Me despedí de Andy con un pensamiento. Todo se suma hasta que, al final, la balanza se descompensa. Incluso lo más trivial tiene un precio. Un giro a la izquierda en lugar de a la derecha puede cambiar el curso de todo un futuro. Aquella isla era mi giro a la izquierda.
Emprendí la vuelta con la sensación de que a mi alrededor no dejaban de aparecer señales con las que el destino, o vete tú a saber quién o qué, trataba de decirme algo. Era una idea fascinante y enigmática al mismo tiempo. Desde mi llegada a Pequeño Príncipe había conocido a dos personas que lo habían abandonado todo para iniciar un nuevo comienzo allí. Dejaron atrás una vida segura, cómoda y estable, donde en realidad solo eran marionetas de las circunstancias y las personas a las que amaban, por un sueño y la posibilidad de ser felices. Porque la felicidad es solo eso, una posibilidad que existe pero que no todo el mundo alcanza, solo aquellos que se arriesgan sin que les importe lo distante y lejano que pueda parecer ese sueño. Porque los sueños exigen sacrificios.
Yo debía descubrir cuál era mi sueño, para eso estaba allí. Para abrir piel, apartar músculos, separar huesos y mirar dentro. Hundir las manos en el interior y rebuscar hasta encontrar aquello que hacía latir mi corazón con más fuerza.
Necesitaba encontrarme a mí mismo. Empezar a ser yo. Dejar atrás esa sensación de haberme pasado la vida manteniendo la imagen que de mí proyectaban los demás. Necesitaba saber qué quería, dónde y cómo, e intentarlo.
«Regulus, no temas volver a empezar», eso me había dicho Andy al abrazarme.
Inspiré hondo.
El aire olía a lluvia, mi olor favorito, y también a electricidad. El ambiente estaba cargado de ella y una masa oscura había cubierto el cielo por completo. Apreté el paso. El viento aullaba y granos de arena me azotaban todo el cuerpo, colándose entre mi pelo y también la ropa. El océano llegaba hasta mí en todas direcciones, gris y espumoso, anunciando la tormenta. La playa de guijarros casi había desaparecido, engullida por el agua. Apenas quedaba un estrecho paso de piedra junto a la pared escarpada del acantilado.
Durante unos segundos tuve la sensación de haberme perdido. No reconocía el paisaje de dunas sinuosas que se extendía ante mí. Las vi cambiar, elevarse y desaparecer ante mis ojos, moldeadas por el violento poniente.
Una ráfaga de viento mezclado con gotas saladas me golpeó el rostro. Miré al cielo, cargado de nubes oscuras como el carbón y vi el destello de un relámpago. Le siguió otro y, segundos después, el eco de los truenos retumbó sobre mi cabeza.
Sentí las primeras gotas de lluvia sobre mis manos y el rostro. Instantes después, cayó el aguacero. Eché a correr, tan rápido como mis pies calzados con unas sandalias de tiras me lo permitían. La luz fue devorada por la cortina de agua. Las formas parecían perder su definición y desdibujarse un poco, como si empezaran a desvanecerse en la oscuridad.
Por fin divisé la casa, un borrón recortado en el horizonte. Llegué al porche sin aliento y con los pulmones en llamas. Me aparté el pelo mojado de la frente y entré.
Tiritaba sin parar. Cada estremecimiento hacía que mis dientes chocaran entre sí. Corrí al cuarto de baño y me quité la ropa mojada y llena de arena. El terrible viento azotaba sin compasión la costa desde el mar. Podía oír el estruendo entre los truenos que retumbaban sin cesar y los relámpagos que cruzaban el cielo. Si aquel Apocalipsis que se había desatado solo era el principio del temporal, no quería imaginar lo que estaba por venir.
Llené la bañera de agua caliente y me sumergí en ella con un suspiro. Poco a poco mi cuerpo entró en calor, mientras jugaba con la espuma que rebasaba los bordes y pensaba en Andy y la casualidad que me había llevado a encontrarla. Casi me parecía un sueño y, durante un instante, dudé de si había sido real.
ESTÁS LEYENDO
James Potter y otros desastres
FanfictionRegulus Black tendra que tomar desiciones importantes en su vida y reencontrarse con personas que penso nunca volver a ver.