Gritos, golpes a la mesa, platos rotos; otra noche en mi "hogar". Corrí para encerrarme en mi cuarto como si fuese una niña asustada; vivía esta tortura día a día, a veces quería ir y gritarles en su cara que mi depresión era su culpa, que no se justificaran con la muerte de mi hermana porque mis pensamientos suicidas nacieron de sus peleas.
Cerré la puerta detrás de mí y me escondí entre las sábanas, lloraba pidiendo que se detuvieran como si ellos pudieran oírme, apreté mis manos con fuerza y le oré a Dios para que pararan de gritar.
-¡Maldita! ¿Esta es la porquería de comida que has hecho? -esbozó mi padre y de repente se escuchó otro crack de un plato quebrado -lo que tengo que hacer es largarme de esta porquería de casa
-¡Acaba de irte y no amenaces más! ¡Mi vida sería mucho mejor si tú no estuvieras en ella viejo estúpido! -le contestó mi madre y yo solo podía pensar que mi vida sería mucho mejor si ellos no discutieran a diario, sería mucho mejor si no estuvieran allí...
No recordé cuando ni como me quedé dormida, no sabía como fue que terminó todo pero mi cabeza dolía mucho de tanto llorar. Miré el reloj sobre la mesa y eran las tres de la madrugada, la pelea había cesado, aún así sentía esa sensación en el pecho de profundo dolor.
Mi mente comenzó a viajar al pasado, a los brazos que me abrigaron cuando Sara falleció, brazos que me dejaron poco tiempo después.
Te extrañé Nathan, sin tí y sin Sara no era nada, cuanta falta me hicieron siempre, vuelvan a mí por favor
Pedí pero él no podía escucharme, las lágrimas recorrieron mis mejillas y comencé a recordar su pelo negro y despeinado, esos ojos verdes que me trasladaban a la más pacífica parte del bosque, su voz dulce y soñadora, voz con la que cantaba canciones para mí. Pero mis pensamientos eran crueles, mis pensamientos me lastimaban y me llevaban hacia aquella noche en la que la vida dejó su cuerpo frío y pálido, tirado en una carretera.
Solo quería volver a abrazarte Nathan, no logré soportar estar lejos de tí ¿por qué te fuiste tan pronto? ¿Por qué lo hiciste si sabías que me había despedido de mi hermana unos meses antes?
Una madrugada más tirada en el suelo, lloraba desconsolada, una madrugada más donde pensaba en que todo acabaría si dejaba de vivir, una madrugada más luchando con el pensamiento de que la solución a mis problemas era dejar de respirar.
Me agarré el pecho como si eso fuese a sostener los pedazos de mi alma rota y me arrastré a esa esquina de mi habitación que guardaba tantos recuerdos. Necesitaba desahogarme, contarle todo a él y a Sara.
Tomé una hoja y con aquel bolígrafo que una vez Nathan me regaló me puse a escribirle una carta que sabía que él que nunca la leería:
Para el chico con voz dada del mismo cielo:
Nathan... fuiste injusto al irte de mi vida ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué no caminaste con más cuidado aquella noche de agosto y permitiste que ese cuchillo atravesara tu cuerpo? No sabes cuanto extraño tus abrazos, tus caricias, tu sonrisa ingenua y aquellas canciones que me cantabas a mitad de la noche en nuestro lugar favorito, en ese mismo lugar en el que me decías que ver las estrellas no tenía sentido si no era conmigo. No lo aguanto más, he tratado de cumplir esa promesa que les hice a ti y a Sara cuando la vida no quiso dejarme en el que fue mi último intento de suicido, pero las promesas están para romperse y siento que mi corazón me está pidiendo a gritos dejar de latir. Cuanto siento decepcionarte pero tú ya te has dormido en la muerte y no sientes, ni padeces y yo me encuentro sintiendo un profundo dolor, no seas injusto y déjame ocupar junto a tí mi lugar en la tumba.
Con lágrimas en los ojos y el alma quebrada:
La chica que te hizo encontrarle sentido al universoYa no había solución para mí, mi mente lo decidió así y yo estaba de acuerdo, esa vez no me equivocaria, saldría bien. Me levanté y dejando la carta que acaba de escribir junto a las otras que alguna vez hice agarré en mi mano esa cuchilla que traté de no tocar durante mucho tiempo, la pegué a mis venas y después de un largo suspiro...
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Las heridas de Zoe
RomanceElla era una chica llena de heridas, llena de sonrisas rotas corriendo tras sus deseos para encontrar las ganas de vivir. Él era el antídoto, la cura para los rasguños que se habían marcado en la piel de Zoe.