10. Gargantilla

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Helmut Zemo conoció a Bucky Barnes cuando el sokoviano acababa de mudarse a New York, más precisamente a Brooklyn Heights, donde compartía departamento con un omega dominante de nombre Loki Laufeyson. Loki le había pedido a Zemo que lo acompañara a un estudio de tatuajes en Downtown Brooklyn. Aquel estudio de tatuajes era de Bucky Barnes, un alfa de complexión delgada lleno de tatuajes, cabello negro y con los ojos más precioso que Zemo jamás había visto. Cuando Helmut y Loki entraron al estudio, el sokoviano lo supo desde que vio al alfa, su nariz lo percibió antes que él mismo. Bucky no fue la excepción, pareció que tenía un hilo atado al corazón y cuando vio a aquel omega de ojos cafés, tiró del hilo para acercarlo a él. Loki se perdió, fue como si no estuviera en el estudio, sólo existían Helmut y Bucky. Ambos no dijeron nada durante un largo rato, sólo se admiraban a los ojos, con mejillas sonrosadas, corazones acelerados y piernas temblando, y con el hilo que los arrastraba a ambos en una necesitada hambre de abrazarse y perderse en su aroma. Las feromonas del alfa de ojos azules y del omega sokoviano estaban disparadas, el estudio estaba empapado en dulzonas feromonas que se mezclaban entre sí; frutos rojos y pino, cerezas y lavanda. Sus gargantas se secaron, sus ojos brillaron y con una alegría que les reventaba el pecho, ambos hablaron casi en un grito, proclamándose destinados. Helmut Zemo y James Bucky Barnes eran destinados que habían pasado por parejas que no los hacían felices, que no los extasiaban, en ocasiones preguntándose por qué diablos no podían amar. Ese día en el estudio se reveló la respuesta a aquella pregunta; eran destinados, fue tardío, pero al fin estaban juntos.

Sokovia era un país helado, lluvioso y en muy pocas ocasiones caluroso. En especial en épocas invernales el frío te quemaba las mejillas y te congelaba el cabello, pero aún así, Bucky amaba el país nativo de su novio, a pesar de que había crecido en un barrio de Brooklyn donde las nevadas no faltaban en diciembre, Bucky nunca había estado tan enamorado de la nieve como lo estaba de la blanquecina y helada lluvia de copos de nieve de Sokovia, y es que le era sencillo enamorarse de la belleza natural de ese país, ese país le había dado al más precioso de los omegas que jamás había visto, le había dado a su destinado. Pero también le había dado por suegro a un viejo alfa que sonreía con cariño cuando veía a su primogénito, y que fruncía el ceño de inmediato cuando lo veía a él. Bucky aún no podía acostumbrarse a la cara de pocos amigos que le daba el padre de su Dulzura. James era un buen alfa, uno que no había tenido la fortuna de nacer en cuna de oro como su suegro Heinrich Zemo y que trabajaba duro desde que era muy pequeño para tener una buena vida. Había trabajado duro cuando era un adolescente para poder pagarse la preparatoria y para poder inscribirse a cursos de tatuador, uno de sus mayores sueños. Heinrich Zemo lo detestaba, no por ser un alfa de casa humilde, sino por ser un alfa tapizado de tatuajes como una pared rayoneada, por su aspecto de tipo malo. El viejo alfa ni siquiera toleraba la forma de hablar del alfa, pero Bucky no podía cambiar eso.

Bucky podía llegar a sentirse muy poco para su destinado, sabía que no era el mejor prospecto para Helmut Zemo, un omega con estatus y podrido en dinero. James se podía sentir como un pobre mendigo en ocasiones. Ese sentimiento en tonalidades grises siempre se hacía presente cuando veía al viejo alfa de ojos negros, y en esa ocasión también tendría que soportar las actitudes mezquinas y hostiles de su suegro, después de todo, pasaría navidad y año nuevo en la enorme mansión Zemo en Sokovia. Tendría que tragarse esa cara que lo veía de pies a cabeza y después bufaba, pero no dejaría que su suegro le robara la felicidad que sentía al estar en Sokovia con su omega; Heinrich podía quedarse con sus gestos y sus malas caras, era lo único que podía hacer, tenía que terminar de aceptar que Bucky Barnes era el destinado de su primogénito.

Helmut se encargó de acomodar en su lugar la bufanda gris de James en su lugar, tratando de que la prenda cálida cubriera muy bien la piel del alfa. James lo veía con una boba sonrisa, fascinado con la punta de la nariz rojiza de Helmut.

Omegacember [WinterBaron]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora