Vida Ingrata

11

Las giras dieron final otra vez, Gustavo había vuelto a su casa, dónde esperaba pacientemente a Tavella. Por otro lado Tavella había ignorado a Roberto, quien ya no entendía absolutamente nada de la vida y quería morirse lo más antes posible.

Cuando Santiago cruzo aquella puerta, fue recibido por un aroma bastante agradable para él, el arroz amarillo que solo su esposo sabía hacer. Al entrar en la cocina vio a Gustavo sentado comiendo solo y con algunas hojas al lado de su plato.

—Buenas noches, Santi... ¿Querés comer?

Preguntó Gustavo con naturalidad.

—Buenas noches, Gustavo, me encantaría comer algo, tengo hambre

Gustavo asintió suavemente y se levantó para servirle un gran plato de comida a Santiago, quien solo dejo su mochila y se sentó en su asiento habitual.

Ambos comiendo en silencio, un silencio cómodo y acogedor, el menor arrastró los papeles hasta Santiago, quien solo se limito a firmar aquellos papeles que daban comienzo a su proceso de divorcio.

—¿Hay algo que quieras decir?

Preguntó Santiago.

—Absolutamente nada... Bueno... Aún así quiero disculparme, estuve mal y admito mi gran error pero no fuiste mal esposo, siempre fuiste una gran persona y no me arrepiento de haberte conocido...

Habló Gustavo y esta vez parecía ser 100% sincero, Santiago lo miró y le dedicó una calida sonrisa, que fue correspondida por el menor.

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Roberto llegaba a su casa con algo de cansancio, había decidido que pelearia por quien realmente ama y está seguro que es Gustavo.

Al entrar a su casa se extrañó cuando vio todas las luces apagadas, las encendió y vio a Laura con una gran sonrisa sentada en el sillón, al verlo corrió hasta él y lo abrazó con toda la fuerza que tenía.

—¡Por fin llegas!, tengo una noticia muy importante para darte...

Roberto soltó un suspiro con fastidio.

—Lau... Mejor hablemos mañan...

—¡Estoy embarazada!

Y sintió que su mundo se caía a pedazos, se sintió verdaderamente fuera del mundo y de la realidad. ¿Por qué la vida siempre es ingrata cuando se trata de él?