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Con los ojos apenas abiertos, Hongjoong camino fuera de la estación sintiéndose más cansado que molesto. Se había levantado a las seis de la mañana; a pesar de que tenía su mochila de viaje lista, se había tardado en salir por culpa de una estúpida fuga de agua en el baño que le hizo cambiarse de ropa. El recorrido de su casa al pueblo le llevaría unos treinta minutos a pie, y no era tan problemático cuando no ha pasado la noche nevando hasta dejar todo vuelto un engañoso camino que le hace detenerse cada cinco pasos para sacudirse nieve del pantalón. Con casi toda seguridad había caminado por una hora. No quería pensar que había pasado por esa horrible mañana solo para que le dijeran que su tren se había retrasado por la nevada y que llegaría al mediodía y no a las nueve, como estaba planeado.

Miro el reloj de su celular; 9:11am.

El pelirrojo suspiro ante el infortunado inicio del día. No tenía la fuerza -ni las ganas- de regresar a su casa. Así que la opción más factible era quedarse dando vueltas por el pueblo para matar el tiempo.

La primera vez que estuvo allí, le pareció increíble que alguien pudiera vivir cómodamente en un sitio tan pequeño. Desde el punto de vista de quien considera recorrer veinte zapaterías como el estándar, por supuesto que era un lugar pequeño. En la actualidad, ya fuese porque se había adaptado o porque no se preocupaba tanto por esas cuestiones, encontraba confort en la reducida concurrencia de las calles.

Tenía un sándwich guardado en la mochila, que se suponía era para comer en el tren, pero que con el cambio de planes ahora era su principal objetivo. Antes de comérselo, quería comprar un café para acompañar. Doblando en la esquina de la próxima cuadra, había una cafetería que Joong solía frecuentar cuando tenía la oportunidad. Empezó a andar con movimientos pesados y sin energía.

Su estado adormilado se debía a que no habituaba levantarse temprano. Su cuerpo necesitaba un par de horas más de sueño para funcionar adecuadamente. En la vereda por la que caminaba se encontraba la oficina de la agencia inmobiliaria. Siempre captaba la atención de Hongjoong el cartel que señalaba la entrada, una casita con ojos, boca y extremidades que te invitaba a entrar sonriente.

Distraído, la mirada de Hongjoong acabo recorriendo el interior del local. Su cuerpo se detuvo de repente, aunque él no estaba seguro de la razón. Le tomo unos diez segundos darse cuenta de que estaba mirando a una persona. Ese cabello negro brillante, el perfil bien definido, la piel pálida y las facciones tranquilas que conformaban aquel rostro tan particular.

Un par de ojos marrones conectaron con los suyos y- oh. Oh. Seonghwa terminó de hablar con el señor de traje frente a él y se dieron la mano para despedirse. Salió del local, encontrándose con el pelirrojo, quien no había dejado de observarlo hasta ese momento.

Tal vez por culpa de su estado Hongjoong no se había percatado de lo que acababa de hacer -quedarse parado viendo fijamente a una persona que apenas conocía- por lo que se reacción fue tan genuina como sus palabras:

—¡Que coincidencia! Hola —una pequeña risa escapo de sus labios.

Seonghwa al parecer no había reparado en su presencia hasta que lo escucho hablar. Levanto las cejas, su expresión oscilaba entre sorprendido y ¿angustiado? Joong no podría decir.

—Eh, sí, toda una coincidencia —guardó un papel en el bolsillo de su chaqueta. El más bajo abrió la boca para preguntar qué estaba haciendo ahí, pero el otro fue más rápido y, señalando la mochila que colgaba de su hombro, preguntó—: ¿Vas de viaje?

—Hmm, eso espero —respondió con desasosiego. Recordó lo que tenía planeado, al mismo tiempo que la última conversación que habían tenido en las orillas del lago—. ¿Estás ocupado ahora mismo? Me encantaría cumplir mi palabra e invitarte un café.

winter falls || seongjoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora