Capitulo 11

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​​​​​Habían pasado varias semanas, Shadai había regresado a la manada, Liz se encontraba aún en el hospital y Sam, él no había regresado a verla. Liz se sentía decepcionada y a la vez tranquila. Primero necesitaba salir del hospital, quería verlo, sentía muchas emociones encontradas. Su madre siempre le había dicho que era especial, que jamás se sintiera menos, pero por alguna razón, saber que su compañero era un Alpha al principio la había hecho sentir menos y con temores. Pero durante esos días analizó todo lo que ella era, no era menos, ella era buena luchando, le gustaba preparar a los guerreros, no era débil y era capaz de ser compañera de un Alpha.

Las puertas de aquella habitación se abrieron, dándole paso a una cabellera de fuego y unos ojos azules.

—¡Shadai!.— grito con euforia la delgada mujer, al ver a su amiga ingresar a la habitación.

—¡Liz!.— dijo la bella loba, caminando rápidamente hasta su amiga, para darse aquel abrazo que tanto habían necesitado la una de la otra.

Pasaron gran parte del día hablando, compartiendo lo que cada una había vivido en el ultimo tiempo. Saber que Cicer estaba detrás de todo lo sucedido no les sorprendió a ninguna. Liz conocía a la bruja desde hace muchos años y le confeso a su amiga, que aquella mujer siempre tuvo un aura de maldad a su alrededor. Lo que Liz no le confesó a Shadai fue que había encontrado a su compañero, aún no lo conocía, solo recordaba muy poco de lo que había pensado que era un sueño.

(****)

ℕ𝕒𝕣𝕣𝕒 𝕃𝕚𝕫:

Ya estaba dada de alta, me encontraba caminando hasta el estacionamiento donde estaba el auto de mi padre, no estaba lejos de casa pero mis padres insistieron que caminando no. Ya esta totalmente sana, solo había permanecido en aquel lugar, para controlar que toda aquella droga que me inyectaron desapareció de mi cuerpo.

Subí al cómodo auto y nos dirigimos hasta mi hogar, estar de regreso es tan agradable, veo como Sharon mi hermana de 16 años corre hasta mi, dando un fuerte abrazo.

—¡Liz, por la Diosa!.— besa todo mi rostro, causándome risa. —No sabes cuánto te extrañé.— se aferra a mi cuerpo, mientras acarició su larga cabellera color oro.

—¡Ya estoy aquí!.— me sujeta de la mano y caminamos hasta mi habitación. Llena del amor de mi familia paso todo estos días. Y eso se siente tan agradable.

Habían pasado unas semanas ya me sentía preparada para regresar al campo de entrenamiento, necesitaba ponerme en forma, quería matar a Cicer, aquella bruja asquerosa me había dañado demasiado y no quería dejarlo así.

Trenzo mi larga cabellera roja, luego me coloco mis zapatos de entrenamiento y bajo las escaleras dispuesta a salir de mi casa, cuando mamá sale de la cocina con cara de pocos amigos.

—¡No irás a ningún lado señorita!.— Camino hasta ella y la abrazo con fuerza, se cuánto sufrió, pero también tienen que entender que debo seguir con mi vida y sobre todo matar a esa zorra.

— Necesito ir mamá, debes entenderme. Prometo que termina el entrenamiento y regreso.— miento, ya que después del entrenamiento quiero encontrar a mi compañero. Desde que salí de aquel hospital ese imbécil ni sus luces por aquí. Se que primero no quería verlo, pero deben entender que me sentía sensible en mi estado.

Mamá me deja partir, salgo de mi casa y camino lentamente hasta el campo de entrenamiento, saludo a cada persona que me encuentro en el camino.

Llegó a mi destino y me encuentro con todos los hombres que conozco desde siempre y a otros más que no se quienes son.

Cierro mis ojos al percibir aquel aroma que había quedado grabado en mi alma.

*Nuestro compañero* susurra Calista, después de tantas semanas vuelvo a escucharla.

-¡Calista has regresado!-.

*¡Si, ahora ve y búscalo, necesito conocer a nuestro compañero!.*

Camino dejándome guiar por aquel aroma que nos vuelve loca, llegó hasta un enorme hombre, que está de espalda, con su torso desnudo dejando ver la tienta en su piel, su espalda bañaba en pecas, su cabello rojo medio cobrizo. Siento mi corazón bombear con fuerza, me sudan las manos. Muerdo mi labio inferior al notar como gira lentamente dejándome ver aquellos faros color oro con los cuales he soñado todo este tiempo. Mi respiración se acelera, no puedo quitar mis ojos de los suyos.

—¿Qué necesitas?.— su forma borde de hablarme me baja de la nube dónde estaba. —¿Se te perdió algo niña?.— frunzo mi entrecejo, este lo que tiene de buenorro lo tiene de idiota.

—¡Si, que te quites idiota!.— paso por su lado y lo empujó con mi cuerpo, se que no lo moví ni un milímetro, pero es que ¿A caso el no siente que somos compañeros?. Tanto que había deseado verlo nuevamente. Aprieto mis labios en una línea, conteniendo las ganas de llorar.

—¡Las mujeres no fueron hechas para estar en el campo de entrenamiento!.— su voz provoca una electricidad por todo mi cuerpo, pero lo ignoro, quitando mi campera, para estar con mi cómodo conjunto deportivo, me giró con mi katana en mis manos y le sonrió con arrogancia.

—¿ Y según tu para que fuimos hechas?.— juego con mi arma entre mis manos, sin dejar de mirarlo, lo desafío, dándome cuenta como sus hermosos ojos recorren mi cuerpo.

—¡ Para follarlas!.— suelta el gilipollas. Camino hasta Yeuri, un moreno con el que suelo practicar, lo saludo y me pongo en posición de lucha, pero antes de comenzar mi entrenamiento miro al que aparentemente es mi compañero.

—¡Quizás las putas que te follas solo sirvan para eso, pero yo Aplha sirvo para eso y mucho más!.— comienzo la lucha con Yeuri, con un temblor en mi cuerpo, porque no se de dónde salió tal cosa. Yo soy una virgen idiota.





















TORMENTA Y PODER Donde viven las historias. Descúbrelo ahora