29. Dulces

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Cuando Helmut le dio la noticia a James de que serían padres, el alfa no dijo nada por cinco minutos, miró la panza del omega fijamente y después de asimilar la noticia lo abrazó hasta que no podía respirar. Barnes estaba incrédulo, pues ambos ya eran algo viejos como para ser padres, él ya estaba por rondar los cuarenta años y Helmut también iba para la misma edad, con sus treinta y seis años su embarazo era uno peligroso, o eso le había dicho el médico. Helmut tenía que ser más monitoreado de lo normal, pues era un omega masculino de edad adulta y los embarazos podían ser peligrosos, incluso llegando a tener abortos espontáneos. Pero Helmut contrató a los mejores obstetras, lo monitoreaban con regularidad y cuidaba su alimentación así como su estado físico y psicológico. Bucky se encargaba de ayudar a su omega en algunos ejercicios, en ocasiones ambos meditaba juntos, teniendo un estado de paz mental por un poco de tiempo.

Bucky no podía tener mucha paz, podría ser viejo, pero era muy joven en la situación de ser un padre. Había noches en las que no dormía por pensar en cómo cuidaría del cachorro, ese cachorro que apenas y tenía tres meses de crecimiento. Barnes sobre pensaba absolutamente todo, llegando a investigar situaciones muy turbias como lo era la muerte de cuna. James no durmió por dos noches completamente traumatizado con lo que había leído. Bucky sentía demasiada empatía por su esposo, sintiéndose algo culpable de haberlo puesto en aquella situación de embarazo, cuando ambos se habían dicho que eran muy grandes para tener un cachorro. Bucky hacía cualquier cosa que el omega le ordenará, sentía que era lo mínimo que podía hacer ya que era Helmut quien estaba creando una vida diariamente. Lo ayudaba a conseguir sus antojos a cualquier hora del día, eso incluía a veces salir de la cama a la intemperie de la fría madrugada e ir hasta alguna tienda de conveniencia que estuviera abierta para comprar algunas frituras y helado de vainilla, para regresar y encontrar a un Helmut por completo dormido. James cumplía cada uno de esos antojos, pero de pronto hubo un antojo en Helmut que le provocó náuseas al alfa. Era curioso como Helmut jamás presentó náuseas, cuando se enteró de que estaba embarazado fue porque su madre le dijo que olía a omega preñado. Tres meses completos en los que Zemo jamás se despertaba a media noche para ir a vomitar, ni siquiera tenía las comunes náuseas matutinas; era curioso que el omega en cinta nunca haya vomitado, pero Bucky siempre vomitaba sin falta todas las mañanas o cuando su omega se llevaba esos empalagosos dulces a la boca.

James estaba enfadado de vomitar casi todas las mañanas, de no soportar el olor del huevo porque sentía que el estómago se le revolvía. Detestaba no poder estar cerca de Helmut cuando este decidía comerse una caja entera de esos dulces que amaba, esos esponjosos dulces espolvoreados de azúcar glass; James no toleraba ni el simple aroma de las delicias turcas y para su mala suerte su Helmut devoraba dos cajas casi todos los días. Mientras estaba sentado checando algunos papeles del trabajo, Zemo encajaba un pequeño tenedor en una delicia turca y se la llevaba a la boca. Cuando veía el televisor una caja de esos dulces lo acompañaba. Barnes no podía ver con tranquilidad la televisión porque en cuanto percibía el aroma de los dulces ya se encontraba en el baño devolviendo la comida.

De noche en su departamento, James y Helmut se encontraban recostados en su cama viendo algo de televisión. Barnes estaba recostado y pegaba parte de su rostro en el vientre de tres meses de su omega, observando con tranquilidad la serie que veían antes de ir a dormir. Helmut acariciaba con cuidado el cabello del alfa mientras mantenía la vista fija en el programa, pero aún estuviera entretenido, su lengua picaba y el cachorro exigía aquellos deliciosos dulces. Helmut observó con discreción a su alfa, quien no prestaba atención a nada más que a la televisión. El omega estiró su mano en dirección de su mesa de noche y con cuidado de no hacer demasiado ruido, le quitó la tapa a un pequeño recipiente de metal cuadrado que contenía en su interior aquellos dulces. Helmut extrajo un dulce rosado espolvoreado en el azúcar glass y con cuidado se llevó la delicia turca a su boca.

—No es cierto, ¿verdad?—Barnes se despegó del vientre del omega y lo observó con el ceño fruncido.

Helmut sonrió con lentitud y masticó el dulce. Barnes frunció más el ceño y su estómago decidió batirse como gaseosa. Observó la azúcar blanca en los labios de Helmut y más rápido que la luz corrió en dirección del baño, donde liberó en el inodoro toda la cena. Barnes estaba arrodillado con la cabeza metida en el escusado, mientras el vómito salía con fuerza. Cuando acabó limpió su boca con papel higiénico y lo tiró al escusado para jalar la cadena. El alfa se quedó sentado en el suelo tratando de recuperar su respiración y de acostumbrarse al ardor en su garganta.

—Lo siento mucho, Jamie—Helmut se sentó a su costado—. Me dio antojo, no quería que vomitaras.

—Lo entiendo—Bucky mantenía los ojos cerrados—. Por favor, ya no lo hagas cuando estoy cerca…Yo amaba esos dulces—Bucky dijo con tristeza.

—Lo sé, te encantaban los de cerezas—Helmut acarició el cabello oscuro de su alfa.

—Es que me recuerdan a ti—Bucky abrió sus llorosos ojos azules.

—Ahora quisiera tener las náuseas, se supone que yo soy el embarazado—Helmut le dio una sonrisa.

—Ya no sé si odio o amo el Síndrome Couvade—Bucky hizo un pequeño puchero.

—Puedes odiarlo, Jamie—Helmut le besó la mejilla.

—Pero es que al menos así no lidias con eso, está bien que yo tenga las náuseas—Bucky acarició la pierna del omega.

—Eres terriblemente tierno—Helmut se puso de pie y le dio las manos—. Vamos, Jamie, vamos a terminar de ver esa serie, prometo no comer más delicias turcas.

—Te amo mucho, Dulzura—Bucky se puso de pie—. Me lavaré los dientes, enseguida te acompaño.

Helmut volvió a la cama y tapó el recipiente de los dulces. Estaba ansioso por comerlos, pero no quería que su alfa volviera a regresar al baño y devolver lo poco de cena que le quedaba en el estómago. Si Helmut buscaba dulzura, no había más dulzura que el amor y atención que ese alfa le daba a diario.

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En el capítulo de hoy, este Zemo y este Bucky

En el capítulo de hoy, este Zemo y este Bucky

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Omegacember [WinterBaron]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora