☃️16. Recuerdos sabor a chocolate☃️

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Olwen

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Olwen

Mi mente quedó en blanco al no poder responder a su pregunta. Quería decirle que ella era la causa de que quisiera renunciar a mi magia, pero ¿qué posibilidades habría de qué me creyera?

El proceso para dejar de ser un ángel de nieve era romper todos mis círculos internos de maná para volver a ser una persona normal, aunque en el proceso podría dañar gran parte de mí energía vital, ya que sería yo mismo él que destruiría mi propia magia. Era muy arriesgado y pensar que alguien hiciera tal sacrificio por una persona que acababa de conocer hacer unas semanas, podía resultar sospechoso.

Además el recuerdo por el que estaba dispuesto a dejarlo todo ya no existía y aunque Camelia estuviera frente a mí, nunca podría reconocerme. ¿De qué serviría decirle la verdad? Y sino me creía, no quería ser odiado por ella, mucho menos qué pensara qué trataba de engañarla, aunque desde el principio lo hice.

Las mentiras y el hecho de que me estaba jugando la vida en ellas, eran una carga muy pesada. ¿Qué debía hacer? Tenía en la mente esa pregunta sin responder.

—Apresúrense y tomen algo de chocolate caliente —intervino la abuelita Elara con una bandeja qué parecía pesada y puso entre nosotros.

—Déjeme ayudarla —me ofrecí y tome la bandeja con las tazas para repartirlas.

Aquella se había vuelto la excusa perfecta para dejar en espera la pregunta de Camelia. Mientras la familia Iclyn se reunía en alrededor de la chimenea con una taza de chocolate caliente entre manos, me deslice fuera de la casa para tomar un poco de aire fresco y aclarar la mente.

La taza de chocolate que me lleve era aún más cálida al disfrutarla con la brisa del viento. Me gusto estar ahí y volver a rememorar viejos recuerdos. El primero era el más vivido de todos, quizá porque nunca quise olvidarlo. Era invierno igual que cada año, pero mucho más frío sin los guantes que mis padres me regalaron y perdí durante el festival.

En aquel entonces, era un niño pequeño de siete años vagando por la ciudad durante el invierno. Mientras buscaba mis guantes en las calles, por donde habían recorrido los autos de la feria navideña.

—¿Estás perdido? —preguntó una niña que parecía tener la misma edad que yo en ese entonces.

—No, por supuesto que no —respondí evitando su mirada.

Era vergonzoso aceptar que sí, pero mi estómago hizo un ruido sonoro unos pasos más allá y tuve que aceptar su ayuda. Camelia de siete años estaba con su familia visitando a su abuela ese año como cada navidad y me recibieron en su casa. El sabor del chocolate caliente que me dieron aquella vez, cuando la acaba de conocer, me recordaba al mismo que tomaba en el pórtico de su casa nuevamente. ¿Quién podría imaginar qué años más tarde la volvería a ver?
Ella fue la única razón por la que no perdí todos mis recuerdos y como fuera estaba dispuesto a protegerla.

Continuará…

Continuará…

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