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Leonard y Cory se encontraban escondidos en el baño más apartado del instituto. A ese nadie iba porque pocos lo conocían.
—Ven acá—pidió Leonard tomando la cintura de Cory y volviendo a besarlo.
—Tenemos que entrar a clases, Leo—se sonrojó—. Están a punto de tocar el timbre.
Los dos se habían encontrado ahí pero ahora Cory intentaba escapar sin éxito de los besos del contrario.
—Solo un ratito más—pidió nuevamente el alfa y el contrario rodó sus ojos divertido, lo tomó del cuello de la camiseta y lo volvió a besar con fuerza.
Leonard recorrió con suavidad la cintura del más bajo, acariciando las caderas de este y volvía a subir.
—Ya, listo. Vamos—le dijo Cory acariciando las mejillas del alfa después de haberse separado.
—Está bien—soltó dejándole un suave beso en los labios—¡Oh! ¿Hoy puedes salir en la noche?
—¿Ah? ¿En la noche? ¿Por qué?—preguntó Cory completamente confundido.
—¿Puedes?—le preguntó tomando sus manos con suavidad.
—Está bien. ¿A dónde se supone que vamos?—le preguntó con una suave sonrisa.
—A donde me empezaste a gustar—le guiño un ojo. Cory ladeó su cabeza.
—Bueno—aceptó confundido.
¿Dónde sería eso? No lo sabía, pero confiaría en Leonard.
—Ahora sí, vamos—dijo tomando su mano y guiándolo afuera del lugar.
Leonard de verdad quería cambiar; cómo había dicho, había empezado un tratamiento psicológico para llevar su ira. Quería fervientemente cambiar para bien, para no cometer los mismos errores de la tóxica relación que tuvo con Teivel en Cory; con Cory quería algo lindo, duradero y sano.
Creía que podría hacerlo, de verdad lo iba a hacer, esta vez bien.
Lo siento, Teivel, siento no haber sido el novio que pedías. Haré que Cory nunca se sienta como tú te sentías.
—Aquí te dejo—habló Leonard deteniéndose en el salón del menor.
—Gracias, Leo—agradeció besando al más alto por última vez y entró a la sala.
Leonard sonrió feliz y fue a su salón encontrándose a Lino mirando su mesa como si fuera lo más interesante del mundo.
—¿Aún siguen peleados?—preguntó al sentarse a su lado.
—Sí—respondió bufando.
—¿No tienes intenciones de disculparte?—lo miró divertido y Lino lo miró indignado.
