—¿Diga? —pregunté al ver que la llamada provenía de un número desconocido, y traté de que en mis palabras no se descubrieran mis soyosos
—¿Qué hace mi ratona drogadicta despierta a esta hora? —era él siempre llegando en el momento menos indicado
—Algo que no pude hacer gracias a tu interrupción —no sabía si eso era bueno o malo, pero definitivamente acabó con mis planes
—¿Y que era eso?
—Nada importante —contesté —¿De donde sacaste mi número y porque llamas a esta hora de la madrugada? —pregunté para cambiar de tema, a ver si con eso dejaba de insistir, no quería hablar sobre lo que me rondaba por la cabeza, no con él, solo con Sara y Nathan y con ellos ya no podía ser...
—No sé, tal vez lo colocaste en la agenda —dijo entre risas y me hizo recordar el comienzo de nuestra historia —y te llamo a esta hora para comentarte que en este instante terminé de leer el libro
Una agradable sensación caminó por mi ser, si se encontraba leyendo a esta hora es porque realmente le había gustado, pero nada podía quitarme el sabor amargo de esa noche.
—Entonces nos vemos dentro de unas horas en la librería, ahora si me permites voy a tratar de dormir —comenté y justo cuando iba a colgar volví a sentir su voz
—Sueña conmigo ratona drogadicta —esbozó con un tono seductor, no pude evitar sonreír y antes de decir nada más colgué volviendo a quedarme sola en la penumbra de mi habitación sumida en los pensamientos de antes
Tal vez si era un ángel, tal vez vino a salvarme porque de no ser por su llamada... de no ser por él estuviese tumbada en el suelo con mi sangre recorriendo todo el lugar, y lo que es peor, hubiese roto la promesa que le hice a Nathan, le hubiese fallado de no ser por Noah.
*******
Me encontraba más animada bailando un bals sola con la canción perfect de Edd Sheran de fondo, quedaban veinte minutos para abrir la librería y los estaba aprovechando de la mejor manera, dejándome llevar, sonriendo, bailando conmigo misma con los ojos cerrados, disfrutando de verdad, sin fingir.
—Bailas bien ratona —una voz me sorprendió y di un respingo asustada, la librería aún estaba cerrada
—¿Cómo entraste aquí?
—¿Te has drogado otra vez? No serraste con la llave al entrada—sonrió Noah y sacudió su cabello blanco con una de sus manos mientras estiraba la otra hacia mí —Tus movimientos son casi poéticos, no dejes de bailar por favor, y dame el honor de danzar este baile contigo —propuso con una sonrisa deslumbrante, sus cachetes se tornaron rojos de repente; el ángel se estaba sonrojando, aún así no quitó sus ojos azules de los míos, y caí, acepte su mano.
Dimos vueltas como dos locos, me sorprendió lo muy bien que bailaba, de Noah me sorprendían muchas cosas, como ese arte que tenía para hacerme sentir segura en sus brazos, como si estuviésemos en el cielo bailando entre las nubes, él trasladaba mi mente y yo me dejaba llevar.
Sus manos se entrelazaron en mi cintura y me atrajo un poco más a su cuerpo, no quedaba espacio entre nosotros, no quedaba más que su mirada y la mía. Rodee su cuello con mis manos dejandolas descansar en sus hombros, me sentía acogida y en ese momento sin darme cuenta hice de su calor mi lugar seguro. Su olor se impregnaba en mi nariz, olía a café con canela y me pareció exiqusito. No podía hablar, aunque no hacia falta, los gestos, las miradas, los suspiros ya decían todo.
De repente hundió su rostro en mi pelo y respiro con ganas como para guardar mi olor para siempre en su mente, susurró algo a mi oído pero no pude desifrar que y en ese instante no le pregunté, algo dentro de mí temía que se rompiera el momento y otra se asustaba por lo que estaba pasando, y es que ni yo misma sabía que significaba todo aquello, solo tenía claro que sentía muchas cosas, sensaciones nuevas corrían por mi cuerpo y yo me dejé arrastras.
Ninguno de los dos se dió cuenta aún de que la música hacía ya algunos minutos que había cesado hasta que la alarma de las ocho sonó sacándonos del sueño que vivimos despiertos.
—Hora de abrir la librería —Mencioné tomando distancia entre nosotros, ya no quedaban razones para seguir tan cerca...
De pronto el tomó mi mano y me jaló hacia su cuerpo nuevamente, me abrazó con fuerzas, y no pude desistirme a la comodidad que eso me proporcionaba.
—Déjame ser tú único cliente hoy, leamos juntos aquí, solos, bailemos y si me permites, abracemonos —rogó con la voz tornada de deseo, el mismo que sentía yo de permanecer todo el día junto a él; leyendo, bailando abrazados.
No le di respuesta, solo me dirigí a las estanterías y tomé un libro de poesía.
—Comencemos leyendo, abrazados... —sugerí dejando escapar una sonrisa y me tiré en el sofá en lo que él se acercaba y me acunaba desapareciendome en sus varoniles brazos.
Las rimas nos envolvían, sentir su voz leyendo aquellos versos poéticos me hizo sentir en casa, su olor me impregnaba, me estaba volviendo adicta al aroma de su piel.
—¿Zoe? —habló de repente
—¿Sí?
—Tú también hueles muy bien —me sonrojé como una tonta ¿Cómo sabía que me gustaba su olor?
—Yo no te he olido —me excusé
—Casi dejas mocos en mi pulover y dices que no me estabas oliendo —en esos momentos quería desaparecer de la fas de la tierra
—Está sonando una canción muy linda, deberíamos bailar —me levanté del asiento y me dirigí al lugar con más espacio de la librería para bailar
—Pero si no hay música puesta —dijo tratando de reprimir una sonrisa y yo solo tenía ganas de salir corriendo de ese lugar y esconderme bajo las sábanas de mi cama, que bochorno
—Es que... em... yo, yo la iba a poner ahora, si era eso, claro, pero ya va a sonar una canción perfecta así que vamos a bailar —cuando terminé de decir tonterías Noa soltó una carcajada y el sonido de su risa hizo que me olvidara de toda la vergüenza que sentía, era perfecta, su sonrisa, todo de él era perfecto
—Ven acá mi ratona drogadicta, no te levantes de este sofá porque quiero estar oliendo tu cabello toda la tarde, quiero sentir como inhalas cerca de mí para guardar en tus recuerdos algo mío —comentó acercandose a mí para llevarme al mueble y tumbarme junto a él.
Me jaló por el brazo y nuestros rostros quedaron muy cerca, tanto como que su boca tomó la forma de la fruta prohibida del Edén, en una tentación irresistible, tuve el impulso de acercarme un poco más y nuestras narices chocaron, Noa alzó la comisura de sus labios y no apartaba sus azules ojos de los míos cuando mi mirada solo podía ir de sus ojos a sus labios, él los humedeció suavemente y pude oír a la serpiente diciéndome que no pasaría nada por probarlos, que no me iba a volver adicta a ellos, y decidí acercarme un poco más, su boca y la mía rozaban y justo cuando Noa iba a besarme sonó su celular.
Maldita sea ¿no podían llamar más tarde?
Pensé pero la parte dentro de mí que no dejaba de amar a Nathan lo agradeció, estaba dividida entre mente y corazón, porque amaba a Nathan con todo mi ser pero Noa había empezado a colarse en mis venas, recorriendo junto a mi sangre desde el corazón a la mente, cada mínima parte de mi cuerpo.
—¿Pasa algo papá? —inquirió al levantar la llamada y en cuestión de segundos su rostro se puso pálido — ¿Pero cómo está? —dijeron algo desde el otro lado del teléfono —¡Joder! Voy para allá —exclamó llevándose una mano a la cabeza
—¿Qué pasa? —no pude evitar preguntarle, él giro para mirarme y me di cuenta de que gruesas lágrimas corrían por sus mejillas
—Mi-mi madre está muy grave —le temblaban esos labios que estuve a punto de probar
—¿No te ha dicho porqué?
—No ¡Joder! Zoe, tengo que irme, ya nos volveremos a ver —me avisó y lo vi irse rápidamente sin darme oportunidad de esbozar otra palabra
Me quedé en silencio, y una rara sensación me recorrió todo el cuerpo ¿de verdad le volvería a ver? Traté de alejar esos pensamientos de mi mente y lamentarme por lo que sucedió con su madre, pero esa incertidumbre no se alejaba ¿Será que regresará realmente?
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Las heridas de Zoe
RomanceElla era una chica llena de heridas, llena de sonrisas rotas corriendo tras sus deseos para encontrar las ganas de vivir. Él era el antídoto, la cura para los rasguños que se habían marcado en la piel de Zoe.