18- La pista final

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El embarazo fue una decisión largamente discutida y planeada. A esas alturas, Hellen llevaba viviendo un par de años en el más completo anonimato en el pequeño pueblo escocés, y se sentía segura.

Sus vecinos veían con toda normalidad cómo su marido la visitaba regularmente. Todos pensaban que él era un profesor en la gran ciudad y nadie hacía demasiadas preguntas. Los hechizos protectores se encargaban de ello.

Por primera vez, ambos se permitieron hacer planes para el futuro, y eso incluía la posibilidad de tener hijos. Hellen no estaba segura de poder llegar a ser madre, debido a los efectos secundarios de la maldición del Señor Tenebroso, así que fue una gran sorpresa descubrir que, en efecto, una nueva vida crecía dentro de ella.

La niña nació en verano, y a los ojos de sus padres era la criatura más bonita y perfecta del mundo. Había heredado los ojos azules de Hellen, y una pelusa oscura poblaba su cabeza. Dormía en brazos de su madre, sin imaginar cuánto amor y alegría había traído con ella.

–¿Cómo quieres llamarla? –preguntó Hellen, meciéndola con cuidado. Severus estaba sentado a su lado, y miraba a la niña embobado.

–Me gustaría que se llamase Eileen, como mi madre.

–¿Qué te parece Lily? –preguntó ella, como si tal cosa, pero Severus la miró alarmado y sorprendido ante aquella sugerencia, sin saber qué decir.

–¿Por qué iba a querer llamarla así?

–Porque es un nombre bonito, y pertenece a una persona a la que quieres –dijo Hellen con suavidad–. No hay nada de malo en honrar a las personas a las que queremos.

–Tú eres la persona a la que quiero –replicó él, más nervioso de lo que quería aparentar.

–Se puede querer a varias personas a la vez –ella sonrió de forma tranquilizadora, y le cogió de la mano–. No pasa nada, no estoy celosa, y no quiero que te sientas culpable por haberte enamorado más de una vez. Eso sólo te hace humano. Además –añadió, tendiéndole el pequeño bulto con cuidado–, lo único que importa es que su padre la quiera más que a nada.

Severus acomodó a la niña entre sus brazos. Desde el primer momento en el que la había mirado, no había existido otra cosa en sus pensamientos. Aquella niña era lo más importante del mundo para él. El mero hecho de tenerla en sus brazos le hacía sentir vértigo y una eufórica felicidad.

–Eileen Lily –murmuró, y al instante supo que era una buena elección.

–Nuestra pequeña Eily –Hellen se acurrucó junto a él, sonriendo.

No podían ser más felices.

Y sin embargo, el nacimiento de Eily trajo una nueva complicación. Ambos esperaban que la niña se desarrollase como una bruja, heredando el potencial mágico de sus padres, lo que supondría que, tarde o temprano, su nombre aparecería en la lista de los niños que irían a estudiar a Hogwarts.

Severus era consciente de que en cuanto eso sucediese, su secreto saldría a la luz, y se preguntó, no por primera vez, si debería sincerarse con Dumbledore antes de que fuese demasiado tarde.

Hellen había dejado la decisión en sus manos, diciendo que podrían seguir contando la historia de que ella era una muggle, o incluso una squib, para contentar la curiosidad del director pero aun así, Severus no se decidía.

No podía explicar qué era lo que le impedía hablar con el mago que tanto había confiado en él, al fin y al cabo, Dumbledore sabía cosas mucho peores acerca de su pasado y no por eso le había juzgado. Pero no era capaz de hacerlo.

La Dama oscura (Severus x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora