Desicion Parte 2

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El lunes desperté cuando los primeros rayos del sol aclaraban el cielo y la oscuridad de la habitación se diluía. Me preparé una taza de café y encendí mi laptop.

Abrí el correo y encontré la bandeja de entrada repleta. La editora, me había escrito cada día. También tenía noticias de mi decano. Me adjuntaba información sobre un par de cursos interesantes que me ayudarían a conseguir créditos y me recomendaba un supervisor para mi trabajo final. Decidí llamarlo más tarde y darle las gracias personalmente. Esos cursos eran muy demandados y contaban con pocas plazas, así que me matricularía y ...

Y....

Y nada.

Cuando pensaba en regresar me sentía mal.

Cuando pensaba en quedarme me sentía culpable.

Porque no sabía qué hacer con mi vida.

Cerré la laptop y respire profundamente. Notaba un agujero incómodo en el pecho, ansiedad.

Agarré el bolso y salí a la calle, muy concentrado en los pensamientos que me estaban molestando. Me gustaba pasear cuando me sentía infeliz o intranquilo. Solo andar y seguir andando, hasta que mi mente se enfriaba, la desesperación disminuía o acababa de meditar una idea.

Mis pasos me llevaron hasta un parque de mis favoritos. Me encantaba perderme en sus avenidas, recorrer en bici los senderos y tomar el sol junto al lago. Pero esa mañana no encontraba la paz que necesitaba.

Sonó mi teléfono. Le eché un vistazo y lo guardé. Era el pesado de Avery. Volvió a llamar pasados diez minutos, e insistió otras dos veces en la siguiente media hora. En la pantalla parpadean tres mensajes de voz y cinco de texto. Había que reconocer que la tenacidad era una de sus virtudes, pero a esas alturas yo empezaba a estar bastante harto.

Regresé pero no me dirigí directo a la casa. Tenía hambre y quería un bagel de mermelada y mantequilla. Eran mis favoritos. Su sabor dulce y olor a recién hecho me transportaba a tardes de invierno y chocolate caliente en casa de Effie junto a todos mis amigos.

Mi telefono sono de nuevo mientras esperaba a que el semaforo cambiara de color. Lo ignoré, y cuando por fin quedó en silencio, suspiré. Aunque más que un suspiro fue un ruego silencioso para que me dejara en paz.

Caminé sin detenerme, cada vez más deprisa, deseando llegar a casa y esconderme en un rincón. La ciudad que siempre había amado empezaba a resultar asfixiante y me sorprendí echando de menos mi pequeño apartamento cerca de la Universidad. Recorrí los últimos metros tan concentrado que no me di cuenta de que Avery me esperaba junto a la puerta. Dio unos cuantos pasos hacía mi.

Lo rechacé con un gesto y pasé a su lado, rebuscando las llaves en el bolso como si él no estuviera allí.

- Regulus, tenemos que hablar. Esto es absurdo. Tu madre me ha llamado muy enojada porque no contestas el teléfono.

Abrí, entré y cerré la puerta en su cara.

- ¿Qué haces? Es ridículo que te comportes así. - La madera no amortiguaba la voz - ¿Regulus? Le prometí que te llevaría a verla.

Sentí que el aire a mi alrededor me aplastaba contra el suelo y tuve que apoyarme en la pared.

Effie estaba mirándome desde la cocina, ella tenía una llave de emergencia.

- ¿Qué te ha pasado en la frente, cariño?

Me toqué el moretón que lucía sobre la ceja. Apenas una sombra violácea, pero que dolía.

—Nada, una tontería. ¿Avery lleva mucho ahí?

—Ha llegado hace como media hora y no se ha movido. Tampoco creo que se dé por vencido, pero si quieres que lo eche...

Le sonreí con una sensación cálida y confortable.

- No van a dejarme en paz, ¿verdad? —Ella negó con un gesto imperceptible. Alcé los brazos, exasperado, y los dejé caer—. ¿Por qué es tan importante para mi madre? Se ha tomado como algo personal que me deshaga de todo esto, como si quisiera cortar los lazos que me unen a todos ustedes. Sé que madre y todos ustedes nunca se llevaron bien, pero ¿hasta estos extremos?

Effie frunció el ceño ante mi pregunta. Abrió la boca para decir algo, pero sólo emitió un gemido ahogado.

- ¿Qué pasó entre ellos?

- Te lo diré de una manera simple, cariño. Empezamos a discutir cuando tu padre tuvo el accidente y enfermó. Fue una pelea grande que acabó con que nosotros dejáramos de hablar con ella.

—Pero debió de pasar algo. Algo grave que justifique tanto rencor.

Effie guardó silencio sin dejar de observarme. Pude ver en sus ojos un indicio de tormenta, una breve oscuridad que desapareció tan rápido como había aparecido. Se encogió de hombros como si esa historia tuviera tan poco sentido para ella como lo tenía para mí. Dio media vuelta y se perdió en la cocina.

—¿Quieres chocolate?

—Sí, por favor.

Suspiré y me senté en el sofá. Desde la ventana podía ver una franja de cielo azul entre los tejados de las casas de enfrente. Iba a ser un día soleado y bonito.

Minutos después, Effie apareció con dos tazas de café, me entregó una y se sentó a mi lado con el porte elegante de una bailarina. La madurez la hacía más hermosa, si eso era posible. Habría podido ser cualquier cosa, modelo, actriz, pero había elegido una vida tranquila junto a Monty. Algo crujió bajo su trasero y se levantó de golpe. Apartó un cojín y el sobre de Remus quedó a la vista.

—¿Y esto?

—Un regalo de Remus.

—¿Remus te ha hecho un regalo? —Asentí—. ¿Y por qué lo tienes escondido en el sofá?

Le conté toda la historia mientras bebíamos chocolate, incluido el incidente con el perchero.

—Deberías ir —me dijo.

—No puedo.

—¿Ya sabes qué vas a hacer?

—Aún no —admití.

Inspiró hondo y dejó la taza sobre la mesa de centro. Me fijé en la tensión de su espalda y en la rigidez de los hombros, y sentí que era culpa mía. Se volvió hacia mí.

—Cariño, sabes que no puedes detener tu vida por esto. Puedo aconsejarte, pero tú debes de tomar la decisión que te haga feliz.

Lo sabía. Ese era un pensamiento continuo en mi cabeza.

El timbre de la puerta sonó y mi corazón se detuvo un segundo con un susto de muerte. Le siguieron unos golpes de la aldaba.

—Regulus, abre, por favor. Te estás comportando como un niño —gritó Avery al otro lado.

—Márchate.

—No puedo. Tu madre y ese agente inmobiliario que te recomendó vienen hacia aquí. Por favor, abre la puerta. Solo queremos lo mejor para ti.

¿Lo mejor para mí? ¿Obligándome a hacer algo que no sabía si quería?

Mi corazón dolía y estaba latiendo frenéticamente. Sollocé como un niño asustado con miedo a la oscuridad, a la que encierran en un cuarto sin luz como castigo, bueno eso pasaba mucho cuando era pequeño. Me quedé mirando a Effie. Abrí la boca para decir algo, pero no salió ningún sonido.

Ella contempló el sobre que aún sostenía en la mano y luego a mí. Y en ese mismo instante hice algo que jamás pensé que haría. Tome una decisión sin pensar, sin valorar todas las posibles consecuencias. Cerré los ojos y salté. Sentí el vacío bajo mis pies, el miedo, pero no moví un solo músculo para agarrarme a algo seguro.

Solo aguanté la respiración y continúe cayendo.

Y me gustó.

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Espero les guste :)

James Potter y otros desastresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora