CAPITULO 1

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OLIVIA

En la apacible tarde del 22 de diciembre, me hallaba en mi refugio favorito, una pequeña y acogedora cafetería situada a escasas cinco manzanas de mi modesto apartamento. No llevaba mucho tiempo viviendo en Alemania, pero uno de mis pasatiempos favoritos era venir a este lugar al salir del trabajo y disfrutar de mi compañía junto a un café bien humeante y un libro entre las manos, sumergiéndome así en un sinfín de historias apasionantes.

Mi aventura en Alemania representaba un desafío para una joven de veintidós años nacida en Canterbury y criada en España. Había decidido trasladarme para estudiar los últimos dos años de Derecho, motivada por el deseo de explorar el mundo y abrir puertas hacia un futuro lleno de posibilidades.

Con las manos rodeaba con fuerza un MilchKaffee esforzándome por recuperar el calor perdido. Mis ojos se enfocaron en el exterior. La ventana mostraba una escena urbana donde las personas se movían con prisa en todas direcciones, formando un arcoíris de colores gracias a los variados paraguas que se agitaban en el aire. Las gotas de lluvia trazaban senderos caprichosos por el cristal, como participantes en una carrera caótica. A pesar del bullicio exterior, el ambiente dentro de la cafetería mantenía su agradable y tranquila atmósfera.

Aferrándome a mi taza y dejando que el calor se filtrara despacio en mi cuerpo, saqué mi lectura actual. Cada página que hojeaba me recordaba que mi vida podía ser la trama de un libro fascinante. Mi historia comenzó en Canterbury, un pintoresco pueblo al sureste de Inglaterra donde mi abuela había vivido toda su vida. Sin embargo, mi infancia se construyó en España. Debido a circunstancias difíciles, a los doce años, por un giro de los acontecimientos, regresé a Canterbury, donde viví una temporada bajo el cuidado y la sabiduría de mi abuela. Fue durante esos años, cuando comenzó a florecer mi deseo de explorar el mundo y buscar  nuevas oportunidades.

Mientras avanzaba en mis estudios universitarios, mi abuela se convirtió en mi faro, guiándome e infundiéndome el impulso y la fuerza necesarios para tomar la decisión de trasladarme a Alemania y completar mi carrera de Derecho allí. Siempre me he considerado un alma aventurera, una buscadora incansable de experiencias y horizontes inexplorados. Por eso, cuando se presentó la oportunidad, ni siquiera dudé antes de rellenar las solicitudes, dejando que mi impulsividad guiara mi camino hacia lo desconocido.

Sumida por completo en las páginas de mi libro, alcé la mirada y me di cuenta de que el camarero, un joven de mi edad, comenzaba a recoger el local. Miré rápidamente mi reloj, observando que eran las nueve de la noche. Habían transcurrido tres horas sin que me moviese de mi asiento, y el lugar se encontraba ahora desierto.

El rubor ascendía por mis mejillas. Cerré mi libro de manera brusca, como si despertara de un ensimismamiento literario. Con agilidad, reuní con rapidez mis pertenencias y me dirigí a la caja para pagar la cuenta. La atmósfera tranquila y acogedora se veía ahora alterada por la actividad del personal que se preparaba para cerrar. Al abonar mi cuenta, me disculpé por haber ocupado el espacio durante tanto tiempo, dejando una propina generosa por las posibles molestias ocasionadas.

—Siempre te veo por aquí —comentó el camarero mientras yo guardaba mi monedero.

—Sí, me encanta venir a leer.

—Me llamo Marc —dijo ofreciéndome el tique.

—Olivia —sonreí.

—Nos vemos mañana Olivia.

Con pasos ligeros, abandoné el lugar, llevando conmigo el recuerdo de las palabras del libro que acababa de leer.

...

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