CAPÍTULO 20

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OLIVIA

Dylan y yo volvimos a la oficina en un silencio agradable. Era extraño la comodidad que sentía estando con él. Había conseguido que me sintiera verdaderamente a gusto a su lado, como si fuera alguien a quien conozco de toda la vida. Pero ya era hora de volver a trabajo y a concentrarse de nuevo.

Nos dirigimos a la sala de reuniones donde todos estaban esperando. Seis abogados observábamos atentamente al señor Cooper, quien presidía la mesa. A mi derecha, Dylan sacaba un par de papeles de su maletín, y a mi izquierda, una mujer algo más mayor que yo, morena con el pelo corto, me recibió con una amable sonrisa nada más verme. Me ofreció la mano y se presentó como Greta. En frente mía se encontraba el señor Trembley, con el que compartí el anterior juicio; él era de los mejores y a su lado se encontraban los demás expectantes a que Dylan presentara el caso.

—Buenos días a todos, espero que hayáis dormido bien porque tardaréis bastante en volver a hacerlo —me lanzó una mirada con una leve sonrisa—. Os presento el caso Kent Pinttman, ¿han oído hablar de él? —preguntó conectando la pantalla digital.

—Un prestigioso abogado estadounidense imputado por idear su propia muerte —contesté captando la atención de todos—. Intentamos estudiarlo en la universidad, pero no tenemos información sobre casos tan recientes.

—Eso es, señorita Smith. Se imputó hace tres semanas por idear su propia muerte, además de apoderarse de altas sumas de dinero del bufete al que pertenecía. Vamos a llevar el proceso de acusación contra él —suspiró mirándonos a todos—. Emma os dará toda la información detallada sobre el caso, quiero a todo el mundo trabajando en ello.

—¿Cuánto tiempo disponemos? —preguntó el señor Trembley haciendo anotaciones en una pequeña libreta.

—Menos del que me gustaría, quiero ideas y teorías razonables al final del día, nada de tonterías.

Nos observó a todos dejando claro que teníamos que ponernos las pilas.

—Si se agobian y les entran ganas de prenderle fuego al edificio, hablen con la señorita Smith —me volvió a sonreír y yo miré a los demás avergonzada.

Será idiota.

—Usted trabajará hoy conmigo, sígame.

Seguí a Dylan hasta su despacho el cual estaba completamente ordenado, a diferencia de esta mañana, pero con toda la información colocada en perfectos montoncitos. Me hubiese gustado trabajar en solitario, pero trabajar con Dylan era mucho mejor. Estaba deseando analizar su forma de trabajo e intentar aprender lo máximo de él

—Su esposa y uno de sus hijos fueron asesinados hace tres meses —leí en voz alta, levantando la cabeza hacia el señor Cooper.

—En efecto, seguramente eso sea la base de su defensa —me observó con cautela, o más bien, sentía como si analizara todos mis movimientos—. Puede que también usen el trastorno y las enormes dificultades que le supuso asumir el caso sin resolver del asesinato de su familia. Incluso podrían llegar a alegar enfermedad mental, como la depresión.

Escuché atentamente su teoría y comencé a trabajar en el caso. Había releído algunos papeles más de quince veces, y aun así, sentía algo que se me estaba escapando, algo de lo que no me estaba dando cuenta. Me puse de pie y empecé a dar vueltas por el despacho, mordiéndome el labio inferior, algo que hacía inconscientemente cuando me concentraba en algo.

—Olivia, vas a acabar mareándote —comentó divertido desde su silla.

—Pienso mejor si me muevo, aunque si le molesta puedo sentarme —respondí algo avergonzada mientras me acercaba al enorme ventanal de su despacho, observando el precioso exterior.

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