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El silencio entre ellos era cómodo, a diferencia de lo que cualquiera hubiera pensado. Parecía que ambos estaban recuperando el habla, o aunque sea la capacidad de pensar con claridad, por lo que acababa de pasar, que los había afectado de sobremanera. Ambos estaban sentados en el suelo, con Alyssa descansando sus piernas sobre las de Lando, apenas mirándolo de reojo de vez en cuando.

Ninguno se atrevía a hablar primero. Sabían que con esa declaración tan torpe, y ese beso (y los que le siguieron), se abría un nuevo abanico de cosas de las que debían hablar para comprender qué los había llevado a ese momento. No había nada aclarado más allá de que el sentimiento era mutuo. No sabían siquiera si estaban en la misma página con respecto a lo que esperaban del otro.

—Perdona que pueda sonar brusco, pero me da intriga saber: ¿cuándo te diste cuenta? —Lando cortó el silencio, girando hacia su derecha para observarla, con la luz de luna que entraba por la ventana, bailando sobre sus facciones.

Alyssa dudó un momento, con su corazón acelerándose por los nervios que le ocasionaba tener que seguir confesando lo que la había atormentado los últimos meses.

—¿Que me gustabas? —él asintió—. En Brasil, el año pasado.

Aquella carrera se sentía a años luz de ese momento, aunque los sentimientos hubieran perdurado en su pecho, sin perder intensidad en ningún momento.

—Por eso decidí no ir a las últimas carreras —siguió explicando—. Más allá de que era un gasto enorme, no hubiera ido de haber tenido el dinero. No podía ni mirarte a la cara sin sentir ganas de llorar.

Lando abrió los ojos con sorpresa.

—¿Te hice sentir mal en algún momento?

—No, vos no hiciste nada mal —ella negó con la cabeza—. No sabía cómo manejar la situación y me daba miedo no tener el control de mis sentimientos, o ponerme tonta cuando te viera. Creí que... —desvió su mirada, concentrándose más en la alfombra que en mirar al británico—. Creí que se me iba a pasar si no te veía.

—Y no fue así...

—Evidentemente no —suspiró—. Porque aunque habláramos solamente por mensaje tenía esa sensación extraña en el pecho —una risa escapó de sus labios, como respuesta a un recuerdo que había cruzado su mente—. Cuando fuimos a Milán con Lola, ella y Pierre se reían de cómo reaccionaba cada vez que me llegaba un mensaje tuyo.

—Espera un momento, ¿Pierre sabía? —el chico enarcó una ceja, confundido, el tono de su voz siendo de pura sorpresa—. No quise que sonara así, solamente no sabía que eran tan cercanos —volvió a descansar la espalda en la pared detrás de él.

—Tengo la teoría de que Pierre supo mucho antes que yo misma —bromeó Alyssa—. Y no somos tan cercanos, pero nos llevamos bien, y le fue fácil ver qué me pasaba —Lando negó con la cabeza, largando una risita—. ¿Qué es tan gracioso?

—Todo este tiempo creí que Pierre tenía, eh, otras intenciones —el final de la frase quedó suspendido en el aire, en lo que el chico se cubrió el rostro con ambas manos—. Los chicos se van a reír de mí como hasta el año que viene.

—Dios, no —Alyssa hizo una mueca de desagrado por la idea de Lando de ella y el piloto francés—. Tal vez al principio Pierre tuviera otras intenciones pero nos llevamos bien como amigos casi desde Monza, si no me equivoco. De hecho anoche cuando él se quedó en el club, fue para molestarme a mí más que nada—hubo una pequeña pausa—. También sabe Daniel, o bueno, se lo dije hoy a la mañana. Ah, y Sebastian una vez creyó que éramos pareja, pero eso fue por su cuenta —de sólo recordar el momento en el que su ídolo de toda la vida había dicho que creía que ellos estaban saliendo, se quería morir.

CHANGE MY MIND | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora