capitulo 16

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ℕ𝕒𝕣𝕣𝕒 𝕊𝕒𝕞:

Salgo de la habitación y bajo las escaleras, necesito con urgencia hacer algo para que se me baje está calentura, tengo la polla dura desde que la bese en la camioneta. Sus labios han dejado una sensación de cosquilleo en los míos. Subo a mi vehículo , luego de dejar a cargo a dos de mis mejores hombres para custodiar la puerta de mi habitación.

La sensación de mi polla dura, me está torturando mientras conduzco hasta el prostíbulo que suelo concurrir en busca de sexo. Parqueo mi camioneta y me bajo de prisa ingresando al lugar, saludando a uno que otro conocido. Este lugar es una mierda lo se, conozco al dueño, es uno de los nuestros, un bastardo que utiliza a las mujeres, muchas están aquí por decisión propia, pero otras son mujeres que las venden u ofrecen en forma de pago. Las mujeres con las que mantengo sexo, son de aquellas que trabajan aquí sin que nadie las obligue.

Camino hasta la habitación que suelo ocupar aquí, antes de salir llame para pedir a la morena con la que suelo follar. Cuando ingreso la veo en el centro de la enorme cama, desnuda y sus piernas abiertas de par en par, masturbando su coño, dándome una visión excitante y lujuriosa. Una de sus manos tira de su pezón, sin dejar de mirarme. Mojó mis labios con mi lengua, ella es una mujer exquisita, pero por alguna razón no provoca el deseo morboso que solía subirme cuando me esperaba de esta manera.

—¿Papi no comerá?.— sus labios rojos y aquella vulva chorreante me llaman. No puedo largarme sin haber follado a esta morena. Por lo que camino hasta ella, mientras me quito la camiseta y bajo el cierre de mi pantalón. La veo ponerse en cuatro patas, gateando hasta mi, mirando fijamente mi polla, ella conoce como despertar a la bestia, ella sabe que siempre la dejo saciada. Sus delgadas manos acarician mi vientre musculoso y bajan hasta la cintura de mi pantalón, para luego bajar y liberar mi polla, que está dura, claro que está dura, pero no por ella.

—¡Chupa de una puta vez!.— sujeto mi pene entre una de mis manos y con la otra la sujeto del cabello, obligándola a qué me haga una mamada, necesito que alguien me ayude con esto. *Tenemos a nuestra Luna, ella nos podría satisfacer como ninguna* Drake, lo ignoro y me concentro en los labios de la mujer que me está chupando con tanta devoción. Pero no provoca nada en mi.

—¡Detente, ya no!....

Grito cabreando conmigo mismo, me coloco mi ropa y salgo de aquella habitación más frustrado de como llegué. Subo a mi camioneta, cargado de rabia, golpeó con fuerza el volante de esta, descargando toda mi frustración.

—¡Maldita seas Liz, maldita seas diosa, maldita sea todo!.— grito con tantas fuerzas, que llegó a sentirme debilitado. ¿Qué mierda está pasando conmigo?.

(***)

Liz salía del cuarto de baño con su cuerpo envuelto en una bata, se sentía cansada, no sabía muy bien que iba a suceder, tenía una mezcla de emociones. Calista se volvía loca cuando compartían un mismo ambiente, pero las dos sabían que aquel lobo merecía una lección, sobre todo ella debía resistir al deseo abrumador que sentía cuando aquel lobo la tocaba. No quería entregarse a él, no de esa manera. Caminó hasta su equipaje y saco un pijama, lleno su cuerpo de su crema corporal, para luego cepillar su larga melena rojiza. Cuando estuvo lista, abrió la enorme cama y se metió en ella, colocando varias almohadas en el centro de esta, creando así una barrera que le impidiera tener contacto con el hombre que seguramente llegaría en unas horas.

Lo esperaría despierta, con la fiel idea de desafiarlo. Las cosas no se quedarían así.

—No sabes de lo que soy capaz Sam Walton.— susurro, mientras sonreía. Había tenido una intensa charla con su amiga Shadai antes de partir de la que un día fue su manada. Su amiga le había aconsejado, conociendo perfectamente a su hermano. Shadai no perdía las esperanzas de que su hermano recapacite, antes de enfrentar fuertes consecuencias.

Después de unas horas, escucho como quitaban el seguro de la puerta, para luego ver aparecer el enorme cuerpo de Sam, que la miraba con una mezcla de emociones. Liz inhaló profundo, dándose cuenta de que el aroma del lobo estaba mezclado con otro que a ella le provocó asco.

Sam sin dejar de mirar a la mujer comenzó a quitarse la ropa, caminado hasta su cama para así meterse en ella, pero la voz y el movimiento brusco que ella hizo lo puso en alerta.

—¡Qué descarado eres!.— gritó ella, Sam la miró de pies a cabeza, sintiendo aquella bruma cegadora de placer. — ¡Hueles a mierda!.— gritó fuera de si, mientras le lanzó una de sus almohadas.

—¿Qué cojones te pasa?.— la voz de Sam salió con fuerza.

—¡Me traes a este lugar, me obligas a dormir en tu misma cama, me dejas bajó llave! Y tú, tú eres un maldito cobarde Sam Walton, todo tú huele a zorra.— los puños de la loba se cerraron y comenzó a sentir como Calista comenzaba a tomar el control de ella. Los ojos de Liz cambiaban de verdes a un azul intenso. —¡En esta cama no te metes sin bañarte, maldito lobo asqueroso!.— se giró sobre sus talones y se fue hasta la puerta con la intención de salir de aquel lugar.

—¿Dónde crees que vas?.— rugió Sam, mientras caminó hasta ella, que giró y con todas sus fuerzas lo empujó lejos de ella.

—¡Tú no me tocas y me dejas salir o juro que te saco los ojos!.— el pelirrojo no volvió a tocarla, noto la lucha interna que tenía con su loba, sus ojos estaban cambiando. La vio salir de la habitación, para luego dejar caer un puño al espejo que se encontraba de su lado izquierdo. Sintiendo el calor de la sangre corriendo por su mano.

—¡Ella no podrá manipular nada de mi! Soy Sam Walton y una mujer no será quien me debilite









Sam Walton.

Sam Walton

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