☃️12. Pesebre☃️

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Olwen

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Olwen

La casa de Camelia era tan bulliciosa como esperaba. Ella y su familia eran muy unidos, mientras los acompañaba a la mesa podía verlo claramente. Aunque muchos parecían discutir con sus hermanos, entre padres o entre primos, al fin de cada discusión terminaban riendo.

No había rencor en sus palabras, parecía ser caótico desde lejos, pero resultaba muy agradable. Una parte de mí envidiaba aquella calidez.

Sentado a la mesa de los Iclyn me sentía un poco fuera de lugar, no dejaba de pensar que quizá estaba interrumpiendo la dinámica familiar, pero la sonrisa de Camelia borró aquellas inquietudes.

—Olwen, la cena se enfría —murmuró ella en el asiento de al lado.

—No preocupes, podemos calentarlo en el microondas de la abuela —propuso su hermana.

—¿Microondas? Esta tontería no es buena —reclamó el abuelo de Camelia.

—Calma abuelo, ya lo sabes es una chatarra radioactiva la tiraremos mañana —mintió su primo—. Lo que no sabe es que la abuela, usa esa cosa para calentar su cena cada noche —añadió hacia mí en voz baja.

—¿Qué dijiste?

—Nada abuelo.

—Muchacho del demonio. No te atrevas a calumniar a mi amada Ela —reclamó el abuelo casi tumbando la mesa.

—Ya cálmense los dos —ordenó la abuela de Camelia, de una sola voz mientras permanecía sentada al lado de su esposo.

—Pero abuela, el abuelo comenzó —se quejó el pequeño primo de Camelia, me parece que se llama Mikel.

Mikel tenía los rasgos más parecidos a Camelia, no me sorprendía después de todo eran primos hermanos. Y era tan travieso como ella, pues antes de sentarnos en la mesa rompió varios adornos cerca del pesebre de la familia.

Con suerte la tradición humana que heredaron de sus abuelos siguió viva aquella noche.

—No me importa quien comenzó —le reclamó la abuela—. Muy bien Dori siéntate, y pide una disculpa a nuestro invitado. Tu también Mikel —ordenó a su esposo y a su nieto.

—Lo siento —dijo Mikel a regañadientes.

—No hay problema, las disculpas no son necesarias—respondí por inercia, pero realmente no sentía que la pequeña discusión fuera un gran problema.

—Si lo son joven, lo incomodaron no importa en donde estemos, siempre debemos ser cordiales con quienes nos visitan y con quienes compartimos la mesa. Muy bien hecho Mikel, ahora es tu turno Dorian —dijo la abuela mirando fijamente a su esposo.

—Pero mi querida Ela, Mikel fue el culpable, él empezó a difamarte y yo solo…

—Dije que no importa quien empezó —sentenció cortando de raíz las excusas de esposo.

—Me disculpó joven. Nuestra nieta Camelia lo invitó, pero no hemos hecho nada más que ser ruidos como hasta ahora —se disculpó el abuelo Dorian muy apenado de la situación.

—No se preocupe, me alegra que me invitaran, pero no quiero que se repriman o obliguen a actuar en concreto solo por mí. De hecho me sentí más cómodo entre ustedes cuando estaban hablando animadamente como antes —expresé con mis propias palabras, aunque tenía el presentimiento de que sería malentendido de algún modo.

—¿Entonces dices que quieres que te tratemos cómo parte de la familia? —preguntó la abuela con una sonrisa agradable dibujada en su rostro.

—Sí, por supuesto —respondí y me alegre de que me entendieran.

—Está es una buena noticia, por cierto ¿Qué tal te llevas con nuestra Lia? —preguntó Elara la abuela de Camelia.

—¿Con Camelia? En estos días estamos juntos la mayor parte del tiempo, así que…

—Sí, pero es por la profecía. Nos llevamos bien porque estuvimos juntos por la profecía —dijo Camelia interrumpiendo lo que yo iba decir.

—Camelia es muy agradable, desde que la conocí me siento cómodo con ella y quiero ser alguien de confianza a su lado —añadí porque sentía que debía aclarar el hecho de que éramos amigos, frente a todos.

Por alguna razón, después de decir aquello los demás empezaron a actuar ruidosos nuevamente y Camelia pareció llevar más color en sus mejillas que antes. Me pregunté si había cambiado su maquillaje en ese momento, sus mejillas parecían más rojas que antes, pero no se lo pregunté pues ella desvío la mirada y tomó un vaso de jugo para ir a rellenarlo a la cocina.

—Ya veo que se llevan bien. Y usted joven, parece que le interesa mucho nuestra nieta Camelia. Entonces está arreglado —sonrió la abuelita Elara y la cena continuó tan bulliciosa como antes.

Continuará…

Continuará…

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Ángel De Nieve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora