Capítulo 10: No te vayas...

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Violeta se acomodó en la cama y se acurrucó, mientras Chiara se sentaba en el suelo para comenzar a tocar la guitarra. Antes de que pudiera empezar, Violeta le interrumpió de inmediato.

- Ni se te ocurra tocar en el suelo. Sube a la cama, al menos para eso.

Chiara sonrió, pero intentó resistirse.

- No se está tan mal aquí abajo.

Violeta le lanzó una mirada seria que hizo que Chiara cambiara de opinión. Finalmente, subió a la cama y se acomodó, respetando una distancia considerable. 

Chiara comenzó a tocar la guitarra, y después de unos momentos, se unió con su propia voz a aquella bella melodía. Sin embargo, Violeta no pudo contener una lágrima que rodó por su mejilla. 

Chiara, con un sexto sentido, detectó aquella lágrima silenciosa y se detuvo al instante.

- ¿Qué ocurre? 

Violeta rio amargamente y se secó la lágrima.

- Chiara, ¿tú sabes cómo acabé en el camarote de Luis aquella noche?

Chiara negó con la cabeza.

- No he pensado mucho en eso. Supuse que te gustaba el chico, pero que en el último momento no te sentiste preparada, y entonces él se volvió agresivo. - dijo atropelladamente. Realmente si que había pensado en aquello en varias ocasiones, pero le pareció extraño confesarlo.

Violeta la miró sobresaltada, negando frenéticamente con la cabeza.

- ¡Por Dios, no! ¿Realmente piensas que yo querría intimar con alguien sin conocerle prácticamente?

Chiara, notando la angustia de Violeta, le dijo con suavidad:

- No te estoy acusando de nada malo, Isabel. Eres una muchacha joven, y tendría sentido que quisieras vivir nuevas experiencias y disfrutar de tu cuerpo.

Violeta, horrorizada, respondió:

- Pues no, no es así. Yo no soy así, y no quiero que pienses eso de mí.

- Está bien, no te preocupes. Solo quería recalcar que si hubiese sido así, tampoco habría tenido nada de malo, cada uno tiene su forma de vivir y yo no estoy aquí para juzgar a nadie. - Ante la actitud nerviosa de Violeta, Chiara rápidamente añadió: - Pero vamos, que me ha quedado claro que no es tu caso, tranquila. Entonces, ¿quieres contarme cómo acabaste en esa situación con Luis?

Violeta, más relajada tras aclarar aquel punto, comenzó a relatarle la historia:

- Llevaba varias noches escuchando una melodía cuando caía la noche; la misma que acabas de tocar. Al principio, no sabía de dónde provenía, pero me causaba tanta curiosidad que decidí descubrirlo. Así que un día, simplemente toqué en una de las puertas contiguas a la mía, que para mi desgracia, resultó ser la de Luis. Le pregunté que si era él el dueño de la canción, y como un embustero, me mintió. Y yo como una tonta, le creí sin pruebas.

Chiara, con voz calmada, intentó reconfortar a Violeta.

- No eres estúpida. Solo tienes un buen corazón, y no tenías motivos para dudar de él.

- Pero sí que los tenía, Chiara. Mis amigos me advirtieron sobre él, y yo preferí ignorarlos. Quise creer que la conexión que sentía con él era real, y que podría compensar lo que dejé atrás en aquel puerto. Así que ignoré las advertencias porque necesitaba esa ilusión para sentir que realmente pertenezco aquí.

- Isabel... Es cierto que aferrarse a una ilusión para llenar un vacío puede ser un terreno resbaladizo, pero todos cometemos errores y no debes castigarte por buscar la felicidad y la conexión. A pesar de las desilusiones, yo sigo creyendo en la posibilidad de encontrar personas bonitas, auténticas y significativas, y para eso hace falta confiar, porque la confianza, aunque arriesgada, es fundamental para construir vínculos genuinos.

Destinos a la deriva / KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora