CAPÍTULO 6

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OLIVIA

Llegue a casa hecha un lio. Estaba indignada de que se metiese en mi vida y opinar de cosas que no sabe. Sus comentarios hirientes resucitaban recuerdos del pasado y los innumerables desafíos que enfrenté a lo largo de mi vida. Esta inundación de pensamientos desequilibraba mi mente, desviándome de mis objetivos y propósitos actuales. A pesar de todo, me prometí a mí misma que no permitiría que nadie me causara daño, ni siquiera con el más mínimo comentario.

La vida me había forjado con adversidades, y eso que provenía del pozo más profundo. A pesar de todas sus pruebas, me había vuelto fuerte. Mis propósitos eran como faros en medio de la tormenta, y aunque las palabras hirientes trataban de apagar esa luz, estaba decidida a mantenerme firme ante cualquier obstáculo. Y yo a los obstáculos les metía una patada en el culo.

Olivia el miedo a sufrir es el peor sufrimiento que puedes tener.

Con la calma recuperada, tras haberme sumergido en una ducha reconfortante y colocarme mi pijama favorito, decidí tomarme un respiro. Envolví mis hombros con una cálida manta, preparé una reconfortante taza de manzanilla y me acosté en el sofá. Era mi manera de aprovechar al máximo los escasos momentos que me quedaban en esta casa. Un intento de abrazar la tranquilidad antes de despedirme de este espacio que, aunque solo había estado por un tiempo limitado, estaba complemente segura de que lo extrañaría.

Estaba sumida en las páginas de mi libro cuando el estruendoso ruido del timbre me sobresaltó. Al abrir la puerta, me encontré con él: pelo ligeramente húmedo y rebelde, despeinándose sobre su rostro impecable, mirada penetrante y sonrisa misteriosa. Experimenté una oleada de emociones encontradas. Vestía un chándal gris que se ajustaba a su cuerpo de manera insuperable y una camiseta blanca que delineaba cada músculo, con su pecho agitado revelando algo más que su usual porte serio en traje. La imagen contrastaba fuertemente con la imagen profesional que estaba acostumbrada a ver de él.

Temerosa de que mi admiración fuera tan evidente como un faro en la oscuridad, decidí abordar la situación rápidamente antes de que mi capacidad para hablar se viera eclipsada por la presencia de ese auténtico Adonis.

—No sé qué estás haciendo aquí. Creo que he sido bastante clara en el coche, pero puedo volver a explicártelo.

—Vengo a disculparme —declaró con una sonrisa torcida, sosteniendo una bolsita de donuts de uno de mis sitios favoritos, "Donuts Royal".

—¿Disculparte? ¿Te has golpeado la cabeza? —pregunté con el ceño fruncido—. Tu nunca te disculpas por tus estupideces.

—Siempre hay una primera vez —un silencio nos envolvió durante varios segundos—. Entonces, ¿puedo pasar o tengo que recitar un juramento solemne de arrepentimiento?

—Bueno, no estaría mal verte arrodillado pidiendo perdón.

Su cara cambio en ese instante junto a su mirada. Esta me atravesó como un escáner mientras sus labios se humedecían con un gesto casi inconsciente, la atmósfera se cargaba de una tensión que parecía captar hasta el más mínimo detalle de la situación.

—¡No iba en ese sentido!

—Ahora no recules nena, con eso lo has dicho todo.

Su carcajada me sacaba de mis casillas, pero decidí ceder terreno y me deslicé hacia un lado de la puerta, permitiéndole pasar antes de que mi paciencia decidiera tomar unas vacaciones permanentes. Entró observándolo todo con detenimiento. No sé si esperaba encontrar una mansión, pero con mis modestos ahorros, esto era lo mejor que podía ofrecer. Y si tenía en mente un palacio, debería dirigirse a la inmobiliaria del rey, porque aquí no iba a hallar alfombras rojas ni mayordomos.

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