar.

El lobo crujió su cuello y luego los dedos de sus manos, mirando fijamente al desterrado. Sam estaba sediento de sangre, quería matar a quienes permitieron escapar a su hermana.

—¿Sabes que haré una vez que te mate?.— caminó hasta el hombre que estaba amarrado con sus manos y pies extendidos en forma de cruz. —Iré a tu casa, me follaré a tu mujer y a tu hija.— una sonrisa macabra se dibujó en sus labios, mientras que el rostro de su víctima palideció.

—Señor, yo n..... yo no fui, yo....— sus palabras fueron reemplazadas por un grito de dolor, ante sentir el puño del lobo sobre su rostro. El crujir del hueso de su mandíbula retumbó en aquella solitaria celda.

—¿Dónde huyó mi hermana?.— rugió Sam, dejándole caer otro golpe, pero está vez en las costillas, dejando sin aire al débil hombre que luchaba por defenderse de la única manera que le era posible, hablando.

—¡N....no conoz.... conozco a su hermana!.— intentaba regularizar su aire, los golpes de aquel Alpha eran tan fuertes que en un segundo destrozó su rostro y lo baño de sangre.

Los ojos oro de Sam miraron a Jonás quien estaba sin decir una palabra. Sam era un lobo que se cegaba por la rabia y no le importaba matarte sin pena alguna. Pero también sabía que lobos como el prisionero que tenían amarrado, soltaban la verdad en el primer puñetazo. Camino hasta su Beta, notando el nerviosismo.

—¿Cómo sabes que ese bastardo ayudo a Shadai?.— Jonás miró con un poco de temor a su Alpha, dudando en que decir.

— Él estaba en los límites de nuestras tierras, con actitud sospechosa.— Sam lo tomo del cuello de su camiseta con fuerza.

—¡No me toques los cojones Jonás! ¿Me traerás a todos los que estén merodeando los límites de mi tierra?.— lo soltó con brusquedad y caminó hasta su prisionero. Iba a intentar una cosa más y por primera vez en su vida iba a perdonar aquella vida, si con la prueba que le iba a poner seguía sosteniendo que era inocente.

—Te quedarás un momento a solas, espero reflexiones. Cuando regrese lo haré con una preciosa sorpresa.— limpio la sangre en su remera blanca y salió de aquel lugar más cabreado que al inicio. Sospechaba de Jonás, pero también no podía creer que su Beta, su amigo y a quien veía como un hermano lo estuviera traicionado.

Caminó hasta la mansión, ante la atenta mirada de todas las personas que se encontraban merodeando el lugar. Su madre lo miró desde el pie de la escalera, ella se sentía cada vez más furiosa ante el temperamento de su hijo, corregirlo con amor ya no era suficiente, ella le rogaba a la diosa cada día que la luna de su hijo Sam llegará pronto y le hiciera ver las cosas de otra manera. Estaba cansada de verlo matar a personas que quizás no tenían culpa alguna.

—¿ A quién has asesinado ahora Sam?.— la mujer miró las manchas de sangre en la ropa y negó con su cabeza.

—¡A nadie madre!.— gritó sobresaltado a la mujer, que de inmediato bajo los escalones que le quedaban y lo señaló mientras eleva su rostro para mirarlo a los ojos. La diferencia de altura era notable, pero su madre aún era la Luna que estaba al mando en aquella manada, al menos hasta que llegue la compañera de su hijo. Por lo que la mujer tenía el mismo poder que él.

—¡A mí no me gritas Sam Walton!.— puso su dedo índice en el pecho duro del pelirrojo. —¡No sabes cuánto deseo que llegue una mujer y te baje esos aires de macho, ese temperamento del demonio que has heredado de mi padre.— el lobo sonrió de medio lado, tomo la mano de su madre y le dejo un beso en ella.

— Tranquila madre, no asesiné a nadie por ahora, solo fueron unos golpes. No pude acabar con su vida, cuando vi que quizás no era culpable.— frunció su entrecejo al escuchar lo que el mismo había dicho. Su madre elevó una de sus cejas algo confundida, ya que su hijo mataba sin piedad, sin razonar si era inocente o culpable.

—No se que pasa contigo Sam, pero siento alivio al saber que no le has arrebatado la vida a alguien hoy.— el lobo beso la frente de su madre y paso por su lado, para subir hasta su habitación. Necesitaba un baño, pensar y analizar a cada persona de su manada.

Abrió la puerta de su oscura habitación y camino directo al baño, quitándose la ropa, quedando completamente desnudo se metió bajo la lluvia artificial. Sus ojos estaban cerrados, su lobo lo sentía inquieto, algo no estaba bien y eso lo alteraba. Afirmó sus enormes puños en los azulejos y reposo su frente en ellos. Un dolor de cabeza lo estaba enloqueciendo, escucho en su mente a su lobo aullar y tras eso una visión invadió su mente, una silueta de una mujer pequeña corriendo, su cuerpo delgado bañado en sangre y su cabello volando al viento. Abrió los ojos sintiendo su corazón latiendo con velocidad.

—¿Qué coño fue eso?.— se sentía débil, algo que jamás había sucedido y eso para él fue alarmante. —¡Quizás solo necesito descansar o un buen coño que follar!.— caminó hasta su enorme cama y se dejó caer tal cual estaba, mojado y sin ropa. Cayendo en un profundo sueño, como jamás le había pasado. Aquella noche, pesadillas atormentaron el alma del enorme lobo.







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