¿DEJAR ALEMANIA?

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MATTHEW KOCH (M. K)

Practicando una, dos, tres... tantas veces que logran dejarme atónito. Lecturas largas a libros enormes, tantas cosas en tan pocos días están pasando en mi vida.

Antes tenía la certeza y podía jurar un pacto con todos de que los poderes sólo podíamos verlos en series o películas, donde eso de volar no se podía a menos de que fueras un animal o un artefacto como lo es un avión... todas esas cosas las decía sin pensar de que de todo ello se vería reflejada mi vida.

—Matt, está lista la comida.

— Voy enseguida, —en el momento de que escucho la voz de mi padre vuelvo a la realidad, dándome cuenta de cómo he estado perdido en mis pensamientos desde que he regresado de mi arduo trabajo en la escuela. Sin embargo, necesito hablarlo con él, quiero hacerlo— papá...

— ¿Sí? —entra finalmente a la habitación echándome un vistazo de arriba hacia abajo, suelta un pequeño suspiro y se sienta a mi lado. Posa una de sus grandes manos en mi espalda mientras que trata de que el ambiente se relaje a nuestro alrededor— ¿Qué sucede, Matt?

— No me estoy siento bien, he comenzado a creer sin parar de que estoy en un sueño o que todo lo que está pasando es algún juego de todos. Pero veo las cosas que salen de mi, los tatuajes, el fuego, los reflejos... y no lo sé, estoy comenzando a pensar que estoy loco. No quiero sentirme así.

— Te entiendo hijo, de verdad que sí. Es nuestra culpa decirte todo de golpe, debimos haberlo hecho desde antes, irte avisando de lo que podía llegar a pasar para que no fuera un choque duro de la total realidad —se coloca de pie frente a mi, toma mi rostro entre sus manos y me hace mirarlo—, y, lastimosamente debo informarte de que eso no es toda la realidad.

— ¿Hay más? —mis ojos se nublan, no, no quiero saber más cosas. Quiero una vida normal, sólo quiero ser un Alemán que de grande será un buen profesional.

— Sí, pero aún no es tiempo, pequeño Koch. Sólo quiero que recuerdes esto, «si en algún momento yo llego a faltar en todo tu trayecto, por favor, visita la casa de los Salem, ellos tienen la respuesta a todas tus preguntas».

— Papá... —su mirada me evita a toda costa, la voz de mi madre en el marco de la puerta nos hace prestarle atención.

— La comida se enfría, bajen —frunce el ceño al verme, se acerca lenta y pausadamente—. Hijo, lo mejor sería que tú y Hellen se vayan de Alemania.

¡¿IRME?!

No, ella debe estar bromeando.

Pero su rostro muestra lo contrario, quiero llorar, quiero estar solo.

— Déjenme solo.

— Hijo...

— Por favor.

Mi padre es el primero en salir, mientras que mi madre intenta decir algo más, pero se lo guarda.

— Cuando desees comer baja, por favor —sale cerrando la puerta y a los dos segundo corro a ponerle el seguro. Es algo de lo cual no hago con frecuencia, más bien, nunca hago. Pero hoy me siento como si estuviera siendo obligado a tomar la responsabilidad de algo de lo cual no me siento muy convencido.

Para algunos sonaría estupendo, pero claro que lo sería. Cualquier persona quisiera adquirir poderes y salvar el mundo o lo contrario, destruirlo.

En mi caso sólo soy un adolescente tratando de terminar sus estudios, ingresar a la universidad y poner mi propia empresa. Aunque pensándolo bien, las dos cosas son locas, bastante a decir verdad.

Fuerza unida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora