No me cuentes, muéstrame (como si fuera tan fácil)

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Hemingway decía: «No me digas que llueve: muéstrame la lluvia». Todo muy lindo, pero es una de las cosas más difíciles de conseguir. 

Yo aún me hago terribles dramas con esto. Se supone que para lograr una buena descripción, que no sea una simple enumeración de sucesos, hay que dejar intervenir a los sentidos: si quieres describir a un personaje melancólico puedes decir que solo usaba ropa gris, o que la parte exterior de sus cejas siempre apuntaba hacia abajo. Si describes a un hombre valiente muestra su brazo sosteniendo una espada que chorree sangre de sus enemigos. Si vas a describir un bosque, fíjate en el verde, la sensación del ambiente fresco y oscuro, cómo suena el viento entre las hojas, si hay pájaros cantando o animales salvajes que no puedas ver pero sí escuchar. Cuando dos personajes se abracen puede llegar a uno de ellos el perfume que lleva el otro, la sensación del cabello entre sus manos o la aspereza de las telas de su ropa. (No uses la suavidad de la piel porque es terrible cliché 😁) Pueden sentir la tensión en el cuerpo del que abrazan, si está enojado, o por el contrario, que abrace con fuerza a la otra persona hasta hacerle doler las costillas.

En todas las frases que he escrito antes intervienen los sentidos. Les dejo una de mi autoría, del libro Alimaña color tierra, en donde interviene principalmente el olfato:

«—¿Conocés a alguien llamado Daniel Correa? —La pregunta había quedado flotando en el ambiente cargado de vapores de vino, frituras de pescado y pan caliente, y las buenas sensaciones de un estómago lleno y una cabeza libre de preocupaciones, desaparecieron. Sergio no apartaba la mirada, en la que se leían años de reproches y malentendidos, de los ojos de su tío, que no pudo leer en ellos lo que pasaba por su agitada cabeza».

En esta frase intenté plasmar la historia de un tío y un sobrino que no se han visto por años y tienen muchas cosas que decirse, pero que pasaron un momento agradable de comida y bebida, con los reproches girando en el ambiente. El olor a pescado, a vino y pan caliente dan una sensación de hogar, de familia reunida, aunque el ambiente es todo lo contrario.

Otra forma de mostrar sin contar es relatar las acciones de los protagonistas.

Ejemplo:

«Manuel vio a una mujer sentada a unas mesas de la suya. Era tan hermosa que, por instinto, se quitó el anillo de casado para guardarlo en su bolsillo, mientras buscaba conectar su mirada con la de ella».

Podría haber descrito a Manuel como un hombre infiel, pero queda mucho mejor demostrarlo con una acción.

En mi historia «El error», uno de mis personajes utiliza un gesto para seducir, que es enroscarse el pelo entre las manos cuando conversa con la persona que le gusta. Ese gesto lo va a repetir varias veces durante la trama, dando a entender sus intenciones sin necesidad de comentarlo cada vez.

Como verás, no es fácil, y muchas veces vamos a querer ir por la solución más simple: escribir que un personaje estaba enojado, triste contento, o que hacía calor o frío, llenar el texto de adjetivos en vez de mostrar el estado de ánimo de los personajes con un gesto, o el clima hablando de la nieve y una fogata, o la sensación de salir a la calle y sentir que todas las cosas que se tocan están hirviendo. 

Si logras esos dos objetivos, que los sentidos intervengan en tu narración y puedas demostrar las ideas de tus personajes con acciones en vez de describirlas, tu historia va a mejorar mucho. 

Lo que aprendí escribiendo (Humilde manual de inicio a la escritura )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora