Capítulo 1

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Ahí estaba yo, huyendo una vez más para evitar las preguntas de un chico al que ni siquiera conocía. Acababa de quitarle sus papitas en el bus, arrebatar sus audífonos para escuchar y criticar su música y terminar durmiendo recostada a su hombro sin siquiera haber preguntado como se llamaba; todo por encontrar a un chico que fuese como en los libros, de esos que llevaban su cabello negro despeinado, capaces de dar todo por la mujer a la que amaban, aquellos que encontraban su inspiración para la música en su amada.

—¡Al menos dime tu nombre! —gritó detrás de mí.

—¿Para que necesitas saberlo? —pregunté sin detener mis pasos.

—Porque tal vez debo llevarte al hospital, puede que estés drogada y te de una sobredosis, antes no parecías estar en tus cabales —dijo él con un tono de burla en su voz.

—Zoe, mi nombre es Zoe—                                                                      revelé girandome sobre mis pies, para encararlo frente a frente, tenía que aclararle a ese chico que no estaba drogada, aunque... tal vez me convenía fingir que sí para escapar de mis vergonzosos actos.

Una sonrisa de éxito se apoderó de su rostro al ver que me detuve y comenzó a correr hacia mí para acortar los pocos metros que nos separaban, me dediqué a observarlo detenidamente mientras se acercaba, su pelo era rubio muy claro, casi blanco, y unos ojos del mismisimo color del mar, tenía labios rojizos y a la vista parecían suaves y dulces, era bastante más alto que yo, poseía un hermoso cuerpo musculoso pero no algo exuberante, y su piel hacía juego con su cabello por ser muy pálida, en fin, sólo le faltaban alas para ser un ángel.

—Así que Zoe —dijo al llegar a mí y agarrarme de los hombros con la intención de denter una posible fuga de mi parte —¿Estás segura de que no necesitas atención médica?

—Estoy bien, ahora si me disculpas me tengo que ir a trabajar —repliqué safandome de sus manos he intenté seguir mi camino.

—¿Puedo saber dónde trabajas? —inquirió antes de que puediera dar un solo paso.

—Creo que eso tendrás que averiguarlo tú mismo —contesté sonriendo y heché a correr como la loca que era ¿por qué rayos se me ha ocurrido decirle eso? ni siquiera yo misma sabía lo que pasaba por mi mente.

Me sentía fatigada de tanto correr, decidí hechar un vistazo para asegurarme de que un jóven con aspecto angelical no me anduviera persiguiendo, aliviada de saber que no era así, normalicé mis pasos y seguí avanzando hacia mi centro laboral, distrayendome con cada cosa que veía y tarareando la primera canción que se me viniera a la mente.

No creo que existese persona que amara más su trabajo que yo ¿como no iba a amarlo? Tenía el honor de trabajar en una librería que abrió mi hermana hace unos años, cuando estaba ahí me sentía segura, podía decir que era mi lugar favorito en el universo, hablar con otras personas amantes de la lectura como yo me ayudaba a saber que no era la única fanática de los libros, incluso, podía conversar sobre mis "novios" literarios sin ser llamada estúpida demente.

Cuando me hallé frente a la librería tomé las llaves en mi mano y rodé la manecilla para poder abrir la puerta; lo primero que vieron  mis ojos al entrar fueron esas  estanterías llenas de historias en las que invertir tu tiempo para ser mejores personas y más cultas, aunque bueno, nunca negué que esas historias también subían las expectativas sobre los chicos y dejaban sin ninguna oportunidad de conquista a cualquier hombre que fuese real. Después de deleitarme observando el sitio me dispuse a caminar hacia mi mesa, desde donde atendía gozosa a cualquiera que amara la lectura tanto como la amaba yo.

Relajada, me senté en la cómoda  silla que compré hace unos días para remplazar la anterior; la nueva combinaba perfectamente con el azul cielo de las paredes de la librería, encendí un incienso para disfrutar de su aroma y después de reproducir mi playstis de Morat tomé un libro para comenzar a leer a la espera de algún cliente.

—Ahora si estoy lista para mis ocho horas de dulce trabajo —dije en voz alta para mi misma

—Pues aquí tienes a tu primer cliente —contestó alguien a mis palabras

—Bienvenido ¿puedo ayud...? —mi boca se quedó sin saber cómo continuar lo que estaba diciendo al ver a la persona que tenía delante

Creí que era alguien buscando libros pero él no parecía ser de esos chicos a los que les gustase leer.

<<¿Cómo rayos me encontraste? —pregunté analizando cómo pudo encontrarme en menos de una hora y sabiendo de mi sólo mi nombre

—Eso no es algo importante, solo he venido a presentarme, no lo hice antes y fue muy descortés; me llamo Noa señorita, aunque dudo que cuando salgas del efecto de la hierba puedas recordarlo.

Tal vez su físico no era como el de mis amores literarios pero sí que tenía lo de toca narices.

_¿Cómo tengo que decirle a este chico que no estoy drogada?_

Las heridas de Zoe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora