Capítulo 9

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Stephen se oculto en la ciudad de Nueva York, donde la gente estaba tan privada en si misma que no se darían cuenta de su apariencia física, allí tendría que armar un plan, su fin no era asesinar a todos los humanos sin motivo alguno, de eso era incapaz, hasta él provenía de uno, el quería destruir la civilización, las grandes ciudades que habían causado tantos daños ambientales, el problema del hombre había sido abandonar sus raíces y su hábitat natural, el lugar de donde provenía, en donde ser el más fuerte era esencial para lograr la supervivencia de la especie, los humanos habían encargado de refugiarse unos a otros olvidando la selección natural, "destruyendo las ciudades desaparecerá la pobreza, el alzheimer, el parkinson, el síndrome de Down; el humano puede acabar con su propia especie si lo desea, pero no con demás especies, también he de hacerles recapacitar un poco en su retorno a la naturaleza" se dijo a sí mismo y lo primero que hizo fue destruir el Empire States con sus electrocorporeos, desatando miedo y horror.

Mientras tanto Alberto y Lucy estaban al otro lado del continente viajando hacia Bogotá, esta ves Alberto no paso incómodos ratos en una avioneta sucia, antes de salir compró una máscara de aire, que no uso, y viajó en la espalda de su hija, a pesar de la velocidad y altura el aire no fue un problema, ya que Lucy se aseguró de que fuera seguro con sus electrocorporeos, el órgano era más útil de lo que Alberto hubiese imaginado antes, ese órgano no lo había obtenido en los prototipos fallidos por falta de un óvulo, lo que le hizo pensar que la donante tenía alguna mutación que ayudó a la creación de esos seres tan desconocidos y misteriosos que había creado. Al llegar se contacto con la persona con la cual había iniciado sus negocios ilícitos, Darwin Murcia, el había trabajado como creador de vida artificial y le había enseñado a Alberto Contreras a hacer bebés en la universidad era un veterano de barba larga y blanca al igual que su bigote y abundante cabellera, con el pasar de años se había vuelto más desconfiado y seguro, era aquel tipo de personas que siempre querían tener la razón. Alberto le contó todo lo que había sucedido en los últimos días, desde su entrada a prisión hasta el incidente con Stephen, pero a Darwin no pareció perturbarle mucho lo que su aún joven estudiante le había dicho, el había logrado reunirse con su maestro en su majestuosa casa, el cuarto era glamuroso con una hermosa chimenea en piedra pulida, tapizado con piel sintética con apariencia de tigre y un amoblado entre persa e hindú. Los dos hombres y Lucy se hallaban uno narrando y el otro escuchando. Al terminar Alberto empezó Darwin.
-Mira Alberto- dijo con calma y suavidad- estas mirando un solo punto de vista, el tuyo, pero piensa en todo lo que pasa, el nació bueno, pero pudo ingresar a información que corrompió su alma, recuerda que aunque lo hallas creado, aún posee alma, no debes hacerle daño, el confía en ti, porque eres su creador, utiliza eso a tu favor, sin duda debo acompañarte en este viaje tan arriesgado por que tú aún eres muy joven y no comprenderás la magnitud de cada paso y decisión que tomes de ahora en adelante, ¿recuerdas que en los primeros semestres de universidad hiciste un asombrosos ensayo sobre la "teoría del caos"?
-Si aún lo recuerdo- dijo Alberto con un poco de inseguridad
-Yo también lo conozco- dijo Lucy queriendo participar con alegría y entusiasmo- dice que cada decisión que tomamos te conlleva un grupo de consecuencias inesperadas... Pero a mi no me afecta porque mi padre me hizo con el síndrome del ajedrecista, capaz de preveer cinco posibles resultados a cualquier decisión que cualquiera de nosotros tomemos.
-Eso es increible Lucy- alagó Darwin- pero hay que darnos prisa porque si no apasigüamos a Stephen el mundo como lo conocemos estará en riesgo-

Y Darwin no se había equivocado en la más mínima palabra, el mundo como lo conocían estaba empezando a cambiar radicalmente, en treinta y dos minutos Stephen había arrazado la ciudad de Nueva York. Lucy encendió el televisor con sus electrocorporeos y puso en las noticias internacionales, a Alberto le dio impotencia y rabia ver a su hijo Stephen, su mayor logró científico, en las noticias como un ser destructor. Lucy empezó a hablar, decía.
-New York esta destruido- su voz era monótona y sombría, sus ojos se pusieron blancos y sus electrocorporeos empezaron a vibrar y cambiaron de el color amarillento a un color azul intenso, los objetos que los rodeaban empezaban a moverse. Al final de todo esto Lucy calló desmayada.

Anti HomoSapiensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora