CAPÍTULO 10

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OLIVIA

Había enviado veinte mensajes a diferentes casas y nadie había respondido. Sin embargo, una de ellas me llamaba especialmente la atención. Estaba ubicada en una zona decente y el precio no era exorbitante. El único inconveniente era que una chica vivía allí. No me entusiasmaba la idea de compartir casa y renunciar a mi privacidad, pero la urgencia por encontrar un lugar me obligaba a considerarlo. Si esa era la única opción disponible, estaría dispuesta a aceptarla.

Mi mente no dejaba de recordar la situación con Thomas y aquella chica, Helen. Siempre él. En cualquier lugar, en cualquier momento, siempre estaba él. Exhausta por el constante bombardeo de pensamientos, cerré el ordenador, me dejé caer en la cama y llamé a Jenell.

—Creo que voy a dejar de ser tu amiga—respondió mi amiga con voz somnolienta—, son las dos de la madrugada, Olivia.

—Me lo he vuelto a encontrar.

—¿Qué?

Escuché un ruido estruendoso, lo que me indicó que se había incorporado rápidamente en la cama.

—Estaba en la puerta de mi hotel, con una chica bastante... llamativa —confesé.

—Cariño, parece que el destino ha hablado —Comentó con una pequeña risita.

—No entiendo que está tratando de decirme —Suspiré, observando el techo mientras ponía el teléfono en altavoz y lo dejaba sobre la cama.

—El destino es muy sabio; pondrá en tu camino lo que necesites descubrir.

—Estaba...guapo —admití.

—¿Olivia Smith? —preguntó exaltada—. ¿Acabas de decir que Thomas Walker estaba guapo?

—Deja de dramatizar, Jenell.

Maldita sea. Cada vez me parezco más a él. Me llevé mis manos a las sienes y empecé a masajearlas con lentitud.

—¿Sabes qué? —hizo una pausa pensando bien sus palabras—, te digo que te dejes llevar y descubras el misterio.

—Eso no tiene sentido.

Esta chica estaba al borde de la locura. Si sucumbiera a la tentación... sabía perfectamente lo mal que acabaría eso. Aunque tenía admitir que la idea de una noche de pasión con Thomas me intrigaba bastante. Llevo demasiado tiempo sin sexo, y creo que esa es la raíz de mis delirios. Debo desterrar esos pensamientos de mi mente rápidamente antes de que las sugerencias de Jenell empiecen a sonar tentadoras.

—Lo tendrá —afirmó, mostrando una seguridad absoluta en sus palabras—, ¿Sabes que Chiara lleva días sin aparecer por el trabajo?

—Estará sumergida entre las sábanas de algún chico, ya sabes...—justo en ese momento, unos golpes en la puerta me sobresaltaron—, tengo que colgar Jenell, alguien está llamando a la puerta.

Con pereza, me levanté de la cama y me dirigí al espejo para evaluar mi apariencia. Vestía una camiseta holgada que llegaba hasta las rodillas, unos calcetines blancos y unas zapatillas negras, además de tener el cabello un tanto alborotado. Sabía que mi aspecto no era el más adecuado para recibir a alguien de recepción, pero no tenía otra opción en ese momento. Pasé mis dedos por mi cabello en un intento de acomodarlo un poco y luego me dirigí hacia la puerta para abrirla.

¿Le había dicho a Jenell que antes estaba guapo? Porque ahora lo estaba aún más. La sorpresa se dibujó en mi rostro mientras observaba cómo aquel chándal le sentaba tan extraordinariamente bien. Era como si hubiera descubierto una nueva atracción por esta prenda de vestir. La tela se ajustaba a la perfección a su cuerpo, definiendo cada contorno, cada músculo con precisión. Un escalofrío recorrió mi espalda al notar la intensidad de su mirada, como si buscara leer mis pensamientos. Sus ojos castaños brillaban con expectación, y sus labios entreabiertos parecían a punto de pronunciar algo.

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