Pociones, miradas y sonrojos

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Habían muchas cosas que Draco odiaba en la vida, entre ellas eran las mañanas frías y hoy era una de esas mañanas. La noche anterior Draco se había olvidado encender la calefacción de su habitación y podía asegurar que en cualquier momento caería nieve del techo por lo frío que se encontraba el cuarto.

Draco se maldijo a si mismo cuando sintió todo su cuerpo temblar cuando se levantó de la cama y sus pies descalzos tocaron el frío suelo, estaba seguro de que atraparía un resfriado o como mínimo tendría alergia a lo largo de la mañana.

A veces se preguntaba qué le pasaba a Salazar Slytherin por la cabeza cuando decidió que la sala común de la casa de las serpientes debía estar bajo el lago, era horrible, ¿quién en su sano juicio diría que el mejor lugar para prácticamente vivir era ese? definitivamente tenía algún problema mental, pero jamás lo diría en voz alta, había una reputación que mantener, o más bien aparentar. Dejando de lado la ubicación y la baja temperatura, era un lugar al que se le podía llegar a considerar acogedor por la compañía y el ambiente que había. Pero sí, olvidar prender la calefacción debería ser considerado como delito.

No sé tardó mucho en elegir la ropa que utilizaría para ese día, tampoco es como que tuviera una variedad de opciones para ir a clases; se decidió por el típico pantalón del uniforme y el característico suéter de la casa Slytherin, y claro no podía faltar su bufanda a juego. Draco se dió un rápido vistazo en el espejo de cuerpo entero que había en su habitación, haciendo una mueca ante las pronunciadas ojeras bajo sus ojos.

- Bueno, de todos modos me sigo viendo mejor que cualquier otro estudiante.

Habló en voz alta mientras acomodaba un poco su rubia cabellera y una vez que le gustó como se veía se dirigió a su escritorio para tomar sus libros y sus demás cosas, mirando de reojo el pequeño que estaba sobre el mueble, todavía faltaban casi veinte minutos para que las clases iniciaran, porque sí, Draco una vez más había preferido quedarse a dormir en su habitación una hora más en lugar de asistir a la hora del desayuno.

Sin querer seguir perdiendo el tiempo, tomó los libros que utilizaría junto con su varita para salir de su habitación, no sin antes acomodar su cama con un hechizo que había aprendido unos días atrás.

Draco agradecía que la primera clase fuera pociones y que el salón estuviera en las mazmorras, porque así no tendría que caminar tanto.

Los pasillos en esa área eran más oscuros a comparación del resto del castillo, la iluminación era tenue, pero podías ver perfectamente por donde caminabas, y gran parte del tiempo estaba desolado.

Cuando llegó al salón pudo notar que solo había una persona ahí, un chico que no identificaba, aunque gracias a su corbata se podía dar cuenta de que pertenecía a gryffindor, pero ni siquiera le tomó importancia a su presencia y se acercó al escritorio de Severus para dejar los pergaminos del trabajo sobre este, para después dirigirse hacia su lugar.

El rubio acomodó correctamente sus cosas sobre la mesa y se decidió a leer uno de los libros en lo que esperaba a que la clase diera inicio. No había llevado más que los libros de las materias que tendría ese día, así que no tenía muchas opciones para elegir, así que se fue por el de pociones, de paso aprovecharía de checar algunas de sus notas.

Draco estaba ansioso por la prueba, se preguntaba que tenía preparado su tío, ya que Severus se había negando rotundamente a darle alguna pista de lo vendría en la prueba. Leía, corregía y tomaba nuevas notas en su libro mientras escuchaba como de a poco los estudiantes iban llegando.

Las voces para nada discretas de su grupo de amigos le hicieron levantar la cabeza, encontrándose con una sonriente pelinegra, un moreno malhumorado, seguramente gracias a la chica, y a un castaño que mantenía una mirada serena, pero se notaba el interés por lo que la chica decía.

Lumos | DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora