Capítulo 7: Cantos de Sirena

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Viernes noche en el barco, y la vibración del cuerpo de los marineros resonaba con la anticipación de la sagrada celebración semanal. La tradición dictaba que las noches de los viernes se llenaran con música en directo, bailes frenéticos, actuaciones improvisadas y monólogos que arrancaban risas a pesar del aislamiento del mar.

Era la primera vez que Violeta asistía a esta bulliciosa y festiva reunión, ya que en su primera semana a bordo se había sentido agotada para participar. Sin embargo, este viernes decidía sumergirse en el ambiente y descubrir más sobre las costumbres de la tripulación.

El comedor, convertido en un escenario de caos controlado, la recibió con un estruendo. Omar, la señaló emocionado y anunció su llegada con un grito que resonó en todos los rincones del barco.

- ¡Señores y señoras, aplausos para nuestra nueva compañera!- exclamó Omar, provocando una ovación que hizo sonrojar a Violeta.

Violeta, trató de calmar la ovación mientras se dirigía a la mesa donde Paul estaba apartado, jugueteando con una guitarra.

- ¿Sabes tocar?- preguntó Violeta, intrigada.

Paul asintió modestamente-. Solo lo básico. He aprendido de estos hombres.- señaló a los marineros fornidos-. Pero me encantaría aprender más.

La expresión de Violeta se iluminó con nostalgia-. Yo solía tocar el clarinete. Qué tiempos aquellos... -suspiró-. Pero hace tanto que perdí la práctica.

En medio de la celebración, Lucas hizo callar a la multitud y los reunió en el centro del comedor.

- ¡Atención, tripulación! Es hora de que mostremos nuestras dotes musicales juntos.- anunció Lucas, irradiando entusiasmo.

Una melodía familiar llenó la sala mientras los marineros, algunos más afinados que otros, se unían en una canción. Violeta, sorprendida por la armonía improvisada, los observaba maravillada. A pesar de su apariencia ruda y el penetrante olor a alcohol, estaba empezando a encariñarse con ellos, especialmente después de comenzar a impartir sus clases.

Durante este momento, no pudo evitar buscar con la mirada a alguien en particular, pero para su desgracia, no encontró a la persona que esperaba.

Horas más tarde, cuando la gran mayoría de los marineros ya se había retirado, Violeta se encontraba ayudando a los rezagados a despedirse. Les recordaba, con firmeza pero con una sonrisa, que tenían clase al día siguiente. 

- Aunque tengan la resaca del siglo, espero verlos en clase, o hablaré con el capitán para prohibir estas celebraciones- les instaba, provocando risas entre los marineros.

La cubierta del barco resonaba con los ecos de risas, canciones y el suave balanceo de las olas. Violeta, entre el estruendo de la celebración, se encontraba satisfecha con la experiencia vivida, pero una sombra de inquietud persistía en su interior. La persona que buscaba no había aparecido en la festividad.

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La vibrante celebración de los viernes dejó a Violeta agotada. Al llegar a su camarote, se dejó caer en la cama sin fuerzas siquiera para cambiarse. La risa, la música y el estrépito de la fiesta aún resonaban en sus oídos mientras el cansancio la envolvía.

De repente, un débil hilo de voz cantaba una melodía indescifrable acompañada por las cuerdas de una guitarra. Violeta, intrigada, abrió las ventanas. La melodía parecía provenir del exterior, y se quedó allí, inmóvil, escuchando aquel dulce sonido durante unos minutos.

La música cesó de repente, y Violeta, decidida a descansar, se preparó para cambiarse de ropa y dormir. Pero antes de que pudiera hacerlo, la melodía volvió. Esta vez, decidió seguir el sonido y se aventuró por el barco en búsqueda del origen de la cautivadora melodía. Cuanto más se alejaba de su habitación, más débil se volvía.

Destinos a la deriva / KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora