21. Púas en la Lengua

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En la casa Zemo se servía el desayuno a las siete y media de la mañana, inclusive en los fines de semana, no había excepciones. El comedor siempre se llenaba de un agradable aroma a distintas delicias que eran preparadas por las manos de la omega Hilda, quien disfrutaba de cocinar con amor. Aquella mañana de sábado Hilda había preparado pan tostado, omelettes y tocino bien frito, junto con una deliciosa jarra de jugo de naranja que su hijo le había ayudado a preparar, mientras que su esposo se encargaba de darle algo de mantenimiento al patio trasero. La señora Zemo se encargó de poner todo en la mesa y después fue a hablarle a su esposa para que entrará a tomar el desayuno. La familia de tres se dispuso a desayunar con una que otra palabra de vez en cuando, hablando sobre los planes del día y de más, pero pronto Heinrich observó que su hijo se encontraba jugando con su desayuno, no había dado más de dos bocados.

—¿Todo bien, Helm?—su padre lo observó esperando una respuesta.

—Si, todo está bien.

—No lo creo, sólo estás jugando con la comida—Heinrich dijo.

—No pasa nada, cariño, es sólo que está algo desanimado por un amigo—Hilda dijo mientras le untaba mermelada a su tostada.

—¿Ah sí? ¿Qué amigo? ¿Te hizo algo?—el alfa alzó una ceja.

—No, nada de eso—Hilda frunció el ceño con gracia.

—Es James, no ha ido a la escuela—el chico concentró su mirada en su omelette cortado en muchos pedazos.

—Tal vez está enfermo, ¿ya fuiste a verlo?—Heinrich tomó su vaso de jugo.

—Si, fui ayer a su casa a preguntar por él, Tony me acompañó y también Sam y Steve—Helmut continuó jugando con la comida—. Su madre no nos dejó pasar a verlo, dijo que no se sentía bien.

—Tiene catorce, ¿no es así?—Heinrich dejó su tenedor en la mesa.

—Si, mi misma edad—Helmut observó a su padre.

—Tal vez ya se haya presentado y por eso no sale—el alfa miró a su esposa, buscando algo de apoyo.

—Puede ser, las revelaciones de casta siempre pasan a los catorce o quince—la mujer estuvo de acuerdo con su esposo.

—Si, tal vez sea eso—Helmut dijo un poco más tranquilo.

—Tu no te preocupes, Florecita, tal vez sea eso. ¿Por qué no van hoy tu y tus amigos a buscarlo?—su madre dijo.

—Si, es buena idea—le sonrió a su madre y al fin decidió comer el desastre de omelette que había hecho en su plato.

El joven de catorce años de cabello negro y ojos azules estaba encerrado en su baño, se había quitado la playera y se observaba cómo bobo en el espejo. Con una ligera sonrisilla observó su abdomen y pecho, aún se mantenía ligeramente infantil, pero su cuerpo comenzaba a definirse de acuerdo a su casta. Se acercó al espejo y mostró sus dientes, con uno de sus dedos tocó sus colmillos, estaban pequeños; recordó con escalofríos cuando se mordió la lengua cuando esos colmillos se habían vuelto largos. Una vez más se observó en el espejo y sacó su lengua. Sus ojos azules analizaron su lengua con cuidado, frunció su ceño y tocó con la punta de su dedo aquella lengua que había desarrollado pequeñas púas. Finalmente tomó su playera y hundió su nariz en ella, ya no olía a su sudor infantil como cuando regresaba de jugar por horas con sus amigos, ahora había este olor a pino y a frutos rojos. James sonrió y se puso la playera, contento de lo bien que olían sus feromonas. Con algo de curiosidad se quiso deshacer de sus pantalones, pero decidió no hacerlo, tuvo tres días completos en los que vio con claridad y algo de dolor el cambio más notorio en su cuerpo. Finalmente salió del baño y entró a su habitación, su madre le había recomendado que limpiara toda su habitación, que no deseaba ver esa habitación hecha un desastre. Así entonces el azabache limpio y ordenó su habitación, con algo de vergüenza tomó un peluche al que le había hecho un agujero, lo metió en una bolsa plástica de color negro y lo tiró a la basura. Aún sentía vergüenza, el simple hecho de recordar a su padre diciéndole que esa era la mejor forma de ayudarse, hacía que sus mejillas se volvieran rojas y el sentimiento de hundirse en la tierra volvía a aparecer.

Omegacember [WinterBaron]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora