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Alyssa tenía que admitir algo: por muy agotadores que fueran los vuelos tanto física como mentalmente, además de lo engorrosos que resultaban para su calendario y el canal, amaba poder viajar con tanta frecuencia, y conocer tantos lugares con los que había soñado desde chica. Sobre todo amaba poder ir a ver las carreras, ver a varios de sus ídolos de cerca y saber que iba a apoyar a una persona que se había vuelto indispensable en su vida.

Además estaba feliz de compartir ese viaje con Lola (la otra persona indispensable en su vida) una vez más. Cuando se lo había sugerido por primera vez en Argentina, durante una salida a cenar, la morocha no se había mostrado muy emocionada, apenas asintiendo a lo que la rubia le decía. En ese momento ella consideró decirle a su... a Lando que mejor irían a otro Gran Premio. Alyssa sin Lola no viajaba, eso era un hecho, y si ella no estaba cómoda, prefería dejarlo para más adelante.

Pero apenas pasaron unos momentos antes que la mayor de las amigas se volviera a mostrar feliz y emocionada por un nuevo viaje, y en su día a día. Eso también hizo que Alyssa se sintiera un poco más tranquila, el que ellas estuvieran bien otra vez.

Así que aquí estaban de nuevo. Cumpliendo algo que era un sueño hecho realidad para cualquiera.

Ni todo el cansancio que acarreaba con más de veinte horas de viaje y las escalas, ni sus nervios por conocer la ciudad (y el país, que era prácticamente lo mismo), y volver a ver a Lando luego de esa conversación, lograban apaciguar su felicidad apenas bajaron del tren en Montecarlo, cargadas con sus valijas.

Una vez que abandonaron la estación, y se subieron a un taxi (las amigas habían tenido que insistir en que viajaran de esa forma, en lugar de que alguno de los pilotos o alguien de sus equipos las fueran a buscar, escapándose de sus obligaciones en la semana), Alyssa se permitió mirar a su alrededor anonadada, abstrayéndose hasta de la música que sonaba dentro del vehículo.

Era precioso. Mejor que en cualquier postal, foto o película. Sí, todo aquello se asemejaba bastante a la realidad, con los autos lujosos recorriendo las calles, la gente caminando de un lado a otro, los edificios adornando la ciudad hasta el muelle, y más allá los yates lujosos. Pero no le hacían justicia a lo que se sentía el estar en Mónaco.

Podía jurar que hasta el aire se sentía más puro y el color del cielo se había vuelto más brillante. Tal vez era su propia emoción, pero se sentía en una especie de nube, que le decía que todo estaba excelentemente bien, que no podía estar mejor. Era quizás la sensación de felicidad más real que había tenido desde que era niña.

Le mencionó aquello a Lando en varios mensajes, mientras recorrían la ciudad hasta su departamento. Él no vería sus mensajes hasta que terminara de grabar el contenido que necesitaba el equipo, pero de todas formas se lo decía.

Venía completamente concentrada en aquello, hasta que el taxi se detuvo frente a un hotel y Alyssa salió de su ensimismamiento, confundida.

—Eh, disculpe —su francés era un asco, mucho peor que el de su mejor amiga, pero estaba segura de que le habían dicho la dirección de Lando correctamente—, ¿por qué nos detuvimos aquí?

—Este es el hotel —el hombre la observó por el espejo retrovisor con las cejas levantadas.

—Pero...

—Esta es mi parada —anunció Lola a su lado, removiéndose en el asiento para agarrar su bolso de mano y su campera, al tiempo que se soltaba el cinturón de seguridad.

¿Cómo que tu parada? No —negó con la cabeza. Detrás de ella se alzaba un edificio imponente, precioso, pero que seguramente sería un gasto increíble (y totalmente innecesario)—. Lando dijo que estaba bien que nos quedáramos en su departamento...

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⏰ Última actualización: Apr 05 ⏰

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CHANGE MY MIND | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora