Mʏ Pʀᴇᴛᴛʏ Gɪʀʟ (+18) [Bᴀᴋᴜɢᴏ Kᴀᴛsᴜᴋɪ X Lᴇᴄᴛᴏʀᴀ]

C9.- Shut Up

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Por segunda vez en el día despertabas, aunque esta vez, con piernas doloridas y sintiéndote como si no hubieras dormido nada. Después de varias rondas de sexo mañanero estabas exhausta.

Abrías los ojos con lentitud, tratando de acostumbrarte a la brillante luz que entraba por la ventana de la habitación. Estaba abierta y los sonidos de la naturaleza te despertaron. El piar de los pájaros y los gemidos del viento chocando con las ramas de los árboles, llevándose consigo las hojas más marchitas.

No te exaltaste, como la primera vez que te levantaste, ya que recordabas perfectamente todo lo que había pasado entre vosotros.

Aún desnuda te levantaste de la cama mientras sobabas tus ojos con el dorso de tu mano para no volver a caer en un profundo sueño. Te agachate y cogiste tus bragas, las cuales Bakugo había tirado pocas horas antes.

En eso, la puerta se abre dejando ver una figura corpulenta y musculada vestida con un traje negro y una corbata roja a juego con sus ojos. Notaste la pistola que sujetaba su zurda pero no le tomaste ninguna importancia y sonreíste como tonta al verlo.

Cerró la puerta rápidamente al ver que seguías en ropa interior y guardo el arma en su pantalón.

— Vístete ya, ¿no? — Dijo con un tono burlesco al que ya te habías acostumbrado. Se iba acercando a ti lentamente mientras te analizaba de arriba abajo sin vergüenza alguna.

Rodaste los ojos buscando tu ropa con la mirada para ponértela, dándole la espalda.

— ¿O sigues queriendo más? — Puso sus manos calientes en tu cintura para atraerte a él, chocando tu espalda contra su fornido pecho mientras dejaba besos húmedos en tu cuello.

Reíste levemente para después mover tu cuello hacia un lado para dejarle más espacio a su boca para morder y lamer tu hueco cuello-hombro.

Extendiste tus brazos hacia atrás colgando los de su cuello y empujando su cabeza más a ti, dejando su oído muy cerca de tu boca.

— Me encantaría... — Respondiste a lo que sentiste sus dientes clavarse en tu piel hasta que un hilo de sangre bajó por tu clavícula. — Pero no encuentro mi ropa, ayúdame.

Soltaste tus brazos de su cuello y pronto él separó su rostro de ti confuso. Aprovechaste la oportunidad para alejarte y seguir buscando la ropa que llevabas anoche.

Notaste que no se movía. A lo que lo apresurate llamándole la atención.

— No te quedes ahí quieto, ayúdame. Encima que es tu culpa — Hablaste cuando estabas a punto de mirar bajo la cama. Agachada, bajaste la parte superior de tu cuerpo al suelo mientras que tu trasero seguía levantado.